El problema de la relación mente-cuerpo

¿Cómo interactúa una facultad inmaterial con una material? Este dilema se conoce como epifenomenalismo. ¿Qué implica? Cuando piensas en algo (Aristóteles era un genio) o tienes una experiencia subjetiva (como la de estar leyendo) podemos distinguir dos cosas: por un lado, están todos los proceso neurofisiológicos que se dan en tu cerebro; por el otro, está el contenido mental de lo que tienes en la cabeza (el pensamiento Aristóteles era un genio o la experiencia visual de estar percibiendo un libro de cierto color). Es como la distinción entre las propiedades físicas de una palabra escrita en papel, como "gato" y su significado, el concepto gato.

Lo que el epifenomenalista plantea es que los cambios en el cerebro producen cambios en el contenido mental, pero nunca al revés. La idea es que la conciencia es un epifenómeno, algo accesorio o secundario que acompaña los procesos cerebrales, pero que no tiene ninguna influencia sobre los mismos. El contenido mental de nuestra creencias no tendría ningún rol causal en nuestro comportamiento: creemos que nos movemos libremente por razones, pero en verdad el movimiento de nuestro cuerpo está completamente determinado por los procesos neuroquímicos que suceden en nuestro cerebro. No es lo que me pasa por la cabeza lo que importa, sino lo que me pasa en la cabeza. A ti te van viniendo pensamientos, recuerdos, sensaciones, percepciones... y mientras tanto tu cuerpo se va moviendo "solo", por así decirlo, de modo mecánico, sin que tú hagas nada.

Del mismo modo, piensan muchos, a lo mejor cierto estado cerebral tiene asociada una sensación subjetiva de hambre o el contenido mental, el significado, Hay manzanas en la nevera. Pero si produce el comportamiento de ir a la nevera, si mueve mis músculos, será por sus propiedades neurofisiológicos, no por tener ese contenido o significado asociado. Quita el contenido, pero mantén el mismo proceso fisiológico, las mismas reacciones neuroquímicas: se dará el mismo comportamiento.

Si la conciencia no tiene en absoluto, como el epifenomenalista piensa, ningún efecto en el comportamiento, ¿cómo podemos comunicar lo que pensamos? ¿Cómo puede el epifenomenalista decirnos lo que piensa acerca del epifenomenalismo, si lo que piensa no puede tener un efecto sobre lo que dice?

Si el epifenomenalismo fuera verdad, prácticamente todas nuestras creencias más importantes serían irracionales. Piensa en algo de lo que estés muy convencido pero que no sea inmediatamente evidente a tus sentidos: que el racismo está mal, que Dios existe o que no existe, que hay que votar o no votar, que la Tierra no es plana, etc. Asumimos que este tipo de cosas las pensamos por ciertas razones, que esas razones nos llevan a concluir tal cosa. Ahora bien, si el epifenomenalismo fuera verdad, el proceso de razonamiento que me lleva de unas premisas a una conclusión sería ilusorio. Tomemos el ejemplo: todos los hombres son mortales, Sócrates es un hombre, luego Sócrates es mortal. En realidad, no creería en la conclusión porque creo en las premisas, sino que creería en la conclusión porque en mi cerebro se dan ciertas reacciones o procesos que van asociados con la creencia Sócrates es mortal. Si el contenido mental de mis creencias Todos los hombres son mortales y Sócrates es un hombre no puede tener un efecto sobre mi comportamiento o estados cerebrales, tampoco puede tener un efecto sobre lo que creo o dejo de creer. Con lo cual mi creencia de que Sócrates es mortal sería irracional, no estaría realmente basada en razones, no vendría de la consideración esas razones, sino que sería producida por algo ajeno a ellas. Su racionalidad sería una ilusión.

Y claro, ¡esto se aplica al epifenomenalismo mismo! El epifenomenalista cree que el epifenomenalismo es verdad por ciertas razones, y si le das la oportunidad te las va a exponer. Pero si el epifenomenalismo es verdad, todo esto es ilusorio: en realidad, el epifenomenalista no puede creer lo que cree basado en razones, porque las razones no puede tener ningún efecto en sus estados cerebrales. Con lo cual, si el epifenomenalismo es verdad, creer en el epifenomenalismo (y en cualquier cosa) sería irracional; es más, sería imposible la ciencia. Estoy dispuesto a fiarme de lo que el científico piensa porque, asumo, ha hecho una serie de experimentos en los que ha tenido ciertas observaciones que le han llevado a ciertas ideas de las cuales ha sacado lógicamente tales conclusiones. Pero todo esto, de nuevo, asume la falsedad del epifenomenalismo. Por si fuera poco, el científico pasa por un montón de deliberación y decisiones acerca de qué experimento hacer, cómo plantearlo, qué participantes seleccionar, qué variables medir, cómo registrar los datos, cómo expresar los resultados, etc. Si, como plantea el epifenomenalista, realmente el científico no tuviera ningún control racional sobre nada de esto (sobre su propio cuerpo y su movimiento, sin ir más lejos), ¿estaría realmente haciendo ciencia?

Que no sepamos explicar cómo lo mental afecta lo corpóreo no quita que, de hecho, lo haga. Al fin y al cabo, el materialista sigue teniendo un problema de la interacción, solo que inverso, y a primera vista parece igual de insoluble: ¿cómo puede lo material afectar lo mental, producir pensamientos o sensaciones subjetivas, generar un punto de vista en primera persona? El materialista se encoge de hombros: lo hace y punto. dice, cómo lo hace es otra cuestión separada que ya veremos de qué manera resolver. Si esta es una respuesta legítima por parte del materialista, también tendría que serlo por parte del no-materialista.

El filósofo Alvin Plantinga (¡sí, el de «filosofía es pensar sobre algo, pero muy fuerte»!) tiene un argumento muy interesante a partir de la evolución que puede usarse en contra del epifenomenalismo. Lo que la evolución selecciona en un organismo son rasgos que contribuyan a producir comportamiento adaptativo, esto es, que lleven a la supervivencia y la reproducción. Pero, según el epifenomenalismo, el contenido mental de nuestras creencias no tiene ningún rol causal en el comportamiento. Un estado o proceso cerebral produce comportamiento por sus propiedades neuroquímicas, no porque vaya acompañado de un contenido mental concreto (del pensamiento Las flores son bonitas o la sensación subjetiva de hambre).

Ahora, si esto es así, el contenido mental de una creencia es completamente irrelevante con respecto a si mi cuerpo se mueve de la manera correcta para sobrevivir y reproducirse. Si se dan en mí los procesos cerebrales adecuados, voy a huir del oso tanto si esos procesos van acompañados de la creencia Me persigue un oso, ¡a correr! como si lo que pienso es que estoy sentado tan tranquilo en mi despacho escribiendo un libro. Bajo el epifenomenalismo, pues, el contenido y la verdad de una creencia son invisibles a la selección natural, porque no tienen ningún efecto causal en el comportamiento.

De este modo, la evolución tenderá a favorecer cerebros que produzcan, sí, comportamiento adaptativo, pero no va a tener ninguna preferencia por cerebros que generen, en su mayoría, creencias verdaderas. Esto último quedará a la suerte. Con lo cual, plantea Plantinga (Plantinga plantea), bajo el epifenomenalismo, la probabilidad de que nuestro cerebro, producto de la evolución, genere mayormente creencias verdaderas sobre el mundo es baja o inescrutable. En cuyo caso el epifenomenalista que cree en la evolución adquiere un motivo de peso para dudar de todo lo que piensa acerca del mundo. Resumiendo, la suma de epifenomenalismo y evolución conduce al escepticismo radical.

Resumen del libro ¿Hay filosofía en tu nevera? de Enric. F. Gel