Un estudio con investigadores españoles ha demostrado que bacterias y hongos provenientes de los suelos de los desiertos del norte de África ocupan los cielos del sur de Europa de forma continuada, incluso mucho tiempo después de las grandes inyecciones de polvo sahariano que producen los episodios de calima, de modo que su impacto en los ecosistemas y la salud humana no es puntual, sino continuo.
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