Durante doce años os habéis preguntado: Quién es John Galt? Soy John Galt quien habla. Soy el hombre que ama su vida. Soy el hombre que no sacrifica su amor o sus valores. Soy el hombre que os ha privado de víctimas y de esa forma ha destruido vuestro mundo; y si queréis saber por qué estáis pereciendo –vosotros, que le teméis al conocimiento– yo soy el hombre que ahora os lo va a decir. . .
Habéis oído decir que esta es una época de crisis moral. Lo has dicho tú mismo, en parte con miedo, en parte esperando que esas palabras carecieran de sentido. Habéis clamado que los pecados del hombre están destruyendo el mundo y habéis maldecido la naturaleza humana por resistirse a practicar las virtudes que exigíais. Como la virtud, para vosotros, consiste en sacrificio, habéis exigido más sacrificios tras cada nuevo desastre. En nombre de un regreso a la moralidad, habéis sacrificado todas las maldades que considerabais la causa de vuestras desgracias. Habéis sacrificado la justicia a la piedad. Habéis sacrificado la independencia a la unidad. Habéis sacrificado la razón a la fe. Habéis sacrificado la riqueza a la necesidad. Habéis sacrificado la autoestima a la autonegación. Habéis sacrificado la felicidad al deber.
Habéis destruido todo lo que considerabais malo y conseguido todo lo que considerabais bueno. Por qué, entonces, os estremecéis horrorizados al ver el mundo a vuestro alrededor? Ese mundo no es el producto de vuestros pecados, es el producto y la imagen de vuestras virtudes. Es vuestro ideal moral hecho realidad en su total y absoluta perfección. Habéis luchado por él, habéis soñado con él, lo habéis deseado, y yo…, yo soy el hombre que os ha concedido vuestro deseo.
Vuestro ideal tenía un enemigo implacable que vuestro código moral fue diseñado para destruir. He retirado a ese enemigo. Lo he apartado de vuestro camino y de vuestro alcance. He retirado la fuente de todos esos males que estabais sacrificando uno a uno. He puesto fin a vuestra batalla. He parado vuestro motor. He privado a vuestro mundo de la mente del hombre.
Los hombres no viven por la mente, decís? He retirado a los que sí lo hacen. La mente es impotente, decís? He retirado a aquellos cuya mente no lo es. Hay valores mayores que la mente, decís? He retirado a aquellos para quienes no los hay.
Mientras arrastrabais a vuestros altares de sacrificio a los hombres de justicia, de independencia, de razón, de riqueza, de autoestima… yo os gané, llegué a ellos primero. Les conté la naturaleza del juego que practicabais y la naturaleza de ese código moral vuestro que ellos habían sido demasiado inocentes y generosos para comprender. Les mostré cómo vivir con otra moralidad: la mía. Es la mía la que decidieron seguir.
Todos los hombres que han desaparecido, los hombres que odiabais y a quienes a la vez temíais perder, soy yo quien os los ha arrebatado. No intentéis hallarnos: no queremos ser hallados. No gritéis que es nuestro deber serviros, no reconocemos tal deber. No lloréis que nos necesitáis: no consideramos la necesidad una prerrogativa. No lloréis que os pertenecemos: no es así. No nos imploréis que regresemos. Estamos en huelga, nosotros, los hombres de la mente.
Estamos en huelga contra la autoinmolación. Estamos en huelga contra el credo de recompensas inmerecidas y de deberes sin recompensa. Estamos en huelga contra el dogma de que buscar la propia felicidad es malo. Estamos en huelga contra la doctrina de que vida es culpa.
Hay una diferencia entre nuestra huelga y todas las que habéis practicado durante siglos: nuestra huelga consiste, no en hacer demandas sino en otorgarlas. Somos malvados, según vuestra moralidad; hemos decidido no perjudicaros más. Somos inútiles, según vuestra economía; hemos decidido no explotaros más. Somos peligrosos y debemos ser encadenados, según vuestra política; hemos decidido dejar de poneros en peligro, y no toleramos más las cadenas. Somos sólo una ilusión, según vuestra filosofía; hemos decidido no ofuscaros más y os hemos dejado libres para que enfrentéis la realidad, la realidad que anhelabais, el mundo como lo veis ahora, un mundo sin mente.
Os hemos concedido todo lo que demandasteis de nosotros, nosotros que siempre fuimos los generosos pero sólo ahora lo hemos entendido. No tenemos demandas que presentaros, ni condiciones que negociar, ni tratos que alcanzar. No tenéis nada que ofrecernos. No os necesitamos.
Estáis ahora gimiendo: No, eso no era lo que queríais? Un mundo sin mente y en ruinas no era vuestra meta? No queríais que os abandonáramos? Ah, caníbales morales, yo sé que siempre habéis sabido qué era lo que queríais. Pero vuestro juego se acabó, porque ahora nosotros también lo sabemos.
Durante siglos de plagas y calamidades provocadas por vuestro código de moralidad, habéis clamado que vuestro código había sido quebrantado, que las plagas eran el castigo por quebrantarlo, que los hombres eran demasiado débiles y demasiado egoístas para derramar toda la sangre necesaria. Maldijisteis al hombre, maldijisteis la existencia, maldijisteis esta Tierra, pero nunca os atrevisteis a cuestionar vuestro código. Vuestras víctimas asumieron la culpa y continuaron luchando, con vuestras injurias como recompensa de su martirio –mientras seguíais clamando que vuestro código era noble pero la naturaleza humana no era lo suficientemente buena para practicarlo. Y nadie se alzó para hacer la pregunta: "Buena" de acuerdo con qué estándar?
Queríais saber la identidad de John Galt. Yo soy el hombre que ha hecho esa pregunta.
La rebelión de Atlas-Ayn Rand