Ni una sola referenca en los medios españoles a la ley que ha aprobado hoy la Asamblea nacional francesa, para el caso a ninguna de las dos que más revuelo ha causado en las últimas semanas en el exágono : la nueva ley de seguridad y la ley de programación de la investigación.
La primera, inspirada en los principios que recoje nuestra famosa (e infame) ley mordaza, escandaliza en particular por el artículo 24 en el que se prohíbe la difusión de fotos de agentes de policía. Escandaliza a los periodistas, que de nuevo han visto sus barbas objeto de remojo, y que dan ahora voz a otros conflictos candentes en la sociedad francesa. Uno de ellos la espiral de violencia, incluida la policial, que vive el país galo desde más o menos 2015 cuando Manuel Valls era primer ministro, tras pasar por la cartera de interior (y antes de jugar a los cromos con los carnets de varios partidos). Las manifestaciones contra las leyes educativas, y sobre todo, la sorprendente movilización de los chalecos amarillos no hicieron sino aumentar la respuesta represiva del estado francés ante la incapacidad de apaciguar los ánimos.
Otro de los motivos actuales de descontento es la ley de las universidades y la investigación ya mencionada. Los universitarios llevan movilizados desde finales de 2019 cuando el gobierno de Macron quiso pasar la reforma de las pensiones a la vez que la de la universidad, error que han evitado esta vez. En aquella ocasión la protesta se alargó varios meses hasta la llegada del confinamiento y la promesa de aparcar "todas las reformas incluida la de las pensiones". Esta vez, en el segundo confinamiento, se ha obligado a las universidades a trabajar a distancia y, aprovechando la prohibición de manifestarse, se ha aprobado la ley de urgencia y sin debate público, lo que ha provocado varias concentraciones en ciudades como Lyon, Strasbourg, Rennes, Toulouse y, si, también París.
Las reivindicaciones propias de la comunidad universitaria se mezclaban esta mañana con la repulsa a la actuación que la Policía Nacional tuvo la noche pasada en la Plaza de la República parisina en la que se desmanteló un campamento provisional de migrantes reclamando el derecho al asilo. La respuesta de las autoridades a las distintas reivindicaciones tienen como denominador común la naturalización del lenguaje violento y despectivo de la extrema derecha: desde críticas a los "provocadores bobos altermundialistas" que habrían instigado la mobilización de anoche según mandos de la policía, pasando por "los estragos que el islamoizquierdismo ha provocado en la universidad" proferido por el ministro de educación Blanquer.
Es evidente a estas alturas que el partido de gobierno, LREM, busca ampliar su espectro por la derecha. Pese a la buena prensa que Macron recibe de la parte de los medios europeos, incluídos los españoles, no se puede obviar la deriva autoritaria que su gobierno está adoptando y que ha sido incluso señalado por el consejo de derechos humanos de las naciones unidas. En este sentido no deja de sorprenderme cómo este tipo de crisis nerviosas de los gobiernos europeos son obviadas por la prensa internacional : de haber sido Erdogan, Putin u Orbán quien pasara una ley similar, al menos los medios de izquierda hubieran realizado alguna alusión y, si acaso, alguna denuncia, como debiera ser. Exactamente igual ocurrió con la ley mordaza de Rajoy : pocos medios europeos se hicieron eco cuando se debatió y aprobó en el parlamento y ahora, queridos journalistes franceses resulta que levantamos la voz. Esperemos que no sea demasiado tarde (y que vuestros colegas españoles se den cuenta del peligro que corre la libertad de expresión).