Despista, divide y vencerás: cómo ganar la guerra de clases con ayuda de la tortilla de patatas

Érase una vez un país en el que había una feroz guerra a la que se llamó 'La Guerra de Clases'.

No era exclusiva de este reino país, pero aquí, la contienda tenía sus propios matices y eso ya la hace suficientemente compleja e interesante.

Escuché decir hace unos quince años que la siguiente guerra que se iba a plantear en la sociedad iba a ser la de géneros

De un lado, los mal llamados propietarios del capital - porque digo yo que, tan propietario es el que inicia un negocio o medio de producción, como el que lo sostiene y contribuye a hacerlo florecer - querían ordenar y mandar al antojo de su voz. Tal era así - y es- que creían que el otro bando les debía rendir pleitesía y agradecer con fervor y sumisión absoluta que les regalaran un sueldo y unas condiciones laborales, incluso cuando estas fueran precarias.

Este grupo de 'desagradecidos' era la llamada clase obrera. La que yo entiendo que debería ser la única, porque trabajar, ya sea en lo público, lo privado, estudiando, o colaborando en alguna causa vecinal o social, entiendo que es el deber de todos hasta que se puedan encargar de todos los robots y la inteligencia artificial, digo yo (llegado ese día nos dedicaremos todos los ociosos a... bueno esto para otro día).

Tal vez, inspirados por otros reinos - no tacho porque uno de los más inspiradores no parece ponerle muchas tachas a su monarquía a pesar de los pesares - la clase obrera ganó en orgullo y organización, y fortaleció su posición a través de diversas acciones como el fortalecimiento del sistema educativo público y la mejora en su accesibilidad, el impulso de la organización sindical - fijo que llueven huevos y verduras al nombrarlos-, o la contestación y presión en la 'calle'.

¿Y quién ganaba la contienda? Supongamos que los segundos, los trabajadores, empezaron a igualar la partida, tanto, que los primeros, los dueños del capital, empezaron a creer que aquella partida de ajedrez estaba abocada a las tan necesarias 'tablas'. Un empate que pusiera paz e indujera prosperidad. Un empate en el que los unos respetaran y admiraran a los otros, unos fomentando bienestar y condiciones dignas y otros entregando lo mejor de su intelecto y fuerza, sin desbrozar su vida familiar ni su sistema nervioso.

Entonces algo ocurrió. Un accidente. Algo a lo que los sabios del lugar llamaron 'crisis'. Orquestada o producto de aleteos de mariposa en lugares remotos, aquel desastre dotó de poder y fuerza a los del capital. A algunos se los llevó por delante, claro está, es un desastre, pero a los que resistieron por familia, lobby o poder divino se fortalecieron y juramentaron en un atronador 'hay que ganar'.

Despistar

Dicen que la mejor manera de derrotar a un rival numeroso es dividirlo y despistarlo, pero ¿cómo podría hacerse con la clase obrera sin que quedara en un pueril intento? Había que ser muy hábil y sibilino, pero entonces, alguien tuvo una idea: ¿y si les enfrentamos por algo ideológico, y los tenemos entretenidos con ello para que no nos hagan mucho caso mientras hacemos y deshacemos?

Dividir entre partidarios y detractores de la tortilla de patas con cebolla fue su golpe maestro. De repente, todo era cuestión de tortilla con o sin. Funcionó tan bien que se introdujeron otros conceptos pro y contra como la piña en la pizza o si Luis Enrique es majo o no.

Sí o no.

Escuché decir hace unos quince años que la siguiente guerra que se iba a plantear en la sociedad iba a ser la de géneros. Que en lugar de corregir los desagravios y enormes desequilibrios que existían, a base de restarle importancia al género y dársela a la persona 'a secas', iba a ser tremendamente instrumentalizada por los del capital, para dividir y despistar, y la verdad, viendo cómo está el panorama...cómo algunos utilizan a los peones para pura gresca y demagogia pienso ¿dónde quedó la lucha de clases? ¿cómo narices vamos a lograr dignidad, respeto y empatía por parte del capital, si nos enfrascamos en guerras fratricidas y estériles.

Ellos, los que deberían ser de nuestra clase, de la única clase... tienen una agenda (ejemplo) ¿Sí o no? Bueno, ya he polemizado bastante por hoy, me voy a hacer la tortilla.

Ruroini