La maldición del superhéroe

No hay mayor poder que la libertad. Decía aquel que "un gran poder conlleva una gran responsabilidad", pero prefiero a Immanuel Kant para explicar que la Ilustración, en términos de responsabilidad, "es la liberación del ser humano de su inmadurez autoimpuesta; inmadurez es la incapacidad de alguien de hacer uso de su entendimiento sin hacer uso de la guía de otra persona; autoimpuesta es esta madurez porque no se debe a la falta de raciocinio sino a la falta de resolución y coraje para usar la razón sin ser dirigido por otro ... 'Sapere aude!' ¡Atrévete a usar tu raciocinio! Ese es el lema de la Ilustración".

La gran tragedia de la antigua Roma no fue su paso de República a Imperio, sino que sus dos primeros emperadores Augustus y Tiberius fuesen tan diestros: ello acostumbró a los romanos desde el año 27 a.C. -momento en el que el Senado entrega poderes especiales al primero- a la idea de que no era tan malo concentrar el poder en un dictador vitalicio cuyos sucesores vendrían principalmente por el procedimiento digital -i.e., a dedo-, lo que nos entregó emperadores duchos como Marcus Aurelius, heredero de Antoninus Pius ... y emperadores como Nero, heredero de Claudius, o Commodus, heredero de Marcus Aurelius. Y es que el concepto de la aristokratía ha degenerado desde el inicial literal del gobierno de los más aptos, pasando por el mencionado Imperio Romano y la nobleza medieval donde los nobles lo eran por hechos de armas mientras que sus hijos/nietos también lo eran pese a carecer de méritos -e incluso pudiendo ser completos inútiles-, hasta Fernando Sánchez Dragó y José Manuel de Prada que se autodenominan aristócratas ...

La democracia está en peligro principalmente porque el ser humano sigue aproximadamente el principio de inercia de Newton -si está activo tiende a permanecer activo, y si está en reposo tiende a permanecer en reposo-, pero con una mayor predisposición a la pasividad y al seguidismo, como trasciende de la regla del 1 %, que implica que de cada 100 personas solo 1 crea realmente, mientras que 9 participan y 90 miran. Si hay otro que trabaje, ¿para qué hacerlo yo o siquiera involucrarme? Si hay otro que asuma la responsabilidad de solucionar un problema que me afecte, ¿para qué molestarme? Así es como podemos caer en brazos de dictaduras de cara amable, o siquiera degenerar nuestras ya de por sí no tan modélicas democracias, por la pereza de no querer involucrarnos en la politeia -los asuntos de Estado, la res publica- ... por la tentación de convertirnos en idiōtēs -de idios, privado: el que solo va a lo suyo y pasa de los problemas de su entorno y su comunidad/sociedad-. Mientras el buen tirano me ponga comida en el plato, me cobije bajo un techo y me entretenga, ¿qué más da si no puedo opinar sobre todo tema ni en cualquier sentido? ¿qué importa si las decisiones en temas que me afectan no son las más beneficiosas para mí ni a nivel individual ni a nivel colectivo? De ese modo pueden pasar las décadas y venir generaciones que, a diferencia de nosotros, nunca hayan conocido el concepto de la libertad y la responsabilidad, normalizándose la tiranía que nos llevó milenios erradicar, si no en todo el planeta, sí para cientos de millones de seres humanos.

He ahí la que considero tragedia y maldición de los superhéroes: tienen virtudes y cualidades especiales que ponen al servicio de la sociedad y ésta, en lugar de inspirarse para ser mejores, delega en ellos para resolver problemas; si la cosa va mal, en lugar de asumir responsabilidades culpa al héroe que no ha hecho suficiente o suficientemente bien; si un día desaparecen o se ven superados, se acongoja y se vuelve terreno abonado para tiranos, en lugar de dar un paso al frente para tomar el relevo. Desde hace años he visto dentro y fuera de internet a miles y miles de personas mitificar a Zapatero, a los islandeses, a Obama, a Hollande, a las primaveras árabes, a Tsipras, a Varoufakis, a Pablo Iglesias, a Bernie Sanders, a António Costa, a los chalecos amarillos ... y llevarse decepción tras decepción. Es por todo eso, y por más motivos, que no creo en la bondad de los superhéroes, porque casi nadie es Cincinnatus o Mannerheim -que tuvieron el poder absoluto durante unos meses/años, defendieron a su gente y, al terminar, renunciaron al poder y se fueron a casa-, porque casi siempre que elevamos a los altares a un falso héroe se erosiona la fe en la democracia, y porque casi nunca la aparición de un supertitán invita a la masa a dar un paso al frente, a responsabilizarse, a crecer ... a madurar.

Es por eso que, en lugar de creer en superhéroes que tomen el poder y nos hurten -o les regalemos- nuestra libertad y responsabilidad, prefiero a superpensadores que ejerzan de guía, de inspiración, de iluminación, que nos animen a crecer como personas: gente como Martin Luther King, como Kant y otros que impulsaron e impulsarán el progreso de las sociedades. En estos tiempos cada vez más oscuros que nos asolan, donde los populismos de izquierda y de derecha crecen sin cesar en Brasil, EEUU, Europa (preocupante cómo la suma de populismos extremos va desde el 20 % hasta más del 50 % en tantos países de la OCDE), si no abrazamos la razón, la lógica y el método científico; si permitimos el deterioro de las instituciones; si contemplamos pasivos cómo el creciente declive socioeconómico y moral lleva a la gente a abandonar el talante reflexivo y a abrazar la visceralidad ... si no asumimos nuestra responsabilidad y nos quedamos esperando que otro defienda nuestra libertad y nuestros derechos, el reloj de Occidente se atrasará un siglo hasta los años 20-30 del siglo XX (o más) y comprobaremos, ya tarde, que como dijo Goya el sueño (la ausencia) de la razón produce monstruos.