Hace unas horas, en una conversación sobre el pseudo-caso Dina con alguien a quien aprecio me dijo que en las próximas elecciones se abstendría, porque todos los líderes de partido, por unas razones o por otras muy diferentes, le parecían decepcionantes. A mí aquella frase me produjo una tremenda irritación que he tardado en metabolizar, y comprender, aunque pronto acudieron en mi ayuda dos imágenes que he recordado. Una es una gráfica económica, otra es la de Jorge Javier Vázquez. La gráfica está expuesta al final de este artículo, y explica lo siguiente mientras que el incremento del PIB en EEUU ha sido desde 1996 casi constante, la participación en este incremento de las clases medias americanas no es que no haya mantenido ese ritmo, es que ha disminuido de forma imparable. Datos similares encontraremos para otros países de occidente, por ejemplo esta segunda gráfica elaborada por Kiko Llaneras para Jot Down sobre España que a mí me resulta escalofriante:
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Muestran de modo muy claro que los incrementos de riqueza en Occidente han sido acaparados, en los últimos 30 o 40 años, fundamentalmente, por una proporción muy reducida de la población, la que poseía ya el poder económico en esos países. No hay que ser muy avispado para darse cuenta de que tal cosa no es un producto del azar, sino resultado del control que tiene ese porcentaje de la población sobre la toma de decisiones políticas y económicas tanto de gobiernos occidentales (desde los gobiernos neoliberales de las derechas a las socialdemocracias de “tercera vía” de Blair, Schroder y compañia) como instituciones internacionales como el FMI. Baste leer con respecto a este último organismo el despiece cruel que realiza el premio nobel de Economía Joseph Stiglitz en su libro “El malestar en la globalización”. La frustración , la decepción y la rabia cada vez más extendida en nuestras sociedades no tiene si no ese origen. Las generaciones jóvenes se saben condenadas a vivir peor que las anteriores, las rentas medias viven aterrorizadas por el miedo al desclasamiento y caer, en una de la recurrentes crisis, al escalón de los olvidados. Esto y no otra cosa es el meollo, el corazón de lo que nos pasa, y cualquier reflexión sobre la política, diaria o cada cuatro años debería recordar esto en cada momento.
Plantearse la politica en terminos de amor u odio a determinadas personas, en su grado de simpatía, de habilidad o torpeza comunicativa, de seducción personal, de ser desagradable, coherente o elegante es dejarse engañar, desconocer el núcleo de lo que nos jugamos y asumir implícitamente que la política es un espectáculo más, un producto de consumo mediático como la televisión de sobremesa o el fútbol . Resulta irónico que alguien que ha triunfado con programas como Sálvame en un medio como Tele 5, Jorge Javier Vázquez, tuviera que recordarnos a gritos que despejáramos la enésima nube de humo con que la derecha intenta, y consigue muy a menudo, desviar los debates públicos, a cuestiones tangenciales, personales, programadas; que tuviera que exponerse al linchamiento social para señalarnos que lo importante está en otro lado.
Porque de lo que se trata en la lucha politica entre izquierda y derecha en estos tiempos no va si Pablo Iglesias es un macho alfa o sobre si tiene derecho no en vivir donde vive con su mujer, no. Es, estimado amigo, sobre si hay posibilidad de revertir esta tendencia de varios decenios ya que está destrozando las clases medias, las posibilidad de sociedades justas y meritocráticas, el derecho a que los mejores se vean recompensados por su esfuerzo. Y lo demás es una inmensa tramoya, un escenario de cartón piedra que se arma todos los días, atrezzo mediático expuesto de forma concienzuda para agitar sobre el escenario otros debates, más coloridos, mucho más divertidos, mucho más emocionales ( el odio, la identificación, amigo y enemigos, banderas, cómplices, policías y héroes) : la política en España y sospecho que en países como en EEUU es un producto de consumo televisivo calculadamente banalizado.
Que Eduardo Inda sea el paradigma , y el origen a veces, de este empobrecimiento del debate político ( la imposición de su presencia constante en medios de máxima audiencia a pesar de las condenas contra su mala praxis profesional) es lógico. Es un periodista procedente de un tipo de prensa concreto, la prensa deportiva de consumo rápido, fast food informativo. Rellenar quince, veinte páginas de texto todos los días sobre un deporte en el que lo real ocurre en hora y media una o dos veces a la semana requiere habilidades específicas, lo hemos visto aún mejor durante la pandemia: la sección de deportes se redujo pero todavía ocupaban minutos de informativos sobre un asunto que simplemente no estaba sucediendo, el hecho deportivo, el enfrentamiento, el match.
Eduardo Inda , periodista deportivo, conocido por su cercanía al presidente del Real Madrid y de la constructora ACS, es una elección perfecta para alimentar incesantemente un caudal de noticias, (ciertas o no ciertas, con condena judicial en contra o a favor, eso es indiferente, y barato, muy barato ) polémicas, broncas, triviales o con el único anclaje de la identificación y el odio. Qué prefieres Real Madrid o Barcelona: con razón o sin ella a mí la Legión. Árbitros caseros o comprados, machos alfas, feminazis , banderas rojigualdas o esteladas, podemitas o voxeros). La prensa fast food deportiva se alimenta de estas identificaciones primarias, y vive muy bien de ello, funciona. Es la dimensión fatua, bidimensional, una escena entretenida en incesante cambio que asegura silenciar otros debates.
El periodismo deportivo no cuestiona las reglas (gracias Helisan), que son fijas, externas, marcadas por jueces y federaciones que están en una dimensión diferente a la del titular del día. Los periodistas que alimentan polémicas sobre políticos replican las polémicas sobre jugadores de fútbol, pero las reglas son las que son. Como el reparto de la riqueza en el debate político degradado hay cosas que no se cuestionan.
Y por eso , a mi conocido, que olvida todo esto, que se ha dejado arrastrar por este espectáculo de marionetas bien pagadas, le recuerdo, aquello de que es la economía, estúpido amigo, es el reparto de la riqueza que producimos entre todos, es el futuro de nuestras sociedades y de nuestros hijos lo que nos jugamos en política, y lo demás , es prensa de colorines que no deberías tomarte en serio, por tu propio bien.
Si quieres divertirte con ello, adelante, pero al final, usa la papelera.
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