Los españoles no se van a enfrentar en estas próximas elecciones por lo que creen, sino por lo que no se creen.
Por un lado tenemos a los que no creen a la derecha y su promesa de arreglar las cosas y crear una España más próspera. Saben que en cuanto acaricien de lejos el poder, las derechas se dedicarán a mantener el Status Quo, dejar pasar el tiempo para que cada cliente coseche su tajada de carne y ni siquiera se molestarán en hacer un gesto estético a los suyos, como bien ejemplificó Rajoy.
Los que esperen algún tipo de cambio de la derecha son simples pardillos que no han vivido en este país en los últimos veinte años o acaban de salir de un coma. Su objetivo no es gobernar, sino engordar las arcas de sus patrocinadores, hacer y permitir negocios, ver amarillear el calendario y el que venga detrás que arree, que los nuestro ya lo llevamos cobrado por delante.
Por oto lado teenemos a los que no creen a las izquieras y su voluntad de mejora. No se creen que la izquierda sea capaz de saltarse el principio fundamental de la física que afirma que "de donde no hay no se puede sacar", y menos aún eso de que se les va a sacar a los ricos, porque al final sospechan que ricos serán ellos y que se lo van a sacar a ellos.
La izquierda apela simplemente a la envidia y el rencor, teorizado incluso en el rencor de clase de Marx. Promete palos, sobre todo fiscales, para todos menos para ti, y al final resulta que era verdad todo, menos la última parte, porque también hay palos para ti. La izquierda pretende crear una bolsa de consumidores de la sopa boba que la mentenga en el poder a costa de lo que sea.
Y ese es nuestro problema :que estamos mayores. Que no nos creemos nada. Que los que se dicen a medio camino dan más miedo todavía porque el centro político en España es un mercadillo que subasta su trasero a cambio de una subsecretaría, y lo subasta, además, mucho antes de matar el oso. Lo de matar el oso para vender la piel es cosa de gente violenta, chunga, fea y casposa. Ellos venden la piel y se hacen animalistas para no matar al oso.
Un 35% de indecisos no puede significar otra cosa.