Tan sólo quiero desahogarme

Escribo este artículo para desahogar la semana que llevo en el trabajo, y de paso dar visibilidad a otro tipo de trabajador como lo es el mozo de almacén.

El virus ha cambiado el año que nos tocaba vivir, pero también la estrategia de las empresas de paquetería: abusar en todos los sentidos. Ha aumentado los pedidos, y eso conlleva cumplir con la entrega de 24 horas estipulada.

Imposible.

No he dejado de trabajar en la cuarentena, y por ello me siento fuera de lugar cuando otros hablan de lo que han ido haciendo estos dos meses. Para mí no ha habido diferencia, salvo una paranoia inicial y creciente al saber que estabamos mis compañeros y yo expuestos al virus, sobre todo porque todos los días vienen furgones y camiones de todas partes del país, principalmente de Madrid. No se han tomado medidas más que las justas, o sea, toma una mascarilla (que tardaron en entregar) y que te dure, si haces el favor.

He ido teniendo un estrés constante y en aumento según qué días, sabiendo que de pillar el bicho se lo pego a mi padre que lo tengo en casa, el cual está en grupo de riesgo. No ayuda el horario que tengo, que es de seis de la tarde a diez de la noche, para luego volver a las cuatro y media de la mañana hasta las ocho. Duermo en dos partes, en lugar de una de golpe por la mañana hasta la tarde por el hecho de tener un mínimo de vida y de tiempo para recados. Si no, de otro modo, de las diez de la noche a las cuatro de la mañana no es viable ser nada, salvo escritor trasnochado. Así que al dormir ese cacho y luego la mañana hasta el mediodía, puedo aunque sea leer o lo que sea y ver algo el sol. Cabe destacar la putada de dormir de día, con ese ruido exterior, llamadas al teléfono, timbre, la gente por casa y la luz imperante aun cerrada toda persiana. En verano te obligas a subir un poco para que entre aire, pero descoloca aunque sea poca luz.

Sin embargo este horario me ha vetado vida social. Empiezo la semana lunes por la tarde y termino sábado por la mañana. Apenas ya sé las cosas que pasan por mi pueblo-ciudad, ya no veo a casi nadie, ya no sé lo que es salir un viernes por la noche ni un sábado por la mañana. Mis fines de semana son los sábados por la tarde y enseguida me entra sueño a la noche. Los domingos estoy bien, pero casi todo está cerrado.

De salud, al principio todo era sueño, y adelgacé bastantes kilos. Al final te acostumbras, pero duele que los demás te vean siempre cansado y que algunas personas no entiendan el porqué estás así hasta en los findes. Desistí tener citas porque es llegar sábado por la noche y no soy persona.

Sobre la empresa, desde los hace dos años y medio que llevo siempre me ha pagado el mínimo salario posible. Vamos, que los aumentos de sueldo han sido gracias al gobierno, tal cual. Si no, aún estaría con esos 700 al mes del principio. No pagan horas extras, dan días de descanso.

En lo actual, como digo, la faena ha aumentado: demasiado. Comprendo que es culpa del virus, pero da la impresión que la avaricia y los excesos están involucrados. Es demencial, en serio. Nos llevan a los mozos una empresa de gestión que paga siempre tarde y que no controlan bien las horas que hacemos de más, pues no tenemos máquina de ticar. Obviamente, las horas que nos deben dudo que nos las devuelvan a ninguno, siempre se va posponiendo con la excusa de que vendrán vacas gordas y saldremos antes del horario, algo indeterminado, y al final van a ser tela de horas pendientes porque hemos empezado a ir a las cinco de la tarde con todo el calor bajo techo de auralita hasta las once de la noche, para luego volver a las cuatro y media de la madrugada, claro. Para la semana que viene han dicho que por favor vayamos a las cuatro de la tarde, y entre tanta sauna esta semana he adelgazado tres kilos. Ya noto las ojeras y una tos digna de bronquitis.

Es tal el volumen de paquetes y paquetes, colchones, tubos, palés, hamacas, mesas, sillas, trastos de jardín, piscinas portátiles, jaulas y gente que la nave, casi literalmente, se ha quedado pequeña. Es un agobio moverse por allí, el torito mecánico va de aquí a allá esquivando y dando sustos. Las jaulas con ruedas nunca se han cambiado y gastas energía y tiempo para desplazarlas una vez están llenas y hay que cargar los vehículos. Entran apretadas las furgonetas y el humo de los tubos de escape lo respiras de lleno por doquier, quedando cada día la nariz llena de mocos negros. Allí no hay límite de peso ni tamaño para la mercancía, y te enfrentas a bultos jode espaldas y rodillas. Asumo que es imposible jubilarse aquí (aparte de que no quiero).

La gente aun así, lo toma con humor, y tenemos buen rollo como vía de escape hacia la cordura para enfrentarnos a tal nivel de esfuerzo. Pero en el fondo nos sabemos explotados. Ah, sí, no hay descansos, salvo si por casualidad llega una furgoneta o camión tarde pues aprovechas para descansar, pero en estas semanas viene tanto que no da tiempo.

Aquí estoy en la cama escribiendo. Hoy hemos terminado a las diez por dejar todo limpio para el lunes a las cuatro de la tarde, que anuncia la llegada de cientos y cientos de colchones (¿Por qué tantos? Han incluso alquilado la nave de al lado para poder guardarlos e ir enviando lo máximo posible al día), junto a otros tantos de hamacas y sillas (dice el jefe que se encarga de esto que en un fin de semana por la web le pidieron 2000 más y que ha tenido que cortar los pedidos). Se debe añadir los envíos de paquetes corrientes, a lo que me pregunto qué rayos hacen con las previsiones y límite de pedidos al día, si acaso no preveen la capacidad de esta nave/delegación para calcular cuándo se debe parar de aceptar pedidos y limitar X al día.

Estoy tan reventado que ni duermo. Anoche no dormí. Sólo sentía el cuerpo dolorido. Te sientes agotado pero tardas en dormir, y cuando lo logras suena el despertador a las pocas horas, dos o tres de normal. Aún estoy con la mosca del virus, del milagro sobre que aún no lo haya cogido entre tanta gente que va y viene, o si acaso sí lo pasé y la suerte ha salvado de contagiar a mi padre, que también puede que sea un roble en defensas el hombre.

No sé, sólo quería desahogarme. Gracias por leer.