¿Se preocupan de decir siempre la verdad? ¿Se sienten mal si alguna vez no son completamente sinceros? Si su respuesta es sí, quizá sea una especie en peligro de extinción. Un grupo de científicos de una universidad de Países Bajos y otra de Estados Unidos han descubierto que la verdad cada vez es más irrelevante. Este fenómeno no ha dejado de incrementarse en los últimos 40 años. Es decir, que la gente cada vez le da menos importancia a que le mientan.
¿Y qué queda entonces en el discurso público si se le retira la verdad y la racionalidad? Al parecer, lo que gana terreno frente a lo verdadero es la emoción y la intuición. En cierto modo, es una buena noticia para quien sea capaz de actuar. Da igual lo que digas, empieza a ser más importante cómo lo digas. Da igual su procedencia, déjate guiar por la intuición y sácate un buen argumento de la manga, añádele una buena dosis de emociones, ponle pasión, haz reír o rabiar, pero no te quedes en un discurso plano y, si lo consigues, serás popular, con verdad o sin ella.
Si cada vez hay más empresas dedicadas a detectar noticias falsas y bulos es porque cada vez se difunden más mentiras. Para conocer todo esto no era necesario que viniera ningún estudio universitario a decirlo, aunque no está mal que se haya podido confirmar por parte de un estudio estadístico. Lo que sí me parece relevante es que nos estén tomando el pelo todo el rato y nos dé absolutamente igual.
Es también interesante conocer cómo en ese discurso público, ha empezado a cambiar el yo por el nosotros. Quien habla no lo hace solo en su nombre, sino que se reivindica como el portavoz de un colectivo que quiere, además, integrar al receptor, una de las claves de cualquier argumentación.
El problema es que el atropello de la verdad no lo está haciendo el bocachancla que habla en el bar al que solo escuchan los tertulianos de un momento concreto. Lo grave es que los que deberían dar ejemplo, aquellos que nos representan públicamente, de uno y de otro lado, están limpiándose el trasero con la verdad todos los días sin que después se atisben penalizaciones entre la opinión pública.
Si yo a veces me siento mal por ocultar algún dato o por pronunciar una mentira piadosa a nivel familiar sin repercusión, ¿qué tipo de conciencias tienen quienes lo hacen a gran escala y todos los días? Sea como sea, yo sigo confiando en que la verdad es siempre el camino correcto, el que a la larga evita más problemas y me hará dormir cada noche más tranquilo. Queridos lectores, defiendan la verdad y luchen por ella porque todo lo demás es entrar en terrenos peligrosos. Si nuestros mayores nos enseñaron aquello de “se pilla a un mentiroso antes que a un cojo”, algo de razón llevarían, a lo que yo sumo que lo de que la vida es puro teatro solo queda bien en la canción.