Opinión sobre el referendum catalán de alguien a quien se la soplan las patrias

Todo el mundo está dando su opinión sobre el referendum catalán, así que vamos a hacer lo propio. Como premisa, debo decir que jamás he podido entender ni sentir esto del amor a las patrias. Supongo que es como enamorarse: o te nace espontáneamente o no te nace. Y en mi caso, a lo largo de mi vida sólo he podido amar aquello que me resultaba tangible a través de la mente, el corazón o los sentidos. Personas, ideas y creaciones de la naturaleza o de esas personas donde se percibe una belleza universal, de la que no requiere un concreto lenguaje para ser admirada, sino que puede ser traducida y regalada a cualquier individuo. El concepto de patria no encaja ahí, y por tanto siempre me fue indiferente.

Partiendo de lo anterior, se me ocurre lo siguiente:

-Soy incapaz de encontrar diferencias entre el PP y la vieja CIU. Son partidos corruptos hasta la médula, neoliberales, con cúpulas que usan las instituciones para forrarse, que imponen recortes y medidas antisociales para satisfacer a los poderes económicos que les dan de comer...y que usan banderas para tapar sus vergüenzas. Ambos, como tantos antes, prostituyen sus respectivas patrias y agitan sus banderas para que la gente se entretenga mirándolas mientras les roban la cartera.

-Cuanto más pequeño es un territorio, más posibilidades hay de que la corrupción campe a sus anchas. Allí donde altos jueces, políticos y empresarios comen en las mismas marisquerías y juegan al golf en los mismos campos, la posibilidad de que el compadreo entre ellos pudra el sistema es mucho más cierta. En Murcia lo sabemos bien. Por tanto, no entiendo en qué medida la independencia solucionaría los problemas de Cataluña. Desde luego, CIU la busca para convertir esa tierra en el feudo de los herederos de Pujol.

-Del mismo modo que CIU y el PP se parecen enormemente, los problemas de los catalanes y los ciudadanos del resto del Estado son sumamente similares. En lugar de dividirnos, lo lógico sería luchar juntos para solventarlos. Luchar para que España se quite de encima a la mafia que gobierna Madrid, y Cataluña a la mafia que engendró Pujol en su día. Hacerlo por separado sería mucho más difícil.

Como digo, las patrias me dan exactamente igual y no me generan sentimiento alguno, pero desde un punto de vista práctico no tiene sentido abandonar el país bajo la égida de un partido tan miserable como el que gobierna España y que, en su pequeño nuevo Estado, tendrá muchas más posibilidades de pervertir sus nuevas instituciones dado su reducido tamaño. Si el Gobierno catalán fuese ejemplo superlativo de virtudes morales, entendería que los ciudadanos deseasen formar su Estado para vivir en el progreso, la transparencia y la justicia que no tenemos en España...pero no es el caso.

-Entrando en lo jurídico, es indudable que el referendum es inconstitucional. Además, en las condiciones en las que se celebrará carece de las garantías elementales para que su resultado pueda tenerse en cuenta desde un punto de vista político (centros de votación identificables y conocidos por cualquiera, censo controlado...). Pero aferrarse a este argumento para limitarse a reprimir la consulta sin ofrecer alternativas, nos lleva a que el número de independentistas siga creciendo cada vez más. Y sería insostenible acabar manteniendo en el Estado por la fuerza a un territorio donde, por ejemplo, el 70% de la población quisiera irse.

-Partiendo de lo anterior, la solución está en tomar las medidas que hagan sentirse cómodos dentro del país a una mayoría de catalanes. Entre ellas estarán las relativas al autogobierno, los símbolos y demás referentes patrióticos, pero desde mi punto de vista, las más relevantes son las que mejoren la calidad democrática y la justicia social del Estado. Mostrar a los catalanes un sistema del que puedan sentirse orgullosos, con el buen gobierno, la transparencia y el trato digno a los ciudadanos que tan poco gustan a CIU y PP. Ofrecerles un Estado que camina hacia el progreso y donde cada individuo es protagonista del futuro colectivo. Ofrecerles, en definitiva, lo que ni Rajoy ni Puigdemont podrán darles jamás.