Hace unos meses un amigo volvió de pasar unos días de vacaciones en Sarajevo. Viajó sólo y aparentemente no obtuvo ayuda para organizarse y planificar su estancia por aquellos lares. Viajó, como dicen, de "mochilero".
Después de tal viaje tocaba, por supuesto, compartir la experiencia y a ser posible con un gran número de personas presentes ya qué la esencia misma de viajar es compartir el conocimiento, ofrecer a los demás lo que te ofrecieron a ti en tierras lejanas.
Quizás esa sea la razón por la que tanta gente nos advierte eso de "necesito viajar" o "viajar es lo que le da sentido a mi vida", lo podemos ver en cualquier perfil de Instagram, Tinder o incluso LinkedIn.
Este "traveller" era una de esas personas y si, sobre su mochila se podían observar numerosas chapas de todos y cada uno de los lugares que había visitado. Imagino que eran tantas como imanes tenía en su nevera o álbumes publicados en Facebook.
Volviendo al momento de compartir sus andanzas en la capital de Bosnia y Herzegovina, el aventurero viajero narró sus experiencias presidiendo una mesa de unas diez personas. Personas que por cierto, se dieron cita en el lugar para cenar y no para asistir a una charla sobre las bondades de viajar en solitario.
A modo de entrante junto al pan de ajo pudimos escuchar un poco de historia sobre la guerra de Bosnia y los acontecimientos que llevaron al asedio en Sarajevo. Un tema interesante sin duda, pero un tanto familiar, quizás muchos de los presentes lo habíamos leído en la Wikipedia.
Después de conocer a los responsables del conflicto y a las partes implicadas llegaron las bravas, e irónicamente aquel chorrazo de kepchup coincidió con unas fotos que nuestro traveller había sacado a las Rosas de Sarajevo, unos cráteres en el asfalto provocados por morteros que un artista rellenó con resina roja para recordar a las víctimas.
Estaba siendo una cena amena, y obviamente los comensales teníamos unas cuantas preguntas, ya que teníamos la gran suerte de compartir mesa con un auténtico viajero curtido por los kilómetros a sus espaldas. Y así, los más distraídos preguntaron por las comidas típicas del país, otros por los monumentos y yo, por variar, pregunté por la gente, esperando una respuesta tan profunda como su conocimiento sobre la parte bélica de "su" historia.
Y ahí es donde aquel aire aventurero se enfrió, como el plato de zarajos que no sé quién pidió pero nadie tocó. Rimas a parte, su respuesta fue literalmente:
-Pues muy maja, la verdad.
Que mejor que asentar educadamente ante tal declaración. Pero yo, aún sabiendo lo que estaba pasando realmente, decidí apretar ligeramente sus pelotas preguntando por las secuelas sociales de aquel conflicto que él conocía tan al detalle.
-Pues se nota, claro. Aunque han pasado años la gente recuerda aquello y si, se nota.
Si bien nuestro travelman apenas había probado bocado durante la velada, en ese momento engullía las sobras como si el conflicto bélico estuviera a punto de llegar allí, en medio del bar. Y como buen ser humano cuando se incómoda, atacó, y lo hizo de una forma que un buen viajero, con tanta cultura absorbida, no lo hubiera hecho:
-Hostia, tú no has salido de España, no? Maemia macho.
Yo por aquella época es cierto que no crucé ninguna frontera, pero le dije que pase unos días en Cuenca. Y aprovechando la inercia de su prepotencia le pregunté amablemente que qué países había visitado.
-Buah, a ver si me acuerdo de todos... Mi primer viaje fue a Nápoles... Después creo que fui a Crackovia... Si, Cracovia. Estuve en California, Toronto, México... Antes de Sarajevo estuve en Praga y bueno, de Erasmus en Suecia.
Sé que fue de mala educación y fuera de lugar, pero mi respuesta salió del alma:
-Y si has viajado tanto y has conocido tantos lugares, cómo sigues siendo tan gilipollas!?
He de decir que conozco a esta persona desde casi que nacimos. No pretendía provocar un enfrentamieto "serio". Y entre amigos solemos ser muy directos y soaces. La cuestión es que ésta historia se puede ver a diario en cualquier lugar y en cualquier ámbito social.
Alguien en algún momento nos vendió la moto de viajar, igual que nos vendieron la navidad, San Valentín, Halloween, el día del padre, de la madre, etc. Y ahora vemos cientos de miles de personas que relacionan erróneamente viajar con la cultura, la experiencia, la espiritualidad o cualquier otro concepto que suene bien.
Y no, la mayoría de personas que viajan por placer no conocen la cultura de dónde van, ni a sus habitantes reales, lo hacen por puro postureo. Tan solo son productos que generan beneficios a muchas personas ajenas al pueblo donde se dirigen. Lo hacen a las agencias, a las aerolíneas, a los hoteles, y con suerte a algún local que venden merchandising cutre en forma de llavero.
Y bueno, en lo referente a la contaminación y los daños y molestias a los habitantes de cada lugar, ya ni hablamos.