¿Dónde están los tiranos?

Ya lo predijo Orwell: una de las mejores formas de manipular es darle la vuelta al significado de las palabras para que adquieran un nuevo significado. Por desgracia esto no es exclusivo de la ficción. ¿Nadie se pregunta ya por qué la inmensa mayoría de los países se consideran democracias y repúblicas a pesar de tener dictadores por líderes? ¿Alguna vez llegaste a pensar que quizás ese producto que pone "eco" no es realmente ecológico?

Por motivos políticos y económicos se estiran los significados para convencerte de que lo que tienes entre manos es lo que deseas, hasta tal punto, que una palabra es capaz de definirse a sí mismo y a la vez, lo contrario.

Vamos al grano.

Dentro del ámbito social ha surgido en las últimas décadas un movimiento que dice buscar una de las cosas más preciadas por el ser humano mientras lo destruye en el proceso: la libertad. A día de hoy es habitual ver marabuntas enteras de gente pidiendo libertad a gritos. Gente, que la ponías en una misma habitación con los liberales de hace apenas unas décadas y acababan matándose a palos. Y es que, amigos, los tiranos y opresores han desaparecido junto a las dictaduras, ahora sólo hay liberales y liberales.

Y para ello sólo hay que estirar las definiciones que nos convienen y encoger las que no. Así pues nos encontramos con un estereotipo de libertario cuyo máximo motto es "lo mio, lo mio, lo mio, y el resto que se las apañe, pero que no me toque lo mio". Es una persona que confunde, adrede, libertad con libertinaje. Nos quiere convencer de que es un luchador por la libertad, porque la libertad consiste en que él no tenga que rendir cuentas ante nadie ni ceder ante los demás, y que cualquier intento de rendir cuentas es una violación de sus derechos.

Pero la libertad no consiste en que te dejen hacer y que se joda al que le pille. De ser así hasta el más terrorífico dictador sería un liberal. ¡Claro! ¡Es la persona más libre del país! ¡Tiene la libertad de hacer lo que le de la real gana! Pero la libertad es otra cosa. La libertad es dejarte hacer mientras te responsabilices de lo que haces. Y por ello no existe la libertad individual como algo aislado sino que existe dentro del contexto de una sociedad interrelacionada donde tus decisiones pueden afectar a los demás.

Por suerte la libertad no es un juego de suma cero. Pero que no sea un juego de suma cero, no significa que las libertades entre dos individuos no colisionen entre sí. Y es por eso que llegamos a lo que parece una paradoja: hay veces que es necesario prohibir para tener más libertad. Pero es fácil entenderlo: tienes que rajar a un ser humano de arriba abajo para poder extirpar un tumor. Causar un daño te permite estar más sano.

Si nos vamos al ejemplo más obvio, la prohibición de matar limita la libertad de cualquier persona a tomar una resolución drástica a sus problemas, pero a cambio, todos somos más libres de salir a la calle, pues, por mucho que estos nuevos liberales se empeñen en decirnos que la única forma de coacción existente es que te pongan una pistola en la cabeza, la realidad es que el riesgo, aunque sea ambiental, es el principal limitador a nuestras libertades. Hasta el ponerte una pistola en la cabeza no es más que un abrutpo incremento del riesgo de tomar una decisión. Si no te gusta el ejemplo puedes irte a la prohibición favorita de los nuevos liberales, que es la propiedad privada: esta limita tu libertad prohibiendo el uso de la propiedad privada ajena, pero a cambio tienes la libertad de usufructo de tus propiedades. La libertad neta es mayor a pesar de dirigirla a través de una prohibición.

Y es ahí donde entra el concepto del derecho. El derecho es, mecánicamente, lo contrario a la libertad. El derecho pone el fin de tu libertades. Si la libertad es la espada, el derecho es el escudo. Pero hay que poner las cosas por su nombre: un derecho es una prohibición. Yo tengo derecho a la vida, ergo te prohibo matarme. Yo tengo derecho al descanso, ergo te prohibo poner la música alta a las 3 de la mañana. Fácil y para todos los públicos. Bueno, no es tan fácil, porque si bien hay cosas que son obvias, otras no lo son tanto. Todas las sociedades modernas se debaten sobre cómo mejorar la libertad neta a base de saber qué derechos deben ofrecerse. Y de ahí que votemos.

¿Y por qué se ofrecen los derechos? ¿No debería ser algo que tengamos todos? No, porque los derechos pueden ser vulnerados. No hay ningún tipo de ley divina que impida a una persona saltarse las restricciones. Y es aquí donde entra el papel del estado: el estado es, usando el poder coercitivo, el garante de esos derechos. Un estado democrático (de verdad) defenderá unos derechos acordados por toda la sociedad a través de las elecciones. Estado, derecho y libertad, van de la mano. No pueden existir unos sin los otros.

Y sin embargo, eso molesta mucho a estos nuevos liberales. Si bien es cierto (y de hecho es el caso) que un estado no tiene por qué velar por los derechos, y tenemos casos a patadas de abuso de poder, es imposible mantener los derechos, los cuales garantizan las libertades, sin un estado fuerte que los defienda. Parece que, al contrario de lo que dicen, estos nuevos liberales tienen la intención de derribar el estado y, con él, los derechos.

Si alguna vez has pensado que hay que eliminar protecciones sociales porque "el estado no me deja hacer", siento decirte que no eres un liberal. Porque eliminar esas protecciones implica que la capacidad de decisión de las personas vulnerables va a verse aún más limitada. Y un liberal no puede defender que se le quite libertad a los demás. Quien defiende eso es un tirano.

Así que hay que empezar a llamar a las cosas por su nombre. Esta gente no es liberal. Son individualistas. Lo que quiere esta gente no es mejorar la libertad, sino mejorar su situación personal. No están a favor de las libertades sino en contra de los derechos. Porque de lo contrario tendríamos que aceptar que los dictadores y tiranos son liberales (de lo suyo), y con esa definición, la palabra libertad pierde todo su significado, pues sirve para definirse a sí misma, y a lo contrario. Y pocas cosas hay más preciadas para el ser humano que la libertad. No dejemos que roben la palabra. Llamémosles por lo que son: individualistas.