Él es un ejemplo, pero no esconde unos rasguños, que podrían haber sido mucho más trágicos: necesita oxígeno, se contagió con el VIH... Tuvo suerte: vivió rápido, pero no acabó en un ataúd como tantos amigos veinteañeros, ya fuera por sobredosis, por accidentes de tráfico o, años más tarde, por el sida. "Aquello era una lista de muertes. El lunes tocaba ir al del Manuel, el jueves se había muerto Fernando… Entre coches, drogas no parabas de ir a entierros".