En un sistema cualquiera, y más en un sistema cerrado como es un planeta, la explosión demográfica de un organismo cualquiera se frena cortando o limitando los recursos a ese organismo en crecimiento descontrolado.
Se puede observar en una placa petri, una cuba, o en el sistema que se prefiera.
Si hay un organismo que, por el motivo que sea, tiene la habilidad de utilizar todos los recursos disponibles para multiplicarse, sólo hay dos soluciones posibles: la fumigación, o la restricción de recursos.
Con la especie humana, de momento, no soy partidaria de la fumigación.
Sin embargo, tampoco puedo serlo de la cesión de recursos a quienes quieren seguir multiplicando descontroladamente su población. Por ello, cuanto más leo que hay que pasarse a la vida vegetariana por el enorme consumo de recursos que supone la producción de carne, más me convenzo de que hay que comer carne para privar de esos recursos a los que los utilizarían para aumentar su población.
Cada vaca que engordamos aquí son muchos platos de arroz que no llegan a lugares donde lo normal es duplicar su población cada 25 años. Cada cerdo son muchos niños que no nacen. Y esos niños querrán luego vestirse, beber agua y tener una nevera. Y lo veo justo, pero tenemos que ser menos.
Defender el planeta pasa por aliviarlo de su inmensa carga humana, y para ello, sin fumigaciones, hay que retirar antes que nada el agar de la placa petri.
Por supuesto, los liberales y los individualistas dirán que estoy loca o cosas peores, pero si pensamos en conjunto, como sociedad o como especie, no puede ser de otro modo.