Voy a dejar de jugar a videojuegos para... jugar a videojuegos

Toda esta neura surge de una reciente animadversión a seguir jugando a videojuegos. Llevo jugándolos desde niño, salvo en una época que desconecté porque terminé notando cierta dependencia, llegando a compararlo en mi mente con las drogas. No fue mala época dicha desconexión, y en parte esta necesidad de alejarme de nuevo me va autoconvenciendo sobre que tendré otra época aprovechada y de evolución.

Sin embargo, ya no soy un adolescente, y reanalizo esta actitud y me resulta hasta cobarde o infantil. ¿Qué acaso mi vida está condicionada por los videojuegos? Claro que no. Si sigo jugando ahora es por otras motivaciones, quizá en una búsqueda más de evasión que de diversión, o si acaso por encontrar un sentido artístico. Es curioso ver a creadores de contenido en la treintena tardía o en en la crisis de los cuarenta justificándose en el porqué juegan a videojuegos. Analizan, profundizan, teorizan sobre cada nuevo videojuego de éxito que surge, e igual estamos buscando más allá de lo que realmente hay, como si en verdad nos estuviésemos justificando. Es una auto-advertencia que me lanzo. 

Mi madurez actual busca por ahondar en mis aficiones. Quiero ir más allá, porque llega a un punto que se ha absorbido tanta historia ─ya sea en forma de película o libro─, que el cerebro se aburre; ya no hay la misma motivación, consumimos por inercia, y el arte en parte trata de que una obra te aporte, te mejore un poco más como persona. De niños, toda película nos parece una obra maestra, porque es novedoso y genuino. Cuando vamos aprendiendo a ver los hilos, la evolución lógica es volverse más exigente, y comenzamos a buscar; aunque parece que no es del todo así, si acaso el conformismo se torna más fuerte que la curiosidad.

Es por ello que en los videojuegos quiero ir más allá, voy rebuscando y buscando y... cuesta más en comparación a otros medios creativos y de ocio. Es un medio que aún es joven en comparación, pero que está evolucionando rápido debido a que pertenece al ámbito tecnológico... o igual no, porque en esencia, algunos videojuegos siguen repitiendo la misma fórmula que los primeros videojuegos que se desarrollaron en los 70s. Evolucionan en mecánicas y en gráficos, pero en esencia han avanzado poco.

No nos engañemos, los videojuegos siguen consistiendo en superarse, en retos que buscan lograr un objetivo muy definido. Continúan pidiendo que consigamos la mayor puntuación, que suframos perdiendo vidas, que se recorra niveles que requieren de nuestra habilidad. Un sistema de progreso y mejora.

Los videojuegos exigen destreza, reflejos, paciencia... en ocasiones pensar un mínimo y, me temo, también exigen competir, ya sea contra otros o creando esa sensación contra nosotros mismos.

Es una fórmula de éxito que a día de hoy da mucho, pero que mucho, dinero. Es una industria que ya da más beneficios que el cine. De vez en cuando surge la típica noticia en busca de un cabeza de turco que culpa a los videojuegos de ser violentos o de causar violencia/muertes. Pero, mientras de tanto dinero, no existirá una problemática real entorno a ellos, salvo la del debate-refrito en redes sociales.

Quiero orientar un momento el tema hacia esas personas que dicen que “los videojuegos cambiaron mi vida” o que “me salvaron”. Buscando por Internet podemos encontrar estos testimonios, y de normal suele tratarse el tema desde la depresión y las enfermedades mentales, lo cual resulta en algunos aspectos paradójico porque los videojuegos pueden lograr que te evadas, que te apartes de la realidad por un momento. Ayuda a lidiar con el dolor, a olvidar la desgracia personal y sentirnos mejor al conseguir superar un videojuego, aunque en verdad no signifique nada con respecto a la realidad. Hemos sido nosotros quienes han añadido la historia y emoción, y es hasta hermoso. Es justo lo que debería lograr el arte de normal. Eso es lo que busco, una expresión, una experiencia artificial que complemente a la vida, un juego de emociones que me altere y/o me deje pensativo.

No quiero reivindicar en estos momentos al videojuego como el décimo arte, que lo consideren de una vez. En verdad quiero justificar el porqué me planteo dejar de jugar a esos videojuegos donde el objetivo sea competir, matar enemigos, superar pruebas... Ya no soy aquel niño que disfrutaba hasta las tantas de la madrugada de este tipo de juegos. Ahora busco algo más, y los videojuegos de este estilo no me lo da.

 

Es entonces que llegamos al tema que quiero tratar: mediante el mismo medio, están los videojuegos que conocemos como tal, y por otro lado existen unos programas o software que, mediante el uso también de controles e interacción por parte de una persona, permiten una experiencia que no busca el juego en sí. Los llamamos videojuegos debido al medio, pero realmente no lo son, porque si se piensa con detenimiento, no estamos realmente jugando con ellos. ¿Acaso cuando vemos una película o leemos una novela estamos jugando? Ese es el quid de este tipo de expresión digital.

Podemos pensar que vamos a tratar sobre los videojuegos indie, y en parte es así, pero sólo en parte. No es como en el caso del cine, que posee su vertiente independiente, que busca otro tipo de trama, tono y actuación a lo habitual, pues sigue tratándose de cine, es reconocible. En este caso es otro tipo de expresión pero usando el mismo medio: el digital.

Por ejemplo, tenemos el reciente Super Mario Wonder, que con la fórmula que llevó al éxito al primer Super Mario Bros. y a sus secuelas, Nintendo vuelve a cosechar un éxito que ha encantado a los jugadores. Tenemos los elementos clásicos de derrotar enemigos, sumar monedas, superar niveles, retos... Es un videojuego como tal, de los de calidad y que ofrece lo que se busca.

Por el lado opuesto, existen videojuegos del tipo Disco Elysium, que no tiene absolutamente nada que ver con los Super Mario. Aquí no se busca superar un reto, sucede una suerte de novela interactiva donde tú defines gran parte de la historia con tus acciones.

Entonces, ¿Super Mario y Disco Elysium están dentro del mismo saco? Pues, son programas para ordenador y consolas, así que en lo referente al medio, sí, pero en lo referente a su intención difieren tanto que no tiene lógica clasificarlos en el mismo lugar.

Por lo que me atrevo a decir que Disco Elysium realmente no es un videojuego, no al menos a como se conoce el concepto o a como estaba concebido en sus inicios. 

Parte de esta problemática surge a cómo enseñan a desarrollar videojuegos. Como en cualquier otro medio, te enseñan las bases, que se sustenta de lo existente. Es lo suyo, por supuesto. ¿Qué es lo que sucede en el caso de los videojuegos? Que te enseñan desde el principio a saber clonar las fórmulas ya escritas sobre los géneros y estilos de juego. De hecho hasta los propios programas especializados ya ofrecen facilidades y herramientas a si, por ejemplo, queremos desarrollar un videojuego de plataformas o si acaso uno de naves (Shoot 'em up). Se dan por hecho unas bases, lo que se produce una masificación clónica de las formas de hacer un videojuego.

Y es lógico que resulte así. Al crear un nuevo programa se evita reinventar la rueda. Ya existe la implementación que buscas, sólo necesitas saber adaptarla a tu programa y a tus necesidades. Al final lo que cambia de un videojuego a otro dentro de un género es el continente, pero no el contenido.En otras artes la imitación no resulta tan evidente. En el cine o la literatura se nota lo que llamamos influencia, pero un videojuego el copiar y pegar es más sencillo y directamente podemos encontrar un videojuego donde se note que es un Sonic pero con otro diseño, pues la mecánica permanece intacta, la forma de jugarlo difiere poco a la del videojuego principal de donde surge la influencia o la supuesta inspiración.

 

Ya toca hablar de los conocidos como videojuegos indie, porque de ahí ha surgido este otro tipo de expresión digital. Varios desarrolladores indie ─en un porcentaje que no sabría concretar─ han creado obras que no buscan por lo de siempre. Cada uno con su motivo y circunstancia, han iniciado sin saberlo una nueva manera de aprovechar y expresar el medio.

Es complejo, porque algunas de estas obras están más cercanas a otras artes que a un videojuego en sí. Es un movimiento al que, y sin miedo me reafirmo, se le ha encasillado en el lugar equivocado.

Estas obras no buscan que se gane puntos, ni que te superes a ti mismo ni a ninguna otra persona. No te piden que vayas nivel a nivel por una estructura que lleva décadas repitiéndose en cientos de videojuegos. Tampoco son algo más o quieren ir más allá aunque su idea inicial pareciera ser esa. Son otro tipo de expresión y, esta vez sí, son una expresión artística. No sé el nombre que se les debería dar, pero esto sí que pudiera ser lo que se busca como el décimo arte. 

Puedo citar ejemplos, pero creo que el más adecuado (aunque quizá no sea en verdad el más representativo) es Undertale (y Deltarune actualmente), pues trata/critica/parodia justamente el tema de las ansias del jugador por subir de nivel y avanzar en la historia derrotando enemigos y a bosses en cada momento clave de la trama. Tu puedes elegir jugarlo como si fuese un videojuego más o si acaso lo puedes tomar bajo el concepto de ¿y si en lugar de matar a los enemigos, me hago amigo de ellos? Resultando en una experiencia mucho mejor. Da una lección y nos deja pensando sobre nuestra actitud habitual como jugadores de videojuegos.

Por eso escojo esta obra como representativo, porque puede ser una experiencia típica de matar a enemigos, o puede ser una expresión artística digital que ofrece solamente el disfrute de una historia. Habita en ambos estilos de forma eficaz, y aun sin haber surgido en el momento preciso del nacimiento de esta nueva expresión a la que me refiero, representa sin embargo el cambio de una vertiente a otra.

Es bien conocido el prejuicio sobre los videojuegos que poseen las personas que no conocen bien el medio. Para ellos los videojuegos son el comecocos o el Tetris, que es algo para niños, piensan en juegos digitales donde conseguir puntos y en donde matas o te matan. Les viene a la mente carnicerías en primera persona por culpa de la mala e infame prensa. ¿Reaccionarían igual si probasen este nuevo estilo de expresión digital? Está claro que el prejuicio sigue ahí, una ceguera natural, y mi sentido choca porque no se debería englobar dentro del mismo punto de vista de dicho prejuicio. Definitivamente estamos tratando con algo diferente dentro del medio.

 

Finalizando, confirmo que voy a buscar por estas obras donde no tenga que matar a nada que se mueva. Es la referencia principal que poseo de una obra digital con intenciones diferentes, una pista sobre un lugar donde ahondar. Por otro lado, sería estúpido por mi parte cerrarme totalmente a probar y completar videojuegos del estilo estándar (que son casi todos los existentes), porque tonto de mí perderme el nuevo Super Mario o el reciente Zelda, o si acaso un buen Doom. Quizá son más simplones en su enfoque, pero la diversión sigue estando asegurada, aunque mi inquietud ya no quiera visitar ya tan de seguido esos lugares.