"Al mundo me trajeron sin mi consentimiento y los ojos abrí con sorpresa infinita, partiré después de reposarme un tiempo sin saber la razón de mi entrada y salida." (Omar Jayam)
Si hay algo que me eriza el pelo de terror es la idea del eterno retorno. Y si me aterra, es porque la física moderna parece precisamente que apoya la viabilidad de la mismo. Es decir, que en principio la cosmología y la física de partículas parecen favorecer la propuesta que nos dice que todos los sucesos; los mismos acontecimientos, se repiten eternamente en el mismo orden tal cual ocurrieron, sin ninguna posibilidad de variación. De esta forma, se asume que todo lo ocurrido y lo que ocurre en el universo, ocurrió ya y será así hasta el fin de los tiempos.
En este sentido nos habla, por poner un ejemplo; el famoso físico Max Tegmark en su obra "Nuestro Universo matemático". Y aunque no es el único, por supuesto, que habla en este sentido; mereciendo la pena señalar quizás en este sentido a otro autor brillante: Brian Greene y su trabajo "La realidad oculta", Max lo hace de manera ejemplar y clara: la física fundamental conocida hasta el momento parece apoyar con fuerza la hipótesis del multiverso. De hecho, la propuesta del multiverso es hoy día aceptada por gran parte de la comunidad científica, siendo muchas las variantes posibles para el mismo. En este sentido Max Tegmark esquematiza el asunto con cuatro tipo de multiversos que sirven de cajón de sastre donde poder meter y ordenar todas las propuestas que se barajan. Sin embargo, la idea del actual artículo no es describir estas variaciones, sino simplemente señalar que todos estos posibles multiversos comparten una cosa en común: como efecto colateral implican la realidad física del eterno retorno. Y esto es, con perdón, jodidamente aterrador.
En su obra "La gaya ciencia", Friedrich Nietzsche se plantea respecto al concepto de eterno retorno que no sólo son los acontecimientos los que se repiten, sino también los pensamientos, sentimientos e ideas, vez tras vez, en una repetición infinita e incansable. En su aforismo 341 nos dice así:
341. El peso más pesado
"¿Cómo te sentirías si un día o una noche un demonio se deslizara furtivamente en la más solitaria de tus soledades y te dijera: “Esta vida, tal como la estás viviendo ahora y tal como la has vivido [hasta este momento], deberás vivirla otra vez y aún innumerables veces. Y no habrá en ella nunca nada nuevo, sino que cada dolor y cada placer, cada pensamiento y cada suspiro y todo lo indeciblemente pequeño y grande de tu vida deberá volver a ti, y todo en el mismo orden y la misma secuencia – e incluso también esta araña y esta luz de la luna entre los árboles, e incluso también este instante y yo mismo. ¡El eterno reloj de arena de la existencia se invertirá siempre de nuevo y tú con él, pequeña partícula de polvo!”?
¿Acaso te lanzarías al suelo rechinando los dientes y maldecirías al demonio que te hablara de esa forma? ¿O has vivido alguna vez un instante extraordinario, en el que hubieras podido responderle: “¡Eres un dios y nunca he oído algo más divino!”?
Cuando un pensamiento así se apoderase de ti, te metamorfosearía, tal como eres, o tal vez te trituraría; ¡la pregunta sobre cualquier cosa “¿quieres esto otra vez y aún innumerables veces?” se impondría sobre tu actuar como el peso más pesado! O, [podríamos preguntarnos], ¿qué tan bien dispuesto debes estar hacia ti mismo y hacia la vida para no desear ninguna otra cosa que no sea esta última, eterna confirmación, este sello?"
Y ciertamente, si algún demonio nos hablase de este modo, todos rechinaríamos los dientes maldiciendo. Y se engaña, o es un necio, el que piense que se alegraría de saber de ésta realidad. Es más, precisamente el Superhombre (Übermensch) del que nos habla Nietzsche es aquel "mesías" que algún día sería capaz de aceptar esta eterna maldición con alegría. Huelga decir que tal Übermensch es un inefable ideal, probablemente irrealizable. Nuestra existencia en el absurdo mundo sinsentido (objetivo) es ya dura de soportar una única vez, pero se convierte en una total pesadilla si nos obligaran a repetir la misma durante toda una eternidad. ¿Quién puede haber vivido una vida tan plena como para desear repetir la misma, tal cual, una infinidad de veces sin cambiar nada en absoluto? ¿Cómo desear ver una misma película de cine una y otra vez, sin poder modificar lo más mínimo sin acabar desquiciado más pronto que tarde?
Seamos sinceros con nosotros mismos: en un Universo donde vivimos pendientes de qué será lo que vaya finalmente a matarnos (cáncer, virus, accidente,...), padeciendo y luchando a diario, sufriendo y padeciendo por nosotros y los nuestros, tropezando una y otra vez con la misma piedra; corriendo con vehemencia realizando tareas absurdas y repetitivas como si fuésemos hormigas obreras, la peor noticia que podrían darnos es aquella que nos dice que no sólo vamos a vivir esta existencia una única vez, sino una infinidad de veces. Existencias clonadas, repeticiones cinematográficas; una tragicomedia un billón de veces proyectada en donde los actores siempre deben hacer lo mismo sin alternativa.
Porque, como dijo Omar Jayam, a este mundo fuimos lanzados sin consentimiento, y no vemos además razón objetiva alguna para nuestros actos diarios; padecemos porque así viene determinado por la termodinámica que nos dio forma, y sobrevivimos porque la evolución así lo dicta. Pero entre la condena de deber ser una vez, y la atrocidad de obligarnos a ser del mismo modo una eternidad de veces hay un enorme abismo. No se me ocurre destino más terrorífico: el culmen de la crueldad y el sadismo natural.
Así pues, ¡roguemos todos y supliquemos clemencia al mundo! ¡Imploremos con fuerza porque la existencia sea única!