Mazón y su chaleco rojo

Con su gesto fruncido y su mirada perdida, parece un niño después de una travesura, consciente de que algo había salido mal, pero sin saber aún exactamente qué. Los ojos vagan, y en su rostro se dibujaba esa mueca que mezcla confusión y un leve temor, como si esperara la inminente revelación de su error.

Con su chaleco rojo, como un visitante en la fábrica de cerveza, esperando incómodo con esa prenda ajena como si pesara sobre él. Requisito para seguir al guía que lo llevará por el laberinto de máquinas y procesos sin entender nada, salvo que de alguna manera, gracias a ese chaleco al final del recorrido lo esperaría un vaso lleno de ese jugo que sabe a victoria.

Pero esta vez, con su chaleco rojo, cuando se acerca el vaso el olor es diferente. Una pestilencia extraña, punzante, capaz de revolver el estómago. Frunce el ceño y se queda mirando el fondo de un vaso que cada vez parece más oscuro.