La prisa como elemento de propaganda de guerra

Somos muchos los que nos hemos dado cuenta de que los medios occidentales han renunciado por completo a cubrir el conflicto de Ucrania sobre el terreno. No hay corresponsales de guerra españoles incrustados en las fuerzas invasoras rusas y tampoco entre los defensores ucranianos. Si hay alguno y me lo señaláis, se agradece, porque el caso es que yo no conozco ni uno solo.

No culpo a los periodistas por evitar meterse en el avispero. Pero tampoco me engaño con la calidad de la información que consumo: no sabemos nada. No tenemos ni puta idea de lo que está pasando en el frente. Durante las guerras mundiales, y hace ya más de cien años de la primera, los periódicos de los países neutrales publicaban mejores fotografías e información de más calidad de la que nosotros podemos conseguir ahora.

La propaganda se ha expandido ahora hasta ocuparlo todo, y hasta los más experimentados caen en sus redes psicológicas.

A una de esas redes quiero referirme hoy, porque es una de las pocas que conozco y me apetece compartir ese escaso conocimiento con vosotros: la prisa.

¿No os habéis fijado en cómo todo el mundo dice que los rusos está atascados, que no avanzan, que esperaban conquistar el país en tres días y llevan ya un mes sin conseguirlo? ¿No os habéis fijado en cómo subrayan el daño que las sanciones harán a Rusia, o que el 1 de abril comenzará el reclutamiento de los soldados de reemplazo y eso será un enorme problema para Putin si la guerra sigue en marcha?

Miréis a donde miréis, encontraréis prisa. No digo que esas informaciones sean falsas o carentes de argumento, pero cuando aparece la prisa hay que saber que es un truco. Con trasfondo real o sin él, la prisa en un parte de guerra es siempre un juego de manos. 

Decir que el enemigo va lento, desprestigia al enemigo y tranquiliza a los tuyos.

Decir que no se puede permitir una guerra larga, desprestigia al enemigo y da esperanzas a los tuyos.

Decir que la lentitud de las operaciones demuestra que el enemigo no está a la altura de lo esperado, lo incita a ir más rápido.

Y cuando el asaltante va más rápido, sufre más pérdidas. Porque meter prisa, si se consigue, da ventaja a los defensores y erosiona las capacidades de ataque de los invasores. Esa es la razón fundamental, entiendo yo, de las sanciones: meter prisa.

Si se consigue introducir las prisas en los planes enemigos, todo será menos preciso y más costoso.

Si el invasor no tiene prisa, se sienta junto a la artillería pesada y tritura el país entero sin apenas bajas. Por eso hay que meterle prisa.

No sabemos si los planes occidentales conseguirán introducir las prisas en la mente de Putin, a fuerza de llamarle inútil, incapaz y chapucero. Lo que sí sabemos es que a nosotros ya nos están vendiendo ese concepto, tan actual, tan de esta época de renovación vertiginosa de estímulos e intereses, y que eso ayuda a que no nos enteremos de nada.

La guerra pudo ser más veloz, pero no va despacio. No nos hagamos trampas al solitario.