A muchos os habrá caído de sorpresa que a Juana Rivas le hayan concedido el tercer grado telemático (art. 86.4 [T] Reglamento Penitenciario). A otros, como yo, no; aunque creo que los motivos por los que así ha sido son muy diferentes a los míos.
Puede resultar chocante que Juana Rivas, con su condena, no llegue a entrar en prisión, pero voy a tratar de explicar los motivos excepcionales que han llevado a esta resolución.
Para empezar, el caso de Juana Rivas no es único. Hay muchos, muchísimos casos de penados, incluso con condenas superiores, que son clasificados en tercer grado, incluso en modalidad telemática. Y por todo tipo de delitos, incluso más graves.
No estamos hablanco, por tanto, de una cuestión de "chochopase" o de deferencia por Juana Rivas.
Estoy hablando de una gestión nefasta de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias y, por tanto, del Ministerio del Interior, aderezado con las circunstancias de la pandemia de COVID-19.
Es cierto que ha sido una situación nueva para muchas instituciones, pero la gestión de las prisiones y de los reclusos ha sido nefasta, mucho peor que la de las residencias de ancianos.
Para el que no lo sepa, las cárceles españolas están saturadas. Y no sólo están saturadas, sino que no están preparadas de ninguna forma para situaciones de pandemia. Espacios muy pequeños en los que han de mantenerse las medidas de seguridad y control de internos. Además, los recursos en los centros penitenciarios son muy escasos, y los servicios médicos son, directamente, penosos, y en algunos casos prácticamente inexistentes.
Voy a intentar explicarlo con cifras, hipotéticas pero aproximadas, para que me entendáis.
Imaginemos una cárcel de tamaño medio, con capacidad para 800 reclusos. Cada cárcel tiene módulos en los que clasificar a los presos: regulares, semi-respeto, respeto, enfermería, mujeres, ingresos y sección abierta. Los módulos regulares, de semi-respeto y de respeto tienen unas 100 celdas, que pueden dar cabida a 200 presos. Los de mujeres y enfermería son más pequeños, de 60 celdas; el de mujeres da cabida a 120 presas, y el de enfermería, según condiciones, a unos 80. El más pequeño es el de ingresos, donde van los presos que acaban de entrar, y que da cabida a 20 presos.
Aquí entra una variable: hay centros que cuentan con un módulo de sección abierta, de similar tamaño a los regulares, semi-respeto y respeto, donde residen los presos que pueden salir y entrar a diario, o durante los fines de semana, por motivos laborales o de clasificación. Otros centros no tienen sección abierta, sino que cuentan con un Centro de Inserción Social en las proximidades que hace las funciones de sección abierta.
Lo que no tiene ningún centro es un módulo de cuarentenas. Un módulo donde los presos que pudieran mostrar síntomas de coronavirus pasen los 14 días establecidos de cuarentena. O aquellos que regresan de permiso penitenciario. Y ya en los últimos meses, incluso los que reciben una visita de los familiares por vis a vis. Y son muchos.
Recordemos que el módulo de ingresos, que sería el lugar ideal para hacer las cuarentenas, es muy pequeño. Normalmente es suficiente, pues los nuevos ingresos sólo pasan entre 24 y 72 horas en ese ingreso, pero ahora están pasando 14 días. Y a esto hay que añadir que en algunas cárceles, el módulo de ingresos también funciona como módulo de aislamiento y conducción, para internos que han cometido una infracción grave o están pendientes de traslado a otra cárcel.
Entonces, ¿cómo se han estado haciendo las cuarentenas? En muchos casos, aislando pasillos enteros de cada módulo. En otros, incluso desplazando presos entre módulos para dejar un módulo "libre" para las cuarentenas". Pero claro, esto supone realojar a muchos presos, y que muchas celdas estén compartidas. Si muchos módulos ya tenían una ocupación del 80%, hacer espacio para las cuarentenas hace que esta ocupación aumente, y que el número de celdas compartidas sea mucho mayor, algo poco recomendable en tiempos de pandemia.
Entonces, ¿cuál ha sido la solución para aligerar la población reclusa? Flexibilizar la obtención de beneficios penitenciarios: tercer grado, telemáticas, etc. La idea es reducir la ocupación de cada módulo al 50 o 60%.
¿Os jode el caso de Juana Rivas? ¿Y si os digo que un preso con 7 años y medio de condena por abusos sexuales a una menor con discapacidad se ha marchado de la prisión en tercer grado telemático a los 3 años y dos meses de condena? ¿O que un parricida con 12 años de condena obtuvo el tercer grado con traslado a un CIS a los 2 años y medio de condena, y a la semana siguiente obtuvo la telemática? ¿O que un homicida por conducción imprudente con 4 años de condena fue clasificado en tercer grado telemático a las dos semanas de su ingreso en un CIS? ¿O que un agresor sexual de menores, con 18 años de condena, obtuvo la telemática a los 4 años y medio de condena con la condición de ingreso en un centro religioso (relacionado con su antiguo trabajo)?
Porque ahora vamos al segundo punto.
Ya que los módulos de ingresos estaban saturados por el motivo que antes he comentado, una solución que tomó Instituciones Penitenciarias es que los presos con menos de 5 años de condena que se presentaran voluntariamente a cumplirla, podrían presentarse en un CIS. Es la conocida instrucción 06/2020 de II.PP.
Pero claro... los CIS también estaban saturados. Un CIS es bastante parecido a un módulo de una prisión, con otras infraestructuras para facilitar la entrada y salida constante de presos, lo cual es un añadido a la situación de potencial peligrosidad en la pandemia.
Los CIS son edificios independientes del recinto penitenciario, con una ocupación de entre 80 y 120 presos. Como las salidas y entradas son diarias, están diseñados para que no haya una gran cantidad de presos, pues sería una locura reglamentar y coordinar las salidas. Y requiere una barbaridad de tiempo. Por poner un ejemplo, durante las salidas y entradas de fin de semana, puede pasar una hora desde el primer interno que entra hasta el último, y flexibilizando las medidas de seguridad (registros, cacheos, comprobación de paquetes por rayos X, etc.).
¿Qué ha ocurrido? Que Instituciones Penitenciarias, en su intento de rebajar la saturación de las prisiones... ha saturado los CIS. De repente, muchos presos que se presentaban voluntariamente a cumplir condena al CIS, no tenían sitio.
Segundo efecto: 15 penados cumpliendo cuarentena en el CIS, 60 internos en tercer grado... ¿dónde metes a los que acaban de obtener el tercer grado en prisión?
Solución: a los internos más antiguos del CIS, se les flexibiliza la obtención de la telemática o de la libertad condicional si ya están en su período de cumplimiento; y a los nuevos ingresos, con condenas de menos de cinco años, relativamente antiguas, con escasas posibilidades de reincidir, con trabajo y que no vengan de entornos familiares conflictivos, se les clasifica en tercer grado telemático.
¿Ejemplos? Niñato "camello" con segunda condena (reincidente, primera condena suspendida) de 18 meses por vender marihuana: telemática. Abuelete, tres años por causar varios incendios forestales: telemática. Individuo de mediana edad, enésima condena por conducir muy borracho: telemática (sin carné de conducir, eso sí).
Y ahora, ¿os sigue sorprendiendo lo de Juana Rivas?
Es cierto que toda la situación con la pandemia era imposible de prever. Que con las paupérrimas infraestructuras y recursos que existen en España en el ámbito penitenciario, ha sido muy complicado adaptarse. Pero detrás de todo ésto está ese ministro llamado Fernando Grande-Marlaska. Un absoluto incompetente que nos tiene abandonados; que ha sido incapaz de ver, aún teniendo tiempo, que era necesario aumentar los presupuestos dedicados a prisiones; que ha pasado de ser el más punitivo de los ministros a ser el más condescendiente, ignorando en todo momento el proceso de reinserción.
Un ministro que no ha luchado ni un segundo por Instituciones Penitenciarias, que no ha dedicado una fracción de su tiempo a observar nuestras necesidades en estos tiempos. Que ha destrozado, literalmente, el carácter resocializador de las penas privativas de libertad.
Un ministro que ha aprobado prácticamente el mismo presupuesto para II.PP. de los años anteriores previas a la situación de pandemia. Y tiramos hacia adelante. ¿Cómo? Doblando turnos, retrasando jubilaciones, prescindiendo de medidas de seguridad, suspendiendo cursos de reinserción y formación, tratamientos resocializadores, pues todo ese dinero se dedica a controles y material médico, un material escaso, con profesionales exprimidos hasta la extenuación. E ignorando todos los Derechos Humanos, que sí, hasta los presos tienen.
Y para acabar, más allá de Juana Rivas, quiero mostrar mi agradecimiento a los profesionales médicos que trabajan en Instituciones Penitenciarias, porque de entre los profesionales médicos, creo que son los grandes olvidados. Dos médicos y dos enfermeros para 1.200 personas, muchas de ellas con patologías y adicciones. Corriendo entre módulos, atendiendo al triple de pacientes (aunque sea por seguridad) de lo habitual. Sin descansos (fines de semana pegados al móvil. Médicos que atienden cada día a 200 personas; enfermeros que atienden, incluyendo el reparto de medicación (las pastillas se reparten al día) a 500 internos.
Y sin embargo, parece que el problema es que Juana Rivas está en su casa. A mí tampoco me hace gracia, pero tenemos que mirar más allá de lo que lo ha causado y no sólo basarnos en los populismos, las frases hechas y las conclusiones rápidas. Y señalar a los verdaderos necios e incompetentes.