Soy consciente de que los temas deportivos no son muy bien vistos en esta santa casa casa, pero eso no me va a hacer renunciar a una buena historia. Hoy os vengo a contar cómo en el Renacimiento el tenis se alzó con la denominación de deporte rey y todo lo que giraba en torno a este juego de raquetas (que al principio no era tal).
Su nombre, tenis, nos llega desde el inglés que a su vez toma prestado del francés el grito que se lanzaban los contrincarios, tenez y que ha permanecido hasta hoy en muchos idiomas. Sin embargo al principio de esta historia su nombre era otro.
Una investigación somera ya nos desvela que el tenis aparece por primera vez en Francia entre los siglos XII y XIII. Este juego se practicaba sin raqueta y se llamaba jeu de paume, juego de palma porque la pelota se golpeaba directamente con la mano, bien desnuda o con un guante protector. Las normas de este jeu de paume no tenían nada que ver con las actuales pero ya incluían dos campos separados por una línea (aún no se usaban las redes) y dos jugadores o dos equipos a cada lado.
Los partidos del jeu de paume se disputaban al aire libre y eran denominados "juego largo": en la calle, en una plaza, en el patio de un palacio o en un prado; y en algunos lugares de Europa aún se practica de forma marginal este tipo de juego. En ocasiones, incluso se jugaba una versión más rudimentaria contra la fachada de una casa como en el frontón.
Un juego adictivo
A finales del siglo XIV el jeu de paume fue tan popular que las autoridades de París emitieron un bando en el que prohibían a los artesanos practicarlo cualquier día que no fuera domingo. Y en 1485 un concilio prohibió a los religiosos que lo practicaran, “sobre todo en camisa y en público”. Sin embargo, los aristócratas no tenían penalizaciones a la hora de practicarlo y se dedicaron a ello con fruición (es conocida la historia de Felipe el Hermoso que falleció en Burgos después de haber jugado a la pelota y de beber un vaso de agua fría).
Fue durante el Renacimiento cuando el juego sufrió los cambios más drásticos y empezó a conocerse como tenis. Uno de los cambios más llamativos fue el uso de la raqueta para practicarlo. A principios del siglo XVI empezaron a fabricarse raquetas con pergamino, pero también con tripa o cuerdas de cáñamo (las más comunes) y se comenzaron a organizar las reglas del juego.
Estas normas para jugar son prácticamente las mismas que se usan en la actualidad: los puntos para ganar un juego se contaban por 15, 30, 45, luego se obtenía una “ventaja”, se empataba “a dos”, cada manga tenía seis juegos, etc. Aún no había red pero los campos se separaban por una cuerda de la que pendían campanillas. Si la pelota pasaba por debajo las hacía sonar, pero luego cambiaron esta solución por la conocida red.
Con el paso del tiempo también se cambiaron los campos que obligaban a un “juego largo” por locales cerrados que permitían aprovechar mejor el bote de la pelota. En estos locales en los que se practicaba "juego corto" había también una zona para espectadores y se multiplicaron por toda Europa. En Francia se llamaban jeu de paume o tripot (del verbo triper, rebotar), mientras que en la Península Ibérica se las denominaba trinquete. Si os da curiosidad, podéis ver uno en Versalles, donde se firmó el juramento de la Revolución Francesa.
Es precisamente en Francia donde se sigue este deporte con más pasión. Dicen que durante los siglos XVI y XVII había, solo en París, 250 pistas, mientras que en Londres en la misma época había solamente catorce.
Durante el Renacimiento se escribieron numerosos libros exaltando las bondades de practicar el tenis, diciendo que era bueno para la salud y para el estado de ánimo, pero es que también había una competición encarnizada por ganar al contrario. De hecho hubo episodios de violencia en muchas ocasiones, como cuando Caravaggio mató a su rival en la cancha por una disputa (aunque dicen que no era una disputa deportiva y que tenía más factores).
Mientras duraba el partido se hacían apuestas y era común jugar a las cartas o a los dados en la galería de espectadores, lo cual como os imagináis, no estaba muy bien visto entre los guardianes de la virtud. Sin embargo tener un trinquete era un gran negocio, ya que los propietarios de las pistas no solo alquilaban la pista junto con el material, sino que además vendían vino y comida durante y después del partido.
A finales del siglo XVII encontramos también el antecesor del bádminton, el jeu de volant. Para practicarlo se usaban raquetas ligeras y la pelota era una semiesfera de corcho con plumas sujetas a ella por una correa de cuero. Era un juego menos agresivo que el tenis y conquistó a las damas, que lo prefirieron al de la pelota.
A partir del siglo XVIII el tenis jugado en salas cerradas empezó a decaer en toda Europa (salvo en el Reino Unido donde se sigue practicado bajo el nombre de real tennis) y tenemos que esperar a 1874 cuando aparece el primer reglamento del tenis moderno por obra del galés Walter Clopton Wingfield. La clase aristocrática abrazó esta reinterpretación del tenis y de hecho fue uno de los deportes elegidos para formar parte de los primeros Juegos Olímpicos modernos.
La foto inicial del artículo la he sacado de Wikipedia.