El marxismo cultural es un mito oscurantista que pretende transmitir la idea de que el fantasma del "neocomunismo" (idea oscura y confusa donde las haya, a la manera de Descartes) está recorriendo Europa (y el mundo!) de nuevo, y que los partidos políticos de izquierdas indefinida o fundamentalista para asustar a los socialdemócratas (social-fascistas, que diría Lenin) y que se crean que les van a quitar el piso de la playa, la mujer y al perro y que van a instaurar la dictadura del proletariado si acceden al poder y consiguen formar parte del gobierno.
Más detalladamente, el relato que acompaña a esta idea es el de que Lenin y Stalin han resucitado, que los comunistas han salido de su tumba, se han recauchutado vía Gramsci y que están ganando una supuesta "guerra cultural" y está siendo capaz de conquistar la mente y los corazones de los votantes (sobretodo los más jóvenes) y que el trabajo de conquistar los cielos está ya medio alcanzado —por estar ganando la guerra cultural— aunque no consigan votos ni pa colocar a la parienta en la administración. Lo más gracioso es que la "guerra cultural" ya la ganó la CIA en los 80 mediante el Congreso por la Libertad de la Cultura y consiguió enterrar a los partidos comunistas de Europa, que sí que representaban un peligro real para EEUU por la existencia de la URSS y la posible expansión del imperio soviético más allá de Berlín Este.
Para empezar, a Gramsci hay que interpretarlo en un contexto marxista-leninista y no hacerlo es una cagada de entrada. Cualquier lectura posmoderna sólo debe producir carcajadas (y que el italiano se revuelva en su tumba). Lo mismo debe ocurrir con cualquier lectura posmoderna de Marx, como la que hizo Laclau negando explícitamente la dialéctica materialista que ascendencia Hegeliana (tésis — antitésis — síntesis) como elemento que permite estudiar la Historia de las sociedades humanas y las sociedades políticas desechándola y sustituyéndola por la creación de mitos y de grandes relatos que expliquen el desarrollo de dichas sociedades para así construir "el pueblo" (Volk), recuperando para ello el vitalismo de la 2ª Internacional profundizando en la democracia liberal radicalizándola. Esto es a grandes rasgos la "estrategia socialista y hegemonía" tal como lo definió Laclau y ex-alumna y esposa Chantal Mouffe. Es decir, inventando una "historieta" (relato) que se suele basar en historiografía barata, cabalgándola mediante sus contradicciones (con mucha cara dura, porque el relato no suele coincidir con la realidad) y teologizándolo mediante hipostásis a modo "espíritu del pueblo" (Volkgeist), que nace, que brota de espíritu de los plebeyos (sólo de los "buenos", los que votan en consonancia, claro está) constituirá "el pueblo elegido" mediante la sentimentalización de las masas que será guiado hacia una nueva nación (o proceso constituyente, a lo Toni Negri) por un profeta, por un férreo un mesías que hace las veces de puente entre lo humano y lo espiritual con el fin de judicializar una razón dialógica (que no dialéctica, ni técnica —nótese que esto implica que el fin justifica los medios—) para penetrar en los sistemas de decisión políticos y administrativos de la ruinosa, maltrecha y despreciable nación existente encadenando para ello demandas heterogéneas asumibles por las instituciones previas a modo de arriate homogéneo que rompa el portón del castillo y se pueda asaltar el cielo.
Esto está más cerca del fascismo un fascismo de ascendencia peronista que de cualquier cosa parecida al marxismo, ya que si no te has dado cuenta, ni se nombran cosas como "clase obrera", "relaciones de producción" o "dialéctica de clases". Resumiendo, esta cosa mal llamada "marxismo cultural" no es nada relacionado con el marxismo si no posmodernismo que cuando se combina con las ideas populistas de Laclau sacadas de un marxismo reinterpretado entre borracheras y sesiones de psicoanálisis Lacaniano da como resultado un protofascismo liberal disfrazado de color fucsia construido mediante.