Ayer casi tuvo que venir la policía. Estuve con mi padre, un anciano de 80 años, en una sucursal del BBVA. El motivo de tan grata excursión fue arreglar un trámite muy simple de domiciliación de recibos. Este trámite, que era sencillo en apariencia, ha sido convertido en el castigo de Sísifo por el BBVA que, hace ya cuatro meses, aseguró haber realizado. Pues bien, después de meses de recibos impagados del gas, luz, agua, de reclamaciones, gestiones, visitas a sucursales (como van cerrando unas, las cuentas van saltando a otras y el cliente ha de perseguirlas como en una ridícula y agotadora escena de Benny Hill bancario), etc.
Hoy un sujeto desagradable, displicente y que nos ha hecho una demostración de educación digna de Sálvame, ha constatado que el problema inicial era del banco, y nos ha indicado con pasotismo que nos tocaba otra vez iniciar un trámite que suponía otras cuantas visitas a sucursales, firmas, peticiones de cita (más difíciles de conseguir que quedar para tomar algo con Warren Buffett), negativas y recorridos por la ciudad. A todo esto, mi padre, que como ya he dicho es anciano, está enfermo, ha tenido que estar esperando en la calle una hora a que nos atendieran. Y eso que es cliente. Supongo que a los que no lo son salen de vez en cuando a escupirles o a tirarles cáscaras de melón.
Mi habitual tranquilidad y las ganas de resolver los conflictos con la razón se atragantaron con tanta inmundicia maltratadora del banco, y allí mismo, perdonen los que estaban presentes, lié la de Dios es Cristo. Ya me daba todo igual así que probé el comodín del grito y la irracionalidad, dejar caer la sospecha de que había llegado al límite de mi aguante y que allí mismo les iba a formar una carnicería con el machete de destripar banqueros comprado en Aliexpress.
Gracias a mi autocontrol pude desplegar una amenazante imagen de señor que ha perdido los nervios y puede ser peligroso, pero que todavía no ha empezado a segar vidas mientras profiere risas histriónicas.
Eso sirvió para que varios empleados y el director se acercaran y que alguno de ellos, más competente y educado que su compañero el Yoyas Bancario, haya dado una solución aceptable.
Perdonen los lectores tanto rollo para ir al asunto:
Llévate la pasta. Llévese la pasta. Saque hasta el último céntimo de esos bancos miserables que maltratan a pobres, viejos, jóvenes incautos, currelas cansados, señoras que no llegan a fin de mes, a usted, a mí.
Haz el esfuerzo, haz un favor a la sociedad y llévate el dinero a otro sitio más amable. Cierra todo lo que tengas en estos bancos infames que quieren que te sientas como un campesino ante el señor feudal. No hace falta dar nombres. Busca un poco y llévate las perras que tengas, sean muchas o pocas, a otro sitio. Se ve que en BBVA, Santander, Caixa Bank y otros similares no las quieren.
Porque hoy no te harán nada mientras no tengas que interactuar con ellos, pero mañana, amigo, como tengas que pedirles que te den la hora, vas a ser el próximo Sísifo.