Me gustaría que hubiera en este maravilloso lugar lleno de personitas especiales (¿sarcasmo? quién sabe) existiese un espacio en el que se pudiera formular una pregunta para la que no hay una respuesta clara y generar una lluvia de reflexiones. Supongo que la primera pregunta debería de ser si ese espacio es posible en esta web, y la segunda, dónde está el otro juego de llaves de mi casa que perdí hace un año.
Pero bueno, por lanzar una al azar, el tema de los datos. Porque lo más increíble que ha pasado en la última década, es como hemos permitido poco a poco que lo sepan todo de nosotros, sin mostrar mucha oposición al respecto.
Lo han hecho sigilosamente. Cuando compré mi primer smartphone en 2011, y me enteré que tenía GPS, pregunté si eso significaba que el dispositivo iba a saber dónde estaba yo, un poco avergonzado por parecer un paranoico. El vendedor me dijo que en principio, no. Poco después, nos enterábamos que se había resuelto algún asesinato o crimen al acceder la policía al móvil del asesino, y bueno, pues íbamos aceptando que tenían acceso a nuestra localización, y que tampoco era tan malo.
Diez años después, solo entrar a cualquier web supone una lista de concesiones a nuestra vida privada que excede lo lógico. Pero disfrutamos de un montón de cosas geniales gratis. Ahora parece que Tim Cook le está diciendo a Mark Zuckelberg que se acabó la fiesta. A lo que yo digo ¿no podríamos ir fifty-fifty, Mark?. No quiero trabajar. Te dejo leer mi diario si quieres.