Buenas a todos, es la primera vez que escribo un artículo en Meneame, aunque llevo siendo usuario pasivo o lector desde hace bastantes años. Pero algo se esta agitando en mi interior y, para bien o para mal, necesito sacarlo en esta crisis humanitaria. Se que para muchos no es la época de la política ni del debate, pero lo veo más necesario que nunca.
Ante la epidemia de COVID-19, uno esperaría (con un poco de buena fe) que la entidad supranacional que nos legisla, la UE, hubiese actuado en consecuencia. Pero, una vez más, demuestra su ineficacia y su malicia, aparte de la actuación en beneficio de los países del norte y del centro, los afines al eje Franco-Alemán. Ayer nos levantamos con la noticia de que los planes de inversión y ayuda de eurobonos fueron rechazados por el IV Reich y su provincia pantanosa, apelando a la irresponsabilidad, una vez más, de los países del sur.
No es la primera vez, ni será la última, que nos dejen en la estacada. Recordemos que en la crisis humanitaria de los refugiados, su respuesta, cuanto menos, fue tibia. En la crisis de 2008 movilizaron recursos para salvar sus intereses bancarios y empresariales cargandonos de cadenas y condiciones hasta niveles aberrantes. Pues, una vez más, la superioridad moral de mirar por encima geográficamente, nos vuelve a azotar y a condenar a morir a miles de personas.
YA BASTA, los países del Sur somos responsables de haberle otorgado el poder a imbéciles y gestores pésimos, como estamos comprobando a las malas, pero la UE debería basarse en criterios de cooperación y de un control supranacional de estas cuestiones, no en un sálvese quien pueda. Alemania y Francia acumularon material de protección que ahora guardan celosamente. Países Bajos nos llama irresponsables por intentar salvar a nuestros ancianos y mayores.
Pues bien, es hora de La Rebelión en la Granja. Mandemos su deuda a tomar viento, su unión desigual, con primera clase y segunda, a tomar viento igual. Países del sur, con problemas en común, toca unirnos y romper las cadenas de la tiranía impuesta desde Berlín y Bruselas. Es hora de aprender a ser adultos como sociedades, colocar a personas capaces y responsables en el cargo, asumir las culpas y las consecuencias de nuestros actos y deshacernos del clientelismo y del paternalismo del norte. Es hora de una Unión Latina de países con una visión de la vida, de la sociedad, una historia y un sinfín de cuestiones más en común. De estrechar lazos con nuestros hermanos latinoamericanos y convertirnos en, lo que siempre fuimos, la entrada del comercio a Europa. Es hora de romper las cadenas, es hora de la Unión Porcina.