Soy consciente de que, en plena ola de calor no os apetece mucho leer sobre gente pasando más calor, pero llevo unos días leyendo sobre este tema y quería compartir con vosotros una curiosidad histórica, un cambio climático que sucedió entre los siglos X y XIV. Este periodo templado, que se vivió en la zona del Atlántico Norte, precedió a una Pequeña Edad de Hielo y, aunque no está relacionado con el cambio climático actual (o eso dicen los científicos) sí que me ha resultado interesante.
Tenemos muchas pistas sobre este “calentamiento” que se vivió en Europa durante esos siglos, como por ejemplo que en Islandia se cultivara cebada durante el siglo XIII. Este cereal requiere de climas cálidos para crecer y por lo tanto no pudo darse en adelante con las condiciones climáticas actuales.
Además, los paleoclimatólogos han conseguido deducir, a partir del estudio de los anillos de varios árboles, que entre los años 950 y 1300 se produjo una sucesión de veranos cálidos (y más húmedos que los actuales) en los que los árboles crecieron muy rápidamente. Ello sumado a que los inviernos eran más suaves tuvo una serie de consecuencias que se observaron en la población europea medieval.
Los que sí que aprovecharon bien las circunstancias de las nuevas temperaturas fueron los escandinavos y daneses (vikingos, para entendernos) que le perdieron el miedo al Atlántico y colonizaron Groenlandia y algunos puntos de la costa canadiense en estos años. De hecho, Erik el Rojo fue el que bautizó a estos territorios como Tierra Verde (Groenland) cuando la intuición, antes de conocer este periodo, nos habría dicho que debería ser más bien blanca.
Fue el climatólogo británico Hubert H. Lamb el que acuñó el término Periodo Cálido Medieval para referirse al aumento de las temperaturas en el Hemisferio Norte en los años que nos ocupan (en el Hemisferio Sur aún no hay datos suficientes como para saber si también se produjo). Lamb documentó temperaturas más cálidas que tuvieron como consecuencia el retroceso de los casquetes polares, el aumento del nivel del mar y el retroceso de los glaciares alpinos durante esos siglos.
A mejor clima, mejores cosechas
Los veranos más secos y los inviernos más cálidos ayudaron a mejorar las cosechas de cereal (pese a las sequías que sufrieron algunos países mediterráneos) y que contribuyeron a propiciar un aumento de la población. Es fundamental comprender que cualquier mejora que aumentara la producción de las tierras revertía en una mejora de la calidad de vida de los habitantes europeos de la Edad Media. Así pues, con más grano pudieron utilizar otras tierras para pastos, con lo que aumentó también la ganadería y consiguieron expandir el cultivo de la vid hasta zonas muy al Norte de las actuales, como el Sur de Escandinavia.
Las viñas se extendían desde el Mediterráneo hasta la Selva Negra o incluso en el centro y sur de Inglaterra, donde proliferaron las bodegas que exportaban su producción. Las vides necesitan pocas heladas, veranos secos y mucha luz y calor en la época estival, por lo que podemos hacernos una idea de cómo era el panorama si analizamos la producción vinícola de la época que nos ocupa (y por lo que llevo leído ya os cuento: era bastante grande en comparación con el rendimiento posterior a igualdad de medios).
Las heladas que arruinaron cosechas en la Alta Edad Media fueron menos frecuentes entre 1100 y 1300 y los cultivos se prolongaron hasta unos 400 km al Norte de donde hoy se practica la agricultura. A consecuencia de las mejoras nutricionales en la dieta de los europeos, entre los años 1000 y 1347 (el de la primera Peste Negra), la población europea pasara de 35 a 80 millones de habitantes gracias a las mejoras en su nutrición.
Se incrementó también la demanda de tierras de labranza, que eran muy productivas en aquella época y se comenzaron a ocupar terrenos que hasta aquel momento se consideraban baldíos como pantanos, bosques o lugares más escarpados. Por supuesto, esta colonización también tuvo sus consecuencias y entre el año 500 y 1200 la zona ocupada por bosques en Europa se redujo a la mitad (aunque hay que tener en cuenta que no solo se talaron bosques para cultivar sino que también usaron la madera para construir casas, catedrales, barcos o aspas de molino).
En estos años se introdujo la rotación trienal de los cultivos, que servía para no agotar las tierras y que permitía que fueran explotadas durante más tiempo. Este sistema comenzó en Francia en el siglo IX y se extendió rápidamente por todo el continente.
Cómo fue el Periodo Cálido Medieval en la Península Ibérica
Para los estudiosos del clima, como Inocencio Font Tullot, este episodio medieval llegó más tarde a España y no vino acompañado de temperaturas mucho más altas pero sí de más humedad. Apenas se documentaron inviernos duros, quitando el de 1077 o el muy lluvioso entre los años 1084 y 1085.
Se registraron años muy lluviosos en los primeros años del siglo XIII y las inundaciones fueron la tónica general a orillas del Tajo, el Miño, el Guadalquivir o el Llobregat. Los últimos años del siglo XIII ya conllevan una bajada de temperaturas que dejaría a los europeos sumidos en una Pequeña Edad del Hielo que llega hasta mediados del siglo XIX.
Fuentes Science Daily, Meteorólogos en la niebla, Wikipedia