Encontré esta esquinita por casualidad, siguiendo el rastro de una noticia de un medio extranjero. Me di de alta, luego de baja, y ya volví para quedarme. Después, no sé muy bien cómo, aparecí en el Notame. Allí hacía calorcito y me quedé.
Cuando tuve bronca, tristeza, ira, aburrimiento, sed o necesidad de saber, me acercaba a Menéame, y ahí estaban mis amigos. Gente a la que no conocía, pero de los que sabía más que de mucha gente de mi entorno. Con los años, cogías cariño a los avatares. Con quién llorar, con quién reir, de quién aprender o a quién insultar, cuando menos virtualmente. Te haces tu mapa, en el que te empapas un poquito de quien cada día saluda con alegría, del que relata con pelos y señales su vida, del otro que con citas de escritores austrohúngaros te culturiza, e incluso de la pesada que sólo escribe para contar lo maja que es y todo lo que se quiere.
Y en ese mapa, empiezas a admirar. A éste por su cultura. A aquel por su capacidad de síntesis. A la de más allá por su empatía. A muchos por su simpatía, o inteligencia, o simpleza, o por afinidad con su manera de pensar.
Los primeros años aprendía mucho. Antes no sabía lo que era una falacia (ninguno de los muchos tipos que por aquí abundan). No entendía el matrimonio gay, ni el software libre, ni la teoría de cuerdas. Bueno, ésta última sigo sin entenderla, la verdad.
Los últimos tiempos, quizás me volví más resabiado; quizás el nivel también bajó, y dejé de aprender tanto. Aparecieron cada vez más usuarios básicos, con proclamas mononeuronales, mucho machismo (cuánto he aprendido sobre machismo en Menéame) , mucho racismo, mucho clasismo.
Pero en el Notame era diferente. Estaba un grupo de amigos con una calidad intelectual y humana que me daban confort. Daba igual que la sociedad estuviera invadida por diferentes -ismos, porque en esa isla de relax no entraba más que de vez en cuando algún despistado. El núcleo duro se mantenía inasequible al desaliento.
Hasta que llegó el tema catalán. Iba a poner el procés, pero eso supondría para los independentistas echar la culpa a ellos, así está la piel de fina.
Y se me cayeron los castillos de arena.
La primera vez fue con un amigo. Como él no solía hablar de política, al menos en el Notame, pensé que una nota suya la había escrito de manera irónica. Cuando, por las respuestas y el debate vi que era en serio, no me lo podía creer. Alguien a quien había admirado por su coherencia, siendo absolutamente irracional y emocional porque su bandera era mejor que la otra.
Claro que se cayó un mito. Tras otro. Tras otro.
Muchas de las personas con las que más tenía en común, de un día para otro estaban defendiendo como gato panza arriba una ideología que en mi sesgo racional pensaba desterrada.
Hay un usuario en concreto del que jamás me lo habría pensado. Me hizo mucho daño verle defender una bandera (como en todos los casos, no importa cuál).
Muchos se fueron. Otros, se escondieron. Varios dejaron de interactuar con sus ¿amigos?, para solo entrar a votar las soflamas de su lado de la batalla preferido. Alguno, incluso, lo sigue haciendo a día de hoy; solo escribe para enseñar (¿a quién?) zascas de esos tan de moda. Para mostrar a los del otro lado que están equivocados, porque él tiene razón. Es decir: no debate, no habla, no saluda a sus otrora amigos, pero les muestra "la verdad".
Muy racional, todo.
Un día me llamaron fascista. Un conocido, en broma, por decir que el resultado del 1 de Octubre no era real ya que mucha gente no había ido a votar por no creer en la validez de esa votación.
La primera huelga general que hubo, me tocó hacer servicios mínimos. En mi pequeño negocio entró la mitad de gente que un día normal.
Unos se quejaban de que estuviera abierto. Tuve que poner un cartel, en catalán y castellano, explicando el número de B.O.E. en el que aparecía como Servicios Mínimos. Lo aceptaban a regañadientes, aunque un par no han vuelto a venir.
Otros nos felicitaban. Un crío, montado en la parte de detrás de un ciclomotor, con la bandera de España a modo de capa de Batman, compró un Red Bull y se marchó levantando el brazo cual Franquito juvenil.
Aquellas semanas perdí (dejé de ganar) bastante dinero, aunque posteriormente las ventas volvieron a la normalidad (y que dure). Solo hay dos clientes, uno de ellos bastante bueno, que han dejado de venir. Nunca me he significado políticamente (aquí no se puede, sería mi muerte económica) , pero algunos se han debido enterar de que no soy de su cuerda (sea cual sea, para mí cualquiera es una soga).
Pero estoy solo. Dejé Menéame porque ya no sentía confort. Mis amigos o se habían ido o se habían puesto una capa muy parecida a la del ciclomotor, e iban levantando un brazo (¿importa cuál?)
Me decepcionó mucha gente. Supongo que fue recíproco. Aunque no era muy conocido, sí que participaba bastante. Me fui a la francesa, dando de baja mi perfil. Muy pocos se dieron cuenta.
La soledad del que no quiere llevar ninguna capa no se la deseo a nadie. En la Cataluña de 2018 hay que llevar capa. Para ser un idealista, libertador del pueblo oprimido por los borbones, un aténtico catalán, o para luchar por la España una, grande y libre que decía mi libro de primero de EGB.
Sin capa no hay paraíso. Y yo no tengo capa.