Por qué España no es ya republicana: los tres fallos de la república española

Es innegable que España debe dejar atrás de una vez la monarquía y debe pasarse a la república, pero, a mi juicio, los movimientos que actualmente defienden la república están cometiendo tres importantes fallos en esta defensa.

Estos son los tres fallos fundamentales del modelo actual de defensa de la república, que son al mismo tiempo los tres aspectos respecto de los que la república debe evitar quedar asociada en cuanto a sus principios fundamentales:

1º) FALLO DE LA HONRADEZ

La república también será corrupta; la presidencia de la república también puede corromperse y lo hará, incluso tanto como la monarquía. Es un fallo enorme atacar la monarquía y defender la república porque "la monarquía es corrupta"; la república también lo será.

La clave para atacar la monarquía y defender la república en el aspecto de la corrupción no está en la corrupción misma, sino en la indefensión del pueblo, que existe en el caso de la monarquía, ante esa corrupción:

Tanto en la monarquía como en la república la jefatura del Estado puede corromperse y lo hará; pero en la monarquía el pueblo está legal y constitucionalmente indefenso ante la delincuencia del rey, porque el pueblo no puede expulsar al rey delincuente eligiendo democráticamente otro rey más idóneo (inviolabilidad democrática), y además el poder judicial tampoco puede castigar al rey por su delincuencia (inviolabilidad judicial).

Sin embargo, en la república el pueblo no sufre esta indefensión: en república, el pueblo tiene a su alcance recursos legales y constitucionales para defenderse de la delincuencia del jefe del Estado, bien eligiendo democráticamente otro jefe de Estado más idóneo, o bien castigando judicialmente al jefe de Estado por su delincuencia vulneradora de sus funciones.

En monarquía el rey no solo puede delinquir, sino que además está bien que lo haga: la delincuencia real está protegida, blindada, validada y blanqueada a través de las inviolabilidades judicial y democrática. Sin embargo en república, aunque el jefe del Estado también puede delinquir y lo intentará, esta delincuencia está oficial, legal y constitucionalmente mal, y el pueblo podrá reaccionar contra ella.

Así pues, la defensa de la república no debe estar centrada en la corrupción o la honradez; la defensa de la república debe estar centrada en la indefensión legal que sufre el pueblo frente a la delincuencia monárquica, mientras que en república el pueblo no sufre esa indefensión legal frente al jefe del Estado.

La república supone un avance respecto a la monarquía porque lo que hace es dotar al pueblo de los recursos legales de la elegibilidad democrática del jefe de Estado y del control judicial del jefe de Estado frente a la posible delincuencia del jefe del Estado, en el reconocimiento de que esta delincuencia puede producirse y de que está mal y es indeseable que se produzca.

La monarquía, en cambio, blinda al linaje familiar reinante de prerrogativas, privilegios e inviolabilidades legales para permitirle perpetuarse en el poder y en el enriquecerse del esfuerzo de los trabajadores, porque tales prerrogativas, privilegios e inviolabilidades, corruptos en sí mismos, se los crearon las monarquías antiguas, aprovechándose de su posición de poder, a la medida de su corrupción y delincuencia.

En otras palabras: la república dota al pueblo de recursos para luchar contra la delincuencia del jefe del Estado; la monarquía dota a la familia reinante de recursos, creados en el pasado, para que el pueblo no pueda luchar contra su delincuencia y enriquecimiento injusto.

La monarquía solo es en sí misma, en sus prerrogativas, privilegios e inviolabilidades legales, un invento antiguo de los dirigentes políticos nacionales para poder enriquecerse injusta y desmedidamente del esfuerzo trabajador del pueblo sin que el pueblo pudiera impedírselo.

2º) FALLO DE LA PLURINACIONALIDAD

La república no debe ni puede quedar definicional ni constitucionalmente vinculada al federalismo, a la plurinacionalidad, ni tampoco a lo contrario, al centralismo, ni a ninguna otra opción en particular de la gama de posibilidades relativas a los niveles y capas de autogobierno que puedan existir en el país.

La república podrá en unos momentos orientarse más a la descentralización, y en otros momentos podrá orientarse más a la centralización, aunque lo deseable siempre es alcanzarse el equilibrio adecuado entre ambos extremos, persiguiendo disfrutar las ventajas y funcionalidades de cada uno y evitar sus inconvenientes y limitaciones, siempre con el objetivo del mejor funcionamiento y prosperidad que España como país (y como negocio económico) debe suponer para sus ciudadanos y paisanos.

La república solo debe quedar determinada en principio por dos aspectos: que el pueblo pueda elegir democráticamente al jefe de Estado, y que el poder judicial pueda castigar la delincuencia del jefe de Estado. Si habrá centralización o descentralización se tendrá que determinar aparte y después, sin que la república presuponga de por sí una u otra opción de forma rígida, constante, definicional ni constitutiva.

3º) FALLO DE LA ECONOMÍA DE IZQUIERDAS

Por análogas consideraciones, es un tremendo error presuponer que la república deba ser de izquierdas.

Es que se puede ir incluso más lejos: a nivel de teoría la república es mucho más de derechas que de izquierdas, porque el concepto de república, en cuanto a su aspecto de poder elegirse democráticamente al jefe del Estado por el pueblo, encaja mucho mejor con la ideología de libertad de mercado de la derecha, libertad de mercado que presupone la libertad económica que los ciudadanos deben tener de elegir democráticamente los servicios del jefe de Estado que prefieran.

Es decir, no solo es un fallo presuponer que la izquierda vaya con la república; es que la república está esencialmente escorada, sesgada hacia la derecha. Si acaso debería ser la gente de izquierdas la que prefiriera la monarquía. La república lleva en su corazón el liberalismo económico de elegirse democráticamente los servicios del jefe de Estado que los ciudadanos prefieran. Alguien de derechas que dice preferir la monarquía está automáticamente demostrando la incualificación de esa preferencia suya (aparte de que lo está demostrando doblemente, porque el ejercicio mismo de tenerse una preferencia referente a quién ocupe la jefatura de Estado es un ejercicio puramente republicano; quien prefiere la monarquía lo hace gracias a un derecho a preferir la jefatura de Estado que pertenece a la república; decirse "prefiero la monarquía" equivale en cierto modo a la incualificada incoherencia de decirse "prefiero un modelo de Estado que se me imponga aunque yo no lo prefiera"; si de verdad uno ama las monarquías debería estar encantado de que se le impusiera una república aunque no lo prefiriese).

Esto no significa que la república no pueda optar en un momento dado por políticas económicas de izquierda; pero, por una parte, aun cuando la república optase en determinadas etapas por la política económica de izquierdas, estaría encajando estas políticas con esa premisa que lleva en su corazón del liberalismo económico de poder elegirse democráticamente al jefe de Estado más preferible; y, por otra parte, tanto si la república opta por políticas de derechas como si opta por políticas de izquierdas no es algo que deba establecerse en el momento fundacional, constitutivo y definicional de la república. El apartado económico deberá quedar como un apartado posterior y variable; la república deberá quedar creada al margen de él y sin presuposiciones al respecto; y será más adelante, una vez constituida, que el pueblo podrá elegir para el poder entre partidos de derechas o partidos de izquierdas, según prefiera en cada legislatura.