Érase una vez varias empresas estatales, que se dedicaban a la gestión de recusos energéticos y al suministro de electricidad.
Llegados a un punto, estas empresas se privatizan, en un intento de hacerlas más competitivas dentro del sistema capitalista. Reciben inversión económica de particulares, a través de terceras compañías, o simplemente con la compra de acciones de bolsa.
Obviamente, estos inversores y estos accionistas esperan beneficios tras su inversión.
Durante unos años, todo va muy bien. Las empresas son altamente rentables, y dan beneficios a sus inversores con sencillez.
Pero, de repente, llega el encarecimiento de las materias primas. Especialmente, el encarecimiento de las materias primas que sirven como base para producir electricidad en picos de demanda energética.
Además, debido a lo contaminante que puede resultar el producir electricidad a partir de esas materias primas, surge una especie de impuesto por contaminación.
De repente, producir beneficios para los inversores no es tan sencillo, debido al alto precio de las materias primas y los impuestos a pagar.
Claro, los inversores, acostumbrados a los grandes beneficios por su inversión, protestan de que éstos vayan a disminuir.
Entonces las empresas recurren a varios trucos para mantener los altos beneficios de sus inversores:
- Contratar para su administración a ex-políticos con contactos en las altas esferas para que puedan hacer presión y que exista una forma técnicamente legal de mantener dichos beneficios.
- Utilizar otros trucos legales, amén de las antiguas concesiones estatales en forma de infraestructuras para la producción de energía, para cobrar cualquier tipo de producción energética al precio de la materia prima más cara. Por ejemplo, cobrar la producción energética de instalaciones hidroeléctricas al mismo precio que la producción energética de instalaciones de gas natural.
De esta forma, se mantienen los beneficios de los inversores. ¿Cómo? Los beneficios que no pueden obtener debido al encarecimiento de las materias primas, se obtienen trasladando la factura a los consumidores. Además, recurren a fuentes de energía mucho más baratas haciéndolas pasar por las más caras. De esta forma, se garantizan los beneficios.
Porque la idea es que nunca bajen esos beneficios. Es lo mínimo que merecen los inversores.
Evidentemente, esto puede generar mala prensa, tanto para las empresas energéticas como para los propios inversores, por lo que hay que reforzar el departamento de marketing y vender a los consumidores que, oigan, que la luz está cara, que es lo que toca vivir. Y nadie mejor que otro ex-político, uno que conozca bien el sistema, para mostrarte la realidad.
Eso sí: a los inversores no se les puede tocar. Que son los que ponen el dinero para que el sistema funcione. Se pueden enfadar mucho si en vez de ganar 500 euros al día por su inversión, sólo ganan 50. Y en el sistema capitalista, es fundamental la confianza en los beneficios para que pueda serguir marchando.
Por eso, vosotros y yo pagamos la luz a precio de oro. Y vacían pantanos para producir electricidad barata, pues producir la misma electricidad mediante gas es mucho más caro. Y entonces los beneficios de los accionistas se resienten.
Espero que lo entendáis y lo comprendáis con esta sencilla explicación. Y perdonadme si alguno se ha ofendido por lo de gilipollas en el título, pues no va escrito con acritud o desprecio. En el fondo, gilipollas no es el que desconoce, sino el que conociendo no hace nada para cambiar las cosas.