Es habitual que tertulias políticas, conversaciones de sobremesa o debates en TV giren alrededor de las elecciones que están teniendo lugar en Brasil. Los españoles asistimos con asombro al proceso que va a coronar, con toda seguridad, a un exmilitar, machista y homófobo como presidente del país más grande de América Latina. Asombra sin duda que un hombre al que las cámaras han cazado en multitud de ocasiones haciendo declaraciones machistas, amenazantes o simplemente delirantes pueda tener el apoyo de la mayoría de votantes brasileños. ¿Han olvidado los brasileños los 21 años de dictadura? ¿No valoran ya la democracia?
La respuesta a la segunda pregunta es que, por desgracia, Brasil se encuentra en el último lugar en todos los índices que hacen referencia a la valoración que tienen los habitantes de países latinoamericanos sobre el estado de la democracia en su país (ver informe latinobarómetro 2017,www.latinobarometro.org/latNewsShow.jsp): sólo un 13% está satisfecho con el funcionamiento de la democracia en su país y apenas un 3% cree que el país está gobernado para el bien de todo el pueblo. Podemos identificar pues que hay un enorme descontento con cla calidad democrática del país. Es probablemente consecuencia de tantos años de gobierno de un PT que, no sólo al nivel presidencial (Lula Da Silva) pero a niveles más locales o regionales ha sido tremendamente ineficiente y corrupto. De hecho en el informe citado anteriomente vemos como Brasil es, de lejos, el país de latinoamérica donde la corrupción es percibida como el problema más importante del país por un mayor número de habitantes (el 31%). Es cierto que el gobierno de Dilma Rousseff fue abruptamente finiquitado por la élite económica del país hace ya un tiempo, pero el gobierno de Temer ha demostrado ser mucho más corrupto que el del PT.
Vivimos también en España durante los últimos años de gobierno de Felipe González una situación de hartazgo y percepción de corrupción institucionalizada, con los casos de Roldán, fondos reservados, Mariano Rubio... Por no hablar de la mucho más reciente corrupción institucionalizada del PP. O en Catalunya una situación similar con la corrupción institucionalizada alrededor de Convergència i Unió (Cas Palau). A pesar de todo ello no se oye hablar por ese motivo en España del descrédito de la democracia, ni nadie pone en duda el sistema (si se pone en duda el sistema en España es acaso por el descrédito de la justicia), mientras que en Brasil por lo que hemos visto el descrédito de su democracia es total. ¿Porqué? Petrobras y Odebrecht: Alrededor de esos dos nombres pivotan la mayoría de casos de corrupción de Brasil, que le costaron a los brasileños decenas de miles de millones de euros. Sí, han leído bien. Decenas de miles de millones de euros.
El caso Petrobras es seguramente el principal motivo del descrédito de la política, y de la democracia en general: Los ejecutivos de Petrobras diseñaron un esquema de comisiones ilegales a directivos de la petrolera y a politicos. Sobornos que servían para que empresas que participaban en concursos públicos se aseguraran la adjudicación. Un esquema clásico, que encarece los proyectos públicos, y que acaba pagando de su bolsillo el contribuyente brasileño.
EL caso Odebrecht es similar, aunque se produce en el otro lado de la mesa de contratación: es ahora esta empresa de ingeniería brasileña la que admite haber pagado sobornos (a Petrobras también) por toda América Latina, incluyendo a grupos guerrilleros y a partidos políticos en el poder (incluyendo a Maduro y a Cristina Kirchner).
La corrupción irrita a los brasileños sin duda, pero el tema que afecta más al día a día de todos los habitantes de ese gran país es la violencia. Brasl es un país complejo y violento, donde según la organización no gubernamental 'Fórum Brasileño de Seguridad Pública' se ha pulverizado precisamente este año el récord histórico de homicidios: 175 por día. En España hay unos 300 homicidios... ¡al año! Es interesante en este punto recordar precisamente una escena de la polémica película 'Tropa de élite', donde el protagonista (interpretado por Wagner Moura, archiconocido despues por su papel de Escobar en la serie 'Narcos'), un miembro de la policía militarizada de Sao Paulo, torturaba hasta la muerte a un miembro de un grupo criminal en una favela. Dicha escena se producía cuando por la pantalla habían pasado multitud de muertes, violaciones, amenazas que provocaban que el espectador probablemente respirase aliviado cuando el protagonista ejecutaba, ahogándolo a sangre fría con una bolsa de plástico, al pandillero. No es ética la ejecución de delincuentes sin juicio alguno, sin duda, pero ¿porqué se siente uno aliviado cuando se produce la ejecución? ¿No vivirá gran parte de la población brasileña un hartazgo similar?
Como dice el provocativo título del artículo, vivir en un país hastiado por la violencia y la corrupción quizá nos haría votar como forma de protesta a alguien como Bolsonaro. Notarán ustedes que en ningún caso me he parado a analizar a Bolsonaro: él no es la solución a nada ni es relevante, cuando gane generará la lógica ilusión en sus votantes de que quizá las cosas vayan a cambiar, pero cuando vayan pasando los meses la población verá que la situación no mejora, y seguramente empeorará. Ya se ha demostrado que la violencia del estado contra la delincuencia organizada no ha servido sino para incrementar todavía más la violencia si cabe (el asesinato de Marielle Franco cuando los militares ya llevaban un mes al mando de la seguridad en Río es una triste demostración de que la violencia no es la solución) . Los sucesivos años de gobierno del PT, y la falta de una alternativa de derechas creíble y sin manchas de corrupción ha provocado que la única manera que sientan los brasileños que pueden decir '¡Basta!' es votando por el ultraderechista que no hará sino empeorar las cosas. Y los únicos responsables de ésto son los partidos que han gobernado el país y han dejado que la situación degenerase. Seguro que el PT ha ayudado a mejorar el país en algunos aspectos, pero no podía fallar en los dos temas que comentaba más arriba: la seguridad y la corrupción.
Mañana ganará por desgracia Bolsonaro. Y será una versión más del conocido chiste, donde dos dinosaurios conversan y uno le dice al otro 'He votado por el meteorito, creo que necesitamos un cambio'.