El pueblo desarmado

Cuando un gobierno decide, casi siempre con razón, restringir la posesión de armas por parte de los ciudadanos, se entiende que es porque él mismo se impone la obligación de garantizar su seguridad y el pacífico desarrollo de su vida. Lo malo viene cuando algunos estados prohíben la tenencia de armas y luego miran para otro lado, y de modo activo o pasivo permiten que sean los delincuentes los que impongan su ley. ¿A que os suena?, ¿ a que no os parece que hable de Canadá o Nueva Zelanda?

A mí también, y la verdad, aunque me duela, es que no es cierto eso de que donde hay armas hay más crímenes. Podemos buscar la prueba más cerca o más lejos, al gusto de cada cual: es indiscutible que en Estados Unidos se permite tener armas y que de vez en cuando las noticias se salpican de matanzas, tiroteos, y asesinatos en masa. Pero no es menos cierto que en Suiza todo el mundo tiene un arma en casa y no por eso vemos que en Berna, Zurich o Ginebra anden a balazos. Y si miramos cerca, nos pasa otro tanto; en la ciudades es muy raro que la gente tenga en casa una escopeta, mientras que en el medio rural es rara la casa donde no hay una o dos, porque haya un cazador en la familia o por herencia no declarada del abuelo. Así es la realidad y no vemos que la gente de los pueblos ande a tiros a diario mientras los de las ciudades juegan al corro de la patata dándose besos de paz.

Me temo, y mucho, que la violencia no la generan las armas, sino la incultura. Me temo, yo que siempre las vi en casa, que el peligro de las armas no está en su existencia, sino en la educación, el respeto y lo que sean capaces de enseñarte los responsables de ellas. Lo malo es que enseñar algo lleva tiempo y da trabajo, y es mejor que se ocupe otro de ello, aunque sea cargándonos de prohibiciones.

¡Y claro que me gustaría más vivir en un mundo donde no fuese necesaria arma alguna!, ¡nos ha jorobado! Pero cuando se suceden acontecimientos violentos, asaltos y otros menos sonados, no queda más que pensar que el gobierno nos quiere indefensos para mejor expoliarnos, mejor imponer sin miedo cualquier injusticia y dar más posibilidades de éxito e impunidad a quienes se pasan la ley por el burladero. Porque a lo mejor, si hubiese un millón de ciudadanos con un rifle en casa, el gobierno no se atrevía a hacer ciertas cosas. Ni el ejército. Ni la banca. Ni nadie. ¿O por qué pensáis que en estados Unidos y en Suiza nunca ha habido golpes de Estado?

Pero aquí el objetivo parece que es desarmar a la sociedad, y en los dos sentidos de la palabra: quitarle las armas y desmontarla hasta convertirla en sus más mínimas e inútiles piezas. El objetivo es que el chorizo pueda seguir matando al joyero, el asaltante al dueño de la casa y el yonki a la abuela. El objetivo es enseñarnos a callar para que cada día las traguemos más gordas.

Y hacen bien, porque para el que calla cualquier injusticia es poca. Al que baja la frente, del cielo le cae el yugo.

Amen.