Joseph Fouché, fundador de la policía política, dijo en una ocasión: “Entregadme la carta de un hombre, cualquiera que haya escrito, y lo enviaré a la guillotina”. Lo cuenta Stefan Zweig en su biografía del genio tenebroso que fue girondino, radical jacobino ( metrailleur de Lyon, le llamaban), perseguidor de los jacobinos, jefe de la policía de Napoleón, conspirador con Telleyrand en el ocaso de Bonaparte, y finalmente agente de la restauración borbónica.
Fouché intuyó Twitter: mostrarme un tuit y montaré un pollo que no olvidará jamás el que lo haya escrito. Entregadme la carta de un hombre, ni que sea una carta de amor, y hallaré una frase capaz de condenarle. El malvado Fouché debe estar derritiéndose de gusto en su tumba, sita en el cementerio de Ferriéres-en-Brie, no muy lejos de París, al tener noticia de la hemeroteca Joaquim Torra.
Entregadme diez artículos de ese hombre que acaba de ser elegido presidente vicario de los catalanes y le doy la vuelta a la buena imagen que los soberanistas han logrado esparcir por Europa. Señalarme las frases más enardecidas de ese esencialista que jamás imaginó ser presidente de la Generalitat y pondré el soberanismo catalán a la altura del nacionalismo radical polaco de los hermanos Kaczynski. Palabra del hombre que envió a la guillotina al mismísimo Robespierre.
Joaquim Torra Pla ha leído mucho, seguramente es el más leído de los presidentes de la Generalitat desde Jordi Pujol, pero atareado en la reconstrucción mitológica de los años treinta catalanes, quizá no pudo prestar atención a la biografía escrita por Zweig. Y si la leyó, no captó su mensaje principal: Fouché es la modernidad.
No escribas enfebrecidos artículos para un diario digital pensando que ese boletín sólo lo van a leer tus amigos. No teclees en el ordenador lo que dirías en una sobremesa agresiva. No te dejes llevar por el esencialismo. Piensa. En la era de la reproducción instantánea, todo texto menor puede acabar siendo causa mayor. El “Dossier Torra” ha empezado a circular por las redes diplomáticas europeas y hará daño al independentismo. La campaña será intensa y en ella confluirán firmas relevantes. Que nadie en Berlín se sorprenda, ese es el campo de batalla escogido: la propaganda, la propaganda, la obsesiva propaganda. El soberanismo ha sido muy eficaz. Ahora la otra parte tiene buen material. Leídas en catalán o castellano, las expresiones de Torra calificando de “bestias” a los españoles hostiles a la catalanidad son terribles. Traducidas al alemán aún suenan peor. Y van a ser traducidas.
Sólo una cosa ayudará a Torra. La furia atacante. Una furia que delata nerviosismo. “Nazis, fascistas, xenófobos, supremacistas...” y el descerebrado de Losantos pidiendo que la aviación española bombardee Barcelona. (Por menos hay gente que ha sido condenada a prisión).
Por lo demás, un cierto orden. Se levantará el 155, Rajoy podrá aprobar los presupuestos con el voto del PNV, el asfixiado PP dispondrá de dos años de margen, y Ciudadanos, principal beneficiario político de la hemeroteca Torra, bailará un chotis con las encuestas en la fiestas de San Isidro Labrador.