Parece que hay una guerra abierta entre parte del movimiento feminista y el movimiento trans, al menos en Twitter. Quizá en el mundo real esto no ocurra, pero el nivel de agresividad que veo en algunas conversaciones es digno de estudio. La situación es la siguiente:
Algunas personas del colectivo trans quieren que se reconozca su derecho para decidir si son hombres, mujeres o no binarios en función exclusivamente de sus preferencias personales, independientemente de los tratamientos de cambio de sexo u hormonas. La mayoría de las corrientes trans afirman que el género debería ser abolido ya que es una construcción social. El género lo impone la sociedad y estas personas se rebelan contra ello. Incluso hay algunas corrientes que cuestionan el sexo como algo binario y biológico, afirmando que ser macho o hembra es también un constructo social. Las personas que no aceptan el sexo o el género femenino como tal se les denomina misóginos por algunos colectivos feministas.
Algunas personas del colectivo feminista abogan por la defensa de los sexos como características intrínsecas de los seres humanos. Se nace con uno de los dos sexos y a partir de ahí cada uno construye su realidad de género de la manera que considere mejor. El sexo no se puede elegir, se nace con él y por lo tanto algunas personas no aceptan que una persona pueda cambiar su género y/o sexo a su conveniencia. Las personas que se oponen a la transexualidad se les denomina terf o tránsfobos, por algunos colectivos trans.
Si analizamos todas estas afirmaciones desde una perspectiva racional e intentamos dejar de lado las ideologías y las ideas preconcebidas nos encontraremos con que probablemente existen fallos en ambos discursos que, sin embargo, no me parecen complicados de solventar si entramos en un debate con argumentos y sin insultos.
Hay casos en los que desde la infancia, una persona no se siente cómoda en el cuerpo que ha nacido y su manera de sentirse bien y ser quien es es ‘transformándose’ en una persona del sexo opuesto. La mayoría de las feministas no se opone a la transexualidad, sino que abogan por que no todo valga a la hora de definir qué es un hombre y qué es una mujer. El problema de abolir el género es que estarías eliminando las reivindicaciones legítimas de las mujeres de un plumazo, ya que si no existe el género no hay tal cosa como una mujer o un hombre, por lo que dejaría de existir el machismo o la discriminación por ser mujer, algo que sí que existe. Por lo tanto, para que los derechos de un colectivo concreto, en este caso las mujeres, no se vean atacados, abolir el género no es una opción. La idea de ampliar los derechos de las minorías y de cualquier colectivo que haya sufrido discriminación en algún momento (y aquí entran por supuesto las personas transexuales) es legislar para que esa protección sea real pero siempre sin vulnerar derechos de otros colectivos. Si algunas personas afirman que un hombre no puede sentirse mujer y actuar como tal, negando una realidad evidente (las personas trans existen y son un colectivo históricamente maltratado y discriminado) entonces el efecto es el mismo: se están negando los derechos de unas personas a ser ellos mismos y a vivir en sociedad con los mismos derechos y obligaciones que el resto de personas y esto incluye a los que se consideran solo hombres, solo mujeres o ninguno de los dos. No obstante hay un matiz importante que no podemos olvidar. Que una persona que nació hombre se considere a sí misma una mujer merece un respeto individual y social, pero eso no significa que la sociedad en su conjunto deba aceptarlo en cuanto a las normas y costumbres sociales de esa sociedad. Es decir, que una mujer trans tendrá todo el derecho a ser ella misma y ser respetada, pero sin que ello implique adquirir unos derechos a costa de otro colectivo (en este caso mujeres). Por ejemplo, un hombre no debería poder autodenominarse mujer de un día para otro para impedir que le apliquen las leyes de violencia machista en un caso de maltrato, o autodenominarse mujer antes de un partido de balonmano y competir con el equipo femenino o entrar en el baño de las mujeres solo porque diga que es mujer. Parece razonable que deberían existir unas reglas de consenso para ser considerado un hombre o una mujer, pero sin que se socaven los derechos de otros colectivos. En la mayoría de los casos funciona el sentido común, pero por alguna razón nos quedamos en el debate agresivo e ideológico (terf contra misóginas) y no avanzamos en encontrar soluciones que puedan satisfacer a ambas partes.
Al igual que no hay razón objetiva para que una mujer trans operada y hormonada no sea considerada una mujer a efectos legales, tampoco hay razón para aceptar que alguien deba ser hombre o mujer solo por su mera declaración. Uno no cambia de color de piel o de edad solo con su propia voluntad. Las características biológicas de una persona son las que son. De acuerdo en que no te tienen que condicionar en tus expectativas vitales y en tu forma de afrontar la vida, pero la voluntad de una persona no anula sus genes ni sus cromosomas. Se trata de ser razonable, de progresar como sociedad de una manera lógica y en un mundo en el que quepamos todos. Al igual que no se puede descartar el factor personal y sentimental de una persona cuando se dice hombre o mujer, tampoco se puede descartar el factor biológico. Moverse en absolutos no suele ser signo de haber tomado el camino de la razón y no creo que sea imposible llegar a un punto en común en el que una persona trans pueda tener los mismos derechos y obligaciones que los demás, ni más ni menos. Al igual que las mujeres con los hombres, los blancos con los negros o los ateos con los creyentes. Si un colectivo pierde derechos para que otro los gane entonces no lo estamos haciendo bien. Se supone que el objetivo común es el respeto de los derechos humanos y de un mundo más justo y libre. No sé cómo se pretende crear un mundo así si tus derechos vienen determinados por tu color de piel, tu sexualidad o tu religión.
No creo que la solución sea obvia para todo el mundo pero sí creo que es más fácil de lo que algunos creen, aunque no deja de ser una opinión personal: respeto absoluto a todas las personas sin importar su sexo, raza, religión o ideología, pero a cambio todos debemos estar expuestos a que nuestras ideas sean rebatidas, atacadas o incluso ridiculizadas. No se gana ningún debate ni ninguna discusión llamando terf o misógina a la otra persona sin aportar argumentos y hechos. El progreso solo se consigue a través de la razón. El fanatismo y el forofismo ni convencen ni ayudan ni une.