Una película necesaria: Adults in the room (Costa-Gavras, 2019)

Hay películas que tienen la característica de ser, sencillamente, necesarias. Se enmarcan en la categoría casi del deber moral, deben existir y se deben hacer bien. Porque de no hacerse estaríamos omitiendo algo importante, o mejor dicho, estaríamos silenciando algo intolerable. Como aquella metáfora zen que dice que si un árbol cae en el bosque y no hay nadie cerca para oírlo ¿hace algún sonido? Pues si no hay nadie cerca para rodar una película de ello... ¿ha pasado realmente? La historia es silenciada por los que tienen el poder de crear y difundir un relato oficial desde que el mundo es mundo. La realidad sin observadores deja de existir, y la verdad se entierra sin remedio.

Los hechos que narran esta película podrían considerarse actos de guerra. Una guerra económica violenta con consecuencias tangibles y verdaderamente dramáticas en la vida de los ciudadanos y una guerra ideológica que pugna por imponer un relato y una visión monolítica de la política europea.

Adults in the room” o “Comportarse como adultos” en su versión española, es una adaptación del libro de título homónimo del ex ministro griego de finanzas Yanis Varoufakis, que cuenta de primera mano cómo fueron las negociaciones de la deuda griega con la Unión Europea en el año 2015, o más bien con la llamada Troika, una tríada formada por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional. Abarca un tiempo aproximado de seis meses, desde que la agrupación de partidos de izquierda Syriza alcanzó el poder en Grecia con Alexis Tsipras al frente, hasta la proclamación de un referéndum para la aceptación de las condiciones, una vez dadas por finalizadas las negociaciones. La historia sigue a Yanis Varoufakis en sus intentos infructuosos de obtener un diálogo razonable y al mismo tiempo al más alto nivel con personas supuestamente adultas y formadas, que son quienes rigen los designios de millones de ciudadanos europeos.

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El análisis político-económico de estos hechos requeriría un artículo extenso al respecto, y no es lo que pretendo acometer aquí. Lo que pretendo destacar es la sensación, visceral si se quiere, que a uno le queda a ver esta película y la reflexión a la que llama.

Constantin Costa-Gavras es un director comprometido con la verdad de los hechos, célebre es el rótulo con el que se iniciaba una de sus primeras y aclamadas películas “Z” (1969), sobre lo acontecido unos años previos a la dictadura de los coroneles en Grecia a finales de los años 60, que rezaba: “Cualquier parecido con hechos reales, y personas vivas o muertas, no es accidental. Es intencionado. En esta ocasión ese rótulo se hace aún más pertinente si cabe. Lo que consigue inteligentemente en "Comportarse como adultos" es simplemente dejarnos ver, pues es casi una obra documental dramatizada. Muchos de los diálogos y situaciones son literales, recogidos en diarios de sesiones y actas de reuniones. Pero Costa-Gavras no es ambiguo, toma partido por mostrarnos de forma gráfica lo que no se ha mostrado hasta ahora.

Es importante que se haga así por dos motivos, primero para contrarrestar el relato oficial, que siempre nos llega sesgado por unos interesados medios de comunicación y segundo porque hay que verlo y escucharlo en primera persona. Esto segundo es importante porque la percepción de los acontecimientos cambia cuando lo tenemos delante de nuestras narices. En casos como éste, una imagen vale más que mil palabras. Estamos en primera fila para ver y escuchar a esa Europa que miramos siempre desde lo lejos.

Existe una idílica idea romántica de Europa, y muchas veces miramos hacia ella, desde el sentimiento de inferioridad patrio, con el anhelo de encontrar la voz de la razón. Como quien mira a un padre para que le de una sabia respuesta. Buscamos inocentemente a esos hombres y mujeres honorables e ilustrados que nos gustaría velaran por la salvaguarda de todo lo que es justo. No importan las injusticias locales porque nos imaginamos que siempre estará algún tribunal europeo de última instancia que apele a la razón y resuelva todo con inteligencia, madurez, empatía, mesura y elegancia, con apego a la verdad y a la legalidad. En política ocurre algo similar, en el imaginario colectivo Europa es sinónimo de países desarrollados y dirigentes formales.

Entonces es cuando, a través de películas como ésta, se nos abre la puerta de la sala de reuniones donde están esos hombres y mujeres representando a sus países y se nos da un bofetón con la mano bien abierta para enseñarnos la realidad cruda, casposa, infantil, mediocre, espuria, cobarde y corrupta que existe entre bambalinas. Unos dirigentes comportándose de forma tremendamente agresiva, cruel y condescendiente sin que nadie diga una sola palabra para frenarlos.

Uno puede imaginarse las cosas, no conforme con el relato oficial, puede seguir al dedillo la información por los canales más rigurosos y contrastados por diversas fuentes y hacerse una idea más o menos fiel de los hechos. Pero una cosa es hacer eso y otra cosa bien distinta es verlo con tus propios ojos. Abrir esa puerta y ver y oír de primera mano lo que ocurre. Es entrar en la fábrica de salchichas. Y las náuseas no se quitan fácilmente, lo aseguro.

Recomendable sólo para mentes serenas. Hay que respirar profundamente, contar hasta diez y reflexionar no sobre qué es Europa sino quiénes son Europa.