Tras 120 días de travesía, en mayo de 1515, llegó a Portugal. Se convirtió en toda una atracción y hasta, según parece, trataron de hacer un combate entre este rinoceronte indio y un elefante. Intentando conseguir el favor del papa León X, el rey de Portugal embarcó de nuevo al pobre bicho y lo envió como regalo a Roma. Durante el viaje, el barco hizo una parada para que el rey Francisco I de Francia pudiera contemplar al animal, lo que nos da una idea de la enorme atracción que era un rinoceronte en la época.