Hernán Cortés era un extremeño de Medellín que viajó a América para labrarse una fortuna. Cuando estaba viviendo en Cuba, conoció a la abulense Catalina Suárez a principios del siglo XVI. Catalina llegó a la isla como parte de la corte de María de Toledo, esposa de Diego Colón, hermano del descubridor de América, y pronto estrechó lazos con Cortés, que a la sazón poseía una hacienda y trabajaba como escribano.
El matrimonio entre ambos se celebró en 1514 y el historiador mexicano Juan Miralles sostiene que el extremeño se vio abocado a él por presiones del hermano de Catalina y del gobernador de Cuba, Diego Velázquez de Cuéllar (que lo llegó a apresar mientras se decidía a sellar el compromiso). Las crónicas de la época señalan que el enamoramiento era evidente y que llevaban "una vida feliz" hasta que en 1519, Cortés partió en una expedición para explorar tierra firme. Lo que era en un principio un viaje de investigación, pronto devino en una misión de conquista bajo el mando del extremeño, que ya era conocido por su carácter violento y sanguinario.
Su cuñado, Juan Suárez, que estaba a cargo de los bienes de Cortés, pronto le siguió en su misión y fue testigo de las relaciones románticas (y de otras índoles) que tenía el conquistador con doña Marina, también llamada la Malinche, una joven indígena que servía a los españoles como guía e intérprete. Ella fue una de las veinte jóvenes que recibió la expedición española como regalo por los indígenas de Tabasco tras la batalla de Centla y le dio un hijo.
Tras culminar la conquista del territorio mexicano, Cortés le pidió a su cuñado que fuera a por su mujer y la llevase a México (según otras fuentes, la esposa fue a buscar al conquistador motu proprio). Cuando Catalina desembarcaba en Veracruz, la Malinche ya había dado a luz al primer hijo varón del conquistador, al que llamaron Martín Cortés una vez fue reconocido como hijo legítimo por el Papa unos años más tarde.
Dicen las crónicas que Catalina Suárez se enfadó con su marido pero que accedió a retomar su relación, probablemente motivada por las grandes riquezas que había acumulado durante la conquista del territorio azteca. Al poco de nacer su hijo en Coyoacán, desde donde el extremeño gobernaba un territorio que llamaron Nueva España, el conquistador abandonó a la Malinche, aunque siguió teniendo numerosas amantes que no ocultaba, ni a esta ni a su esposa.
En 1522, Hernán Cortés organizó una fiesta en su casa en Coyoacán y tras el baile discutieron agriamente él y su esposa, delante de todo el mundo. Hay fuentes que narran que el extremeño fue quien dio la voz de alarma porque pensó que se había desmayado, y algunos testimonios indicarían que la mujer había sido asfixiada hasta la muerte.
Los desmayos eran relativamente habituales para Catalina, ya que su salud empeoró durante su estancia en México. Ya era asmática pero la altura y la sequedad de la zona tuvieron que empeorar sus dolencias. Una de las cosas que hacían para reanimarla podía ser agarrarla del cuello y es posible que eso diera pistas erróneas acerca del papel de Cortés en el fallecimiento de su esposa.
La prisa del conquistador en enterrar a su esposa ayudó a dar alas a los rumores acerca de la posibilidad de que Catalina hubiera sido asesinada. De hecho, la familia de la mujer no pudo llegar a ver el cuerpo, y mucho menos a velarlo, como era habitual ya que fue enterrada pocas horas después de hallar el cuerpo.
Años después, la madre de Catalina denunció a Hernán Cortés tanto por la muerte de su hija como por los bienes gananciales del matrimonio. Ambas denuncias quedaron archivadas, después de que los testigos se contradijeran una y otra vez. No obstante, el conquistador pagó una indemnización a sus herederos y la sombra de la duda le siguió hasta 1545, cuando se sobreseyó el caso.
La vida sexual de Cortés fue derivando hasta que prácticamente convirtió su casa en Cuernavaca en una especie de harén en el que se juntaban mujeres de diversa índole. En total, el extremeño reconoció a once hijos de seis mujeres distintas, incluyendo seis de sus segunda mujer, Juana Ramírez de Arellano, que conocía de sobra sus infidelidades.
Sus enemigos aprovecharon este tema, junto con su ocultación deliberada de todo lo que tenía que ver con las suspicacias sobre la muerte de su primera esposa en las cartas al rey, y su descrédito se intensificó con el tiempo. Fue especialmente destacada la imagen negativa que se tuvo de Cortés sobre todo a partir del siglo XIX, pese a que no hay datos concluyentes de que asesinara en efecto a Catalina.
Hoy en día se acepta la versión de que Catalina Suárez falleció por el asma, ya que nunca se han llegado a hallar muestras contundentes de lo contrario por mucho que digan las series televisivas. Sin embargo, sí que sabemos que Hernán Cortés tenía un carácter violento y hay testimonios de que la maltrataba.
Si os interesa, además de lo que os he enlazado, podéis leer más en Sobre leyendas, Temas de historia y actualidad y por aquí, que para mí es un relato bastante completo.