Es el orgullo gay y hay a quien dice que respeta a las parejas homosexuales, en el día a día cuando los ve por la calle andar normalmente. Pero que no entiende que tengan que ir de ‘locas’ para la fiesta del orgullo.
Reflexiones sobre una frase: ‘Yo veo muchas parejas del mismo sexo y las veo con normalidad, hasta que se disfrazan de locas’
¿A la gente se la deja de ver normal si en carnaval se disfraza? ¿esta mal visto que gente que todo el año se comporta ‘normal’ en carnaval se desmelene y de espectáculo? No. ¿Por que? Porque el carnaval es una fiesta de celebración en contraposición a la rigidez de la cuaresma. Y como tal acto de liberación estuvo prohibido en diferentes momentos.
Así el carnaval es una reacción a la represión. Y no nos ofende ni nos hace perder valoración de los que lo festejan. Aunque ahora ya no existe, en nuestra sociedad, la misma represión que lo originó en sus inicios. Entonces, qué dificultad hay en comprender que los que si siguen sufriendo represión, en mayor o menor medida, decidan reclamar su libertad de la misma manera en que ha hecho el resto de la sociedad siempre.
El orgullo gay es la celebración exagerada de lo que no se puede vivir de forma natural cada día.
¿Qué puede explicar estar en contra del festejo del orgullo gay?
Incomprensión, no ver que la represión sigue existiendo, que no se da aún un espacio de libertad total para que los homosexuales pueden mostrar que lo son en las mismas condiciones que los heterosexuales.
Es difícil de entender que no se vea esta realidad, cuando sigue habiendo casos de agresiones, y sigue habiendo gobiernos, en occidente, que intentan que las leyes de no discriminación no protejan a los homosexuales.
Animadversión, que efectivamente uno esté en contra de que los homosexuales tengan derechos y que, estando ya en general mal visto el expresarse directamente así, se disimule la total aversión disfrazándola diciendo de que se está solo en contra de la manifestación exagerada.
Reconocer que la sociedad que tenemos no es tan libre como nos gustaría, y sobre todo, reconocer que aceptamos que siga siendo no tan libre sin escandalizarnos de forma contundente, más allá de nuestro deseo interno de que no fuera así.