Datos y poder político: la próxima revolución

El poder económico siempre ha tenido capacidad de influir en la acción política, bien sea a través de los medios de comunicación, a través de los lobbies, o directamente por medio de la corrupción. Esto no es de izquierdas o de derechas, es una obviedad.

Sin embargo, con internet y las redes sociales, el poder económico ha entrado en una nueva era. Una era en la que dispone de poder político real y directo. El poder económico puede hoy como nunca antes predecir nuestro comportamiento y manipularlo gracias a los datos que los ciudadanos subimos todos los días a la redes sociales. Datos que nos describen y nos caracterizan. A la hora de comprar, por supuesto, pero también a la hora de votar. Los datos son poder político. Ahí está el caso Cambridge Analytica, que usando perfiles de Facebook, consiguió manipular las elecciones de EEUU y otros muchos lugares.

Cambridge Analytica ya no existe. Fue convenientemente sacrificada como parapeto de Facebook. Pero el verdadero problema es Facebook, no tanto como agente manipulador, sino como proveedor de la munición necesaria para manipular. Es el nuevo Rockefeller, y su petróleo son los data centers. Su modelo de negocio es monetizar nuestros perfiles de usuario. Venderlos al mejor postor, sin filtro ni criterio ético ninguno. Traficantes de armas del siglo XXI.

Nuestro sistema de justicia está completamente fuera de juego. Antes, el poder económico corruptor eran empresas españolas a quienes nuestro sistema de justicia podía perseguir. Ahora ya no.

Nuestros políticos no se enteran, o no quieren enterarse. No ya España, sino la UE entera, están a la merced de empresas con sede social en EEUU como nunca antes había sucedido.

Por todo ello, es necesario que los ciudadanos tomemos conciencia de que esta, y no otra, es la amenaza más grande a nuestro modelo de sociedad.

Paradójicamente, el poder para cambiar está en nuestras manos. Bastaría con que toda España cerrase su Facebook para tener un impacto a nivel mundial, para poner la cuestión en el centro del debate. Es una revolución teóricamente simple. No necesita de asaltar centros de poder, sino sencillamente de una toma de conciencia y de 1 minuto del tiempo de cada uno para cerrar nuestra cuenta Facebook.

Una revolución por la privacidad de nuestros datos.