El caso Cifuentes, por la torpeza y total falta de escrupulos de su protagonista, se ha convertido en un paradigma sobre la predisposición de la clase política (salvo alguna honrosa excepción) a revolcarse en el fango, humillarse hasta el esperpento y defecar sobre su dignidad antes que dimitir. El caso Cifuentes es una versión (tipo Torrente, eso sí) de esas películas de misterio donde el protagonista comete un crimen y, para ocultarlo, inicia un viaje hacia el precipicio durante el que comete mil más para ir tapando los anteriores.
Cifuentes, fiel discípula de M. Rajoy, prefiere morir antes que dimitir. Para ello se inventa gripes, documentos con firmas falsificadas, acusa de machistas a quienes le piden explicaciones, alega clases presenciales a las que nunca acudió, esgrime un TFM fantasma que ni ella ni la universidad tienen...Es una obra de teatro burda, torpe y patética que causa más vergüenza ajena que indignación (y eso que es sumamente indignante).
Pero ¿Por qué en otros países europeos los políticos dimiten en cuanto les pillan? ¿Por qué hay ministros que, en cuanto se saben descubiertos, admiten el plagio de su tesis doctoral y ahorran al pueblo el bochornoso espectáculo de intentar camuflarse en el mar de heces que ellos mismos crean para ello? Creo que hay tres factores clave:
-Vividores de la política. En los países civilizados, los políticos tienen una carrera profesional detrás que les permite vivir cómodamente una vez que abandonan el escaño. Y no suelen eternizarse en el cargo. En España, son legión los políticos profesionales que llevan viviendo del partido desde los 18 años sin otro oficio o beneficio. Para ellos, dejar la política es como caer al abismo más negro, pues no pueden concebir su vida sin ella. Desde mi punto de vista, es impresentable que alguien se zambulla en la política sin tener un medio de vida previo, gracias al cual goce de la autosuficiencia precisa para seguir con su vida cuando termine la legislatura. De lo contrario, no será un servidor público, sino un esclavo de la política dispuesto a todo por seguir teniendo cada día su (exquisito) plato de garbanzos.
-Total desprecio por la inteligencia de los ciudadanos. Hemos tragado tanta telebasura y tantos abusos y recortes de derechos, que la clase política nos cree idiotas. Si no, M. Rajoy ni se habría atrevido a decir que esperaba que el caso Cifuentes quedara archivado con su comparecencia de mañana. El argumentario de Cifuentes (y de tantos otros corruptos, siendo paradigmático el caso Bárcenas) está hecho para débiles mentales. Y si lo usan, es porque creen que lo somos.
-Total ausencia de honor por parte de los vividores de la política. No tienen dignidad, ni orgullo, ni sentido del honor. Sólo les importan el dinero, el poder y las prebendas. Y están dispuestos a que les veamos como basura (y a actuar como tal) a cambio de seguir en la poltrona. Llevan décadas sacrificando el progreso del país a cambio de sobres. Y, al igual que los cerdos, están dispuestos a recoger el sobre con la boca aun cuando se les tire al pozo de fango más hediondo.