¿Ha pasado solo una semana?

Hace exactamente una semana, justo antes de la jornada de reflexión, Pedro Sánchez abría la posibilidad a que otras fuerzas progresistas pudieran gobernar en coalición con su filiación política.

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Hace exactamente una semana, Pablo Casado mimaba con un lenguaje casi algodonado, prescindiendo completamente de «palabras picudas», a la escisión de su partido por el extremo de la ultraderecha, VOX, ofertándole la posibilidad, no solo de una coalición a la andaluza, sino de, caso de que ellos ganaran las elecciones y necesitaran su apoyo, integrarlos plenamente en un gobierno de coalición.

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El tiempo se acelera en época electoral pero lo que está claro es que, en el par de horas en el que se dirime el verdadero reparto de apoyos ciudadanos, esas dos horas después de abrir las urnas, el tiempo no vuela, es que sufre un desgarro espacio-temporal que ni la unificación entre la mecánica cuántica y la teoría relativista podrían explicar.

Pedro Sánchez, por ejemplo, ha experimentado una microapoplegía mental en el área de la memoria y ya se ha olvidado completamente de su oferta. Es lo normal, afirman muchos grupos mediáticos que han tenido su bebedero en las ubres de publicidad institucional. Esas ubres que se han encargado de amamantar durante años desde el partido del puño y la rosa a sus voceras mediáticos.

Pablo Casado, en un cambio de dirección abrupto, ha activado el modo: Dr. Jekyll, usando descriptores mucho más precisos del partido que ha condicionado toda la campaña de la derecha, (y en derecha debería incluirse a ese gran porcentaje de votantes del PSOE que creen votar a un partido de izquierdas pero que en su fuero interno desean que haga una política de centro-derecha, pero visto desde cierta perspectiva progresista), es decir, el término ultraderecha para ese partido que tiene mano de hierro en las declaraciones y mandíbula de cristal para las críticas.

Una semana después, se respira cierta euforia en el PSOE. Es lo normal, dicen. Es que han pasado de 85 diputados a 123, ¿no lo ves?, argumentan. Por contra, el PP está sublimando en parte el estado de chock de haber sido mutilado prácticamente por la mitad y, parece haber comenzado con un incipiente periodo de catarsis en el que la mínima autocrítica declarada indica que no es ni la punta del iceberg de lo que les queda por pasar.

En el lejano horizonte temporal que en política supone unas semanas, Pedro y Pablo tienen un «pequeño» problema y se llama elecciones municipales y autonómicas del 26M. Uno, el primero, hará todo lo posible para retrasar las negociaciones sobre la conformación del nuevo gobierno. Demasiadas presiones por todos lados para que a Sánchez ni se le ocurra hacer soluciones imaginativas en un gobierno en el que el Ministerio del Interior hasta podría caer en las manos de los «colEtarras».

Presiones que van desde Doña Ana Patricia Botín, que ya no se corta un pelo para decirle a los votantes que ellos dirán en las urnas lo que quieran pero aquí quién manda no es ni el actual Rey, sino ella, la Reina de las Finanzas; hasta las presiones de barones del partido y de esos medios de comunicación serviles con sus accionistas y que exigen que se les denominen «prensa seria».

El otro, el segundo, tiene un problema con la memoria de sus potenciales votantes, pues no puedes soltar ofidios y varanos por la boca y ahora tratar de erigirte en el paradigma de la moderación centrista.

No, Sr. Casado, no se puede nadar y guardar la ropa. No Sr. Casado, sus votantes tienen poca memoria para lo que les interesa, como a todos, pero no son gilipollas. Más bien, cuando se trata de votar por los intereses de sus propios bolsillos exhiben poca idiocia y aparentan ser tremendamente prácticos, casi tanto como usted con la administración de los anhelados sobres que han permitido a su partido, entre otras cuestiones, ir dopado a todas las elecciones.

Pero no solo tienen un problema los dos líderes de la derecha y la izquierda, también lo tienen sus votantes.

Los de Casado porque necesariamente tendrán que elegir entre tres opciones, y eso, para un votante conservador, es un inmenso abanico de posibilidades inabarcables. Ellos son más bien de seguir como en estado de encantamiento a un único líder supremo. Para ellos esta biodiversidad electoral en la oferta conservadora presenta un gravísimo problema, la optimización del voto.

Los de Sánchez porque deberían recordar que cuando el PSOE viene «subidito», se olvida de la mayoría de las promesas emblemáticas que suele desgranar en campaña electoral, desde la revisión del Concordato con la Iglesia, un clásico acicate de movilización «izquierdil», a la modificación de la Constitución para cambiar los aforamientos y, sin embargo, luego hace una política de prebendas para los afines directos al partido y migajas al resto, por aquello de disimular la «O» de obrero.

Según esos gurús del análisis político actual, al parecer, hay una línea Maginot para el PP y se llama Comunidad de Madrid. Si la pierde, probablemente no desaparezca como partido pero sí como líder de la oposición y eso supone muchas influencias, mucho poder, muchas humillaciones y, sobre todo, sobres, muchos sobres. Casado lo sabe, y no solo se juega su futuro político, puesto que de no haber tenido una segunda oportunidad, es decir, tener en puertas otras elecciones en menos de 20 días, ya abría pasado por la sala de maquillaje donde se embalsaman los cadáveres políticos antes de soltar un grandilocuente discurso de despedida. En resumen, Casado, y los barones del partido, se juegan la propia supervivencia del mismo. De momento dicen las malas lenguas que la viabilidad económica del partido ya está en peligro. Una paradoja a tenor de la fama de buenos gestores que atesora el partido azul.

Sí, la política es una mierda y nos vamos a hartar de nuevo hasta el próximo domingo de mayo. Todos los que no somos políticos lo sabemos, pero no hay más remedio que convivir con ella en forma de votante si quieres tener la convicción moral de decirte a ti mismo que, al menos, tú hiciste una millónesima de contribución, un voto entre varios millones, para que tus ideales e intereses se vieran supuestamente representados.