#olimpiadasno gracias

A raíz de la posibilidad de realizar unas olimpiadas de invierno en el Pirineo, los gobiernos de Aragón y de Cataluña se han enzarzado en una polémica sobre quien debe convocarlas y con que nomenclatura, incidiendo en si ésta debe ser conjunta, de Barcelona y Pirineos, o con un "liderazgo" de Cataluña. En realidad todo este debate supone —de nuevo— el llamar a los ciudadanos de a pie —sean aragoneses, catalanes, o de cualquier otro punto de España—, a un enfrentamiento por la consecución de unos intereses que no solo no les benefician sino que además les perjudican. Aquí podemos ver algunos titulares del Heraldo de Aragón con el viejo truco de personalizar regiones:

"Azcón: “No nos merecemos que la Generalitat insulte a Aragón y lo relegue a una posición secundaria”

Lambán: "No toleraré faltas de respeto hacia Aragón ni por parte de Cataluña ni por parte de nadie"

Mientras tanto, en catalán también podemos encontrar la personalización de territorios, por ejemplo en vilaweb:

El batlle de Saragossa titlla d’insult el lideratge de Catalunya als Jocs Olímpics d’Hivern de 2030

Por otro lado, basta un paseo por Twitter para encontrarse con exaltados de uno y otro lado que "argumentan" con "razones" como que ya están otra vez los catalanes "robando" a los aragoneses, o que estos son unos aprovechados sacando "beneficios" de lo mucho que pagan aquellos. Triste.

Y a todo esto, ¿qué pasa con el Pirineo? Por razones personales, lo conozco muy bien. Cuando era niño, veraneaba con mis padres en el maravilloso (y Patrimonio de la humanidad) valle de Ordesa y Monte Perdido. Eran unos tiempos en los que tirábamos de tienda de campaña un mes y en pleno agosto sabíamos muy bien que por la noche hacía frío y siendo verano tenías nieve a menos de un kilómetro del camping. Desde entonces, las campañas para identificar esa magna cordillera con las pistas de esquí, la popularización de la práctica de coger el coche para pasar el "finde" en los valles más agrestes (casi parece que si no subes al refugio de Góriz en la ascensión del Monte Perdido, o no te haces un selfie en el paso de Mahoma del Aneto no estás en el Pirineo) han convertido una zona natural que debería ser un orgullo para todos los españoles, en un parque temático en el que los rescates (y por desgracia accidentes mortales) son frecuentes y en donde se está extendiendo lo que yo denomino turismo de playa en la montaña, son sus hoteles gigantes y sus macroinstalaciones relacionadas con las pistas de esquí. La pérdida de nieve, el debilitamiento de las especies animales, y "el buen tiempo", como llaman muchos medios a una climatología en pleno invierno que en realidad asusta por su componente de crisis climática, es evidente y constituye un deterioro del ámbito natural, obvio para cualquiera que conozca la zona o simplemente esté informado de las consecuencias de la contaminación y un turismo destructivo. Por lo que a mi respecta, ya evito en días de fiesta el Pirineo más agreste, incluso algunas zonas cercanas como los espectaculares mallos de Riglos. La cantidad de gente y el impacto de muchas personas (no todas, pero sí un número considerable de ellas) que no entienden ni respetan un entorno a la vez tan majestuoso y delicado me entristecen y alejan del disfrute en equilibrio con la naturaleza.

En este contexto, ¿qué supondrían unos juegos olímpicos? En mi opinión, con más obras, impacto directo y fortalecimiento del turismo de masas, bien podrían ser la puntilla de una zona que nos está avisando de su zozobra. Un modelo que nos permitirá "disfrutar" del "buen tiempo" no mucho más y que cuando acabe destrozado como el Mar Menor, amén de otras cuestiones como las restricciones al consumo de agua , nos llevarán —de nuevo— a preguntarnos ¿qué ha pasado? Os adelanto mi respuesta: que el cortoplacismo de unos intereses muy particulares nos habrá llevado de nuevo al perjuicio general. Y ahondando en la herida, en vez de pedir cuentas a quien debe darlas, nos habremos enfrentado entre vecinos.

Mientras tanto, sigo disfrutando la naturaleza y admirando los Pirineos, testigo de la incapacidad humana de aprender de sus errores antes de que sea tarde. Conozco unos cuantos lugares que permiten apreciarlos en soledad, porque el grueso del turismo tiende a ir a donde las campañas publicitarias le ordenan. Y desde estos lugares secretos, donde no hay hoteles, observo los orgullos picos mientras pienso en que las Olimpiadas no les benefician y por tanto tampoco a nosotros. Si estáis de acuerdo conmigo, os invito a que en su nombre y el nuestro, gritemos juntos todos los amantes de la naturaleza, seamos de Aragón, Cataluña, de cualquiera de sus pueblos o de otras regiones, —pues por encima de las banderas con las que nos entretienen están las personas y su entorno— ¡ #olimpiadasno , gracias!