¡Viva la piratería!

Probablemente debería empezar esta apología advirtiendo de lo engañoso de llamar piratería a eso que desde los medios de formación de masas nos imponen como tal. Dejémoslo en que no hay piratería mientras no se trate de un tráfico de mercancías, que infrinja de algún modo la Ley, y con ánimo de lucro (y ni siquiera se considera ánimo de lucro, ni se puede considerar, el mero hecho de ganar Dinero, si con ese Dinero no hay propiamente enriquecimiento). Pero no hay porqué gastar demasiadas fuerzas en pelear un terreno que de todos modos está ya perdido. Así que cojamos con gusto el vocablo, que además alude a una bellísima y desesperada forma de rebeldía, y digamos: sea: ¡que viva la piratería!

-¡Viva!

-¡Larga vida a la piratería!

-¡Viva!

Voy a dar nada más que tres razones, pero suficientes a mi juicio, de porqué animo a todo hombre y mujer de bien a dejarse llevar por el inigualable placer de proclamar a los cuatro vientos, tan pronto se les preste la ocasión, tamaña insensatez.

1.- Si para que una industria cualquiera pueda sobrevivir -la del cine, la de la música, la de los libros o cualquier otra- hace falta quitarme a mí o a cualquiera el derecho de compartir con otros gratuita y desinteresadamente lo que nos dé la real gana, pues... Sintiéndolo mucho: que se hunda la industria. No es siquiera necesario que tal derecho nos lo conceda ningún juez o prohombre del Estado o las finanzas para que cualquiera pueda reconocer, con el sólo uso de la razón, que compartir con el otro gratuita y desinteresadamente cualesquiera cosas es cosa buena para el común. Sí: de no haberse protegido la industria de sus intereses, probablemente no hubieran visto nunca la luz algunas de esas películas, libros, series o discos que en tanta estima guardamos, pero eso no es de ningún modo razón para que aceptemos que se nos ponga ningún impedimento a la com-partición. Que se muera la industria, pues, si es necesario. Claro que (¿quién sabe?) quizá las gentes no sean tan bobas e inútiles después de todo, y aún desapareciendo la industria encuentren las maneras de contar historias, cantar canciones o escribir, sin la ayuda de Dios Dinero. Así que, buena gente, nada de reclamar que la industria se adapte a las nuevas condiciones tecnológicas: los intereses de la industria no pintan nada en esta guerra.

    2.- Cultura no es, como pretenden hacernos creer, ni el libro, ni el cd, ni el dvd. Esos son mercancías. Cultura será en todo caso lo que esos soportes contengan. De modo que, no nos engañemos, ninguno de los poderes económicos (ni ningún otro de los que, con gusto o no, con conciencia o sin ella, se someten a él) está interesado en defender la cultura en sí, sino el negocio (sí, sí: muy loable y de derecho dicen también que es el hacer negocios); a no ser, claro está, que tal cultura cumpla una función moralizante que sea del interés de esos mismos negocios, como por lo demás es lo habitual: no hace falta decir que los contenidos culturales no son la inmensa mayoría de las veces más que puro entre-tenimiento (es decir, un bodrio de fórmulas comerciales prediseñadas que no sirven para hacer nada de verdad, sino a lo sumo entre-tenernos entre jornal y jornal, puesto que de otro modo esta vida esclava a cualquiera se le revelaría insoportable sin más), o sea, pura basura. Y digo basura en un sentido estrictamente técnico, y no necesariamete despectivo (aunque, ¡¿qué demonios?!, eso también), pues aquello cuya función no es otra que su mero consumo, su pura compra-venta, su mera ingesta (otra cosa es que mediante tal engullimiento se logre mantener a las gentes lo bastante ocupadas como para que no se encabriten demasiado) no puede llamársele otra cosa que basura, que es el nombre con el que nos referimos de ordinario, entre otras cosas, a aquello que no tienen ninguna verdadera utilidad. Estoy seguro de que cualquiera reconocerá que hay libros, películas o canciones, que no sólo entretienen, sino que HACEN algo más. Pues bien, permítanme que les recuerde (porque ya lo saben) que ninguno de los autoproclamados defensores de la cultura tiene el más mínimo interés (más bien al contrario) de que esas obras tengan la capacidad de hacer en quienes las consumimos nada que no sea ya el mero hecho de su producción y consumo, o lo que es igual, nada que no sea un mero mover Dinero, y cuanto más rápido mejor. Que nadie se rasgue demasiado las vestiduras, pues, si a algún sucio pirata le escucha alguna vez decir: ¡muera la cultura!

    3.- Hay un aspecto de la hoy día llamada piratería que sospechosamente parece no haber llamado demasiado la atención de ninguno de esos dignos defensores de la Ley y los negocios, y lo que es peor, de sus súbditos. Me refiero a la generosidad de quien se toma la molestia, el tiempo y el esfuerzo, sin obtener ningún rédito económico a cambio, de copiar una película, un disco o un libro de su colección y subirlo a la red para compartir el enlace a través de alguna de las múltiples herramientas en internet (plataformas que, lamentablemente, se aprovechan no sólo del trabajo de estos anónimos navegantes sino también del de los muy vanidosamente llamados "autores", a base de martirizarnos con la publicidad más intrusiva: que se pudran ellas también). No sé si tú, lector, alguna vez has pensado que esa serie que te descargas o ves en streaming, sin mayor gasto que el que ha supuesto la compra de una computadora y el acceso a la red (pero no olvides que muchos esclavos han tenido que matarse a trabajar en la mina para que pueda tu salario tener el poder adquisitivo suficiente como para que estos productos sean asequibles a tu bolsillo), es el resultado de un trabajo que alguien ha estado dispuesto a realizar por puro amor al prójimo. Esa sí que es una actitud verdaderamente peligrosa para el Mercado y su legión de mercachifles. Nada hay más peligroso para el Dinero y la política profesional puesta a su servicio que el descubrimiento de que pueden las gentes hacer cosas y satisfacer las necesidades suyas y de otros sin tener que imponer alguna forma de obediencia y sumisión al Dinero. ¿Que no todo puede ser jauja? ¿Y eso quién coños lo dice?

¡Ah! ¡La de un pirata es la vida mejor!

Barba Negra