Los que conozcáis El Señor de los Anillos sabréis que Saruman era el mago más poderoso de la Tierra Media, siendo también famoso por su sabiduría y buen juicio. Pero fue corrompido por Sauron y se unió a su plan para dominar la Tierra Media y exterminar a hombres, elfos y enanos sustituyéndolos por orcos, trolls y otros engendros de mal vivir. Saruman centró su estrategia en el uso de la industria para producir armamento de última generación, muy superior al que empleaban los orcos de Sauron. Igualmente, usó la ciencia genética para crear una raza superior de orcos, mucho más musculosa y atlética que los contrahechos orcos de Sauron y también más resistente a la luz del sol.
Para conseguir estos objetivos, Saruman devastó el bosque de Fangorn talando gran parte de sus árboles, pues su industria de guerra requería toneladas de madera cada semana. En este vídeo podéis ver cómo ejecutó su estrategia
En el bosque de Fangorn vivían los ents, también llamados pastores de árboles. Eran básicamente árboles antropomorfos dedicados a cuidar de sus hermanos "normales" (árboles como los que vemos por la calle). Inicialmente, los ents se mantuvieron neutrales en la guerra entre Sauron y Saruman con los hombres, elfos y enanos...hasta que contemplaron con sus propios ojos la destrucción del bosque. Entonces se alzaron para luchar, como podéis ver en estos vídeos, y acabaron por destruir el cuartel general de Saruman.
El Señor de los Anillos está lleno de metáforas. El anillo es el ansia de poder que corrompe y destruye cualquier alma incapaz de resistirse a él, y que tiene como principal aliado el tiempo (cuanto más estés sometido a ella, más probabilidades habrá de que te domine para siempre). Los nazgul son grandes hombres que, precisamente por haber sucumbido a ese ansia, acabaron convertidos en espectros, inmortales pero esclavos de Sauron. Y Saruman representa la locura del ser humano que se cree omnipotente y capaz de usar la naturaleza a su antojo, abusando de sus recursos e ignorando el equilibrio sin el cual no podremos sobrevivir en el planeta. Cada golpe que lancemos contra la atmósfera, los mares o los bosques se nos devolverá multiplicado por mil, hasta llegar al golpe mortal que, tras otros muchos impactos que deteriorarán paulatinamente nuestra salud, acabe matándonos.
Pues bien, ayer me fui a subir una montaña por primera vez en mi vida. Decían que era una ruta de dificultad media, pero yo estuve a punto de despeñarme varias veces (me salvó un bastón que me dejaron). Lo pasé bastante mal para subir, y más todavía para bajar, pero cuando llegué a la cima y vi atardecer allí, concluí que había merecido la pena. He colgado las fotos en mi facebook y mi instagram (José Mateos Martínez) por si os apetece verlas. Respirar el aire de allí te ensancha los pulmones, y te hace sentir que hasta el momento los habías tenido contraídos y entumecidos. Mirar la puesta de sol en silencio te relaja tremendamente. Y caminar a la luz de la luna (ya al pie de la montaña) es verdaderamente mágico.
Pero los efectos positivos de ese contacto con la naturaleza te acompañan más allá del momento. Hacía siglos que no dormía 8 horas seguidas, y anoche dormí casi 9. Y aunque me dijeron que hoy tendría agujetas, me siento el cuerpo mejor que nunca. Decididamente, hay cosas que son esenciales para nuestro bienestar y que sólo puede ofrecernos la naturaleza.
Lo anterior no significa que debamos renunciar a la tecnología o la ciencia. Antaño la gente moría de enfermedades perfectamente curables o por el frío causado por la ausencia de calefacción. La clave está en analizar objetivamente los límites a partir de los cuales la explotación de la naturaleza supone un riesgo para la sana supervivencia del planeta, y aprovechar la naturaleza dentro de esos límites para obtener aquello que precisamos para vivir dignamente , y también aquellas fruslerías y divertimentos que excedan del anterior concepto y se centren en el ocio, pero siempre que no supongan un peligro para la sostenibilidad del medio ambiente.
Actualmente vivimos en una vorágine de lo inmediato, lo compulsivo y lo irreflexivo. Queremos saciar aquí y ahora hasta el más insignificante de nuestros apetitos sin pensar en su coste. Descartamos aquellas soluciones que requieran el más mínimo esfuerzo y nos decantamos por las que podemos tomar sin movernos del sillón, independientemente de su precio. Preferimos pastillas mataneuronas para dormir a alternativas como agotarte pegándote una caminata y disfrutando de la belleza que te encuentres en el camino. Cogemos el coche para ir a la vuelta de la esquina, sin pensar en el daño que causamos a los pulmones de todo el mundo y a nuestro propio cuerpo. Somos incapaces de mirar en perspectiva y apreciar lo que está dos pasos más allá de nuestras narices. En suma, aceptamos un estado de atrofia y narcotización que sólo puede mantenerse devastando lo que nos rodea. Los que se hacen de oro con esa devastación están encantados. Nosotros, aunque no lo pensemos porque nos cansa demasiado, estamos dilapidando nuestra vida y renunciando al futuro de nuestros hijos.