Llevo leyendo unos días los comentarios sobre el tema de la renta mínima, la posibilidad de que se ofrezca a cambio de algún tipo de trabajo y las condiciones de esos trabajos, y no salgo de mi asombro.
A ver si nos queda claro: alguna gente no trabaja porque no puede y otra no trabaja porque no quiere. Y tan legítimo es lo uno como lo otro. Y no querer trabajar no te priva de tus derechos ciudadanos, ni del derecho al voto, ni del derecho a recibir una ayuda si estás en estado de pobreza.
Si no quieres trabajar, pues no trabajas. Y si eres pobre, hay que ayudarte. Nos guste o no.
Entrar en cuestiones morales es como decir que a quien se accidenta por exceso de velocidad no se le atiende, o al que fuma, o al que bebe, o al que se alimenta de comida de mierda.
La gente tiene todo el derecho del mundo a tomar malas decisiones a costa de los demás.
Trabajar es un derecho, pero no una obligación. Y si prefieres vivir de la sociedad estás en tu completo derecho.
El artículo 35 de la Constitución es una anacronismo que hay que combatir, porque tiene más raíces morales que materiales.
“Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia, sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de sexo.”
Lo habéis leído, ¿verdad? Pues decidme qué parte se cumple como para invocar esa obligación.
Yo prefiero ayudar al que no prefiere trabajar que al que trabaja y malvive.