"Había cuerpos, tanto nuestros como alemanes, desde la primera oleada. Resultaba enfermizo ver a los propios muertos y heridos, algunos llorando mientras los transportaban los camilleros, otros semiconscientes y otros más allá de toda esperanza.
Estábamos sentados en medio de un mar de agujeros de proyectiles, hasta las rodillas en un barro pegajoso. El hedor de los cuerpos en descomposición era terrible. Los cuerpos de los muertos y de los heridos se hundían fuera de la vista. Todo esto era barro, barro y más barro, mezclado con sangre.
Sólo había que avanzar a través de todo ese lodo y sangre. Era absolutamente enfermizo. Recuerdo a un muchacho de nuestro Regimiento en particular. Estaba en un charco de sangre, abierto desde su hombro hasta su cintura por la metralla. Cuando llegamos a él, dijo: "Dispárame, por favor". Pero antes de que pudiéramos sacar un revólver, estaba muerto. Y la última palabra que pronunció fue 'Madre'.
Vivíamos hora a hora. Veías salir el sol, con la esperanza de que lo vieras ponerse. Si lo veías ponerse, esperabas verlo salir. Algunos hombres lo harían, otros no. Al final, luchamos por unos pocos metros de tierra y eso costó la vida de muchos, incluyendo a mis tres mejores amigos. No había excusa para tal matanza por tan poco beneficio". - Soldado Henry John Patch, Infantería Ligera del Duque de Cornualles, Passchendaele, Bélgica 22 de Septiembre de 1917. Fuente: elgrancapitan.org/foro/viewtopic.php?f=109&t=23196&start=60