Lo que se le hace a estos pobres animales me parece un escándalo. Acabo de encontrarme un anuncio que me ha hecho reflexionar bastante al respecto, y creo que es algo horrible. Podéis llamarme sensiblero, si queréis, y decirme que la seguridad es lo primero, pero hacerle eso a un perro o a un gato me parece una refinada y novedosa forma de maltrato.
Y lo peor de todo es que da ideas. Si tanto te importa cual es el territorio de tu perro o de tu gato, o que compañías frecuenta, seguramente no te costará tanto traspasar la frontera y arrancar el aparatito del collar para coserlo, por ejemplo, a la parte interior de un bolso o embutirlo en la panza de un bonito peluche llavero, ¿verdad?
Y, mira por donde, el inocente rastreador de mascotas se ha convertido en un rastreador de personas, listo para que cualquier acosador de mierda pueda localizar a la persona acosada. A la novia. Al esposo. Al trabajador. A ese compañero que sabes donde aparca pero no dónde vive, y que no mira los bajos a ver si le han pegado una mierdecilla electrónica.
Con suerte, de manera clandestina. Con menos suerte, mediante amenazas de deplorables consecuencias si el objeto del seguimiento se desprende del aparatito. Y no hace falta comprarlo en la tienda del espía, con dos mascarillas puestas , una gorra y unas gafas de sol: te lo venden los amigos de las mascotas, con suscripción anual a un módico precio, con bonita coartada de serie y soin que tengas que explicar para qué quieres semejante artefacto diabólico.
Es para mi perro, oiga, que se me pierde. Es para mi gato, el muy disoluto.
Ya, claro.