Hay muchos gigantes de la venta en internet, y no voy a citar ninguno de sus nombres. Porque basta buscar un producto en Google para que aparezcan con los mejores precios. Óptimos resultados para el consumidor perezoso, y en general lo somos. Eso reduce las posibilidades de elección, limitando al mediano y pequeño comercio. Aquí es cuando salta el amigo troll para decirte: compramos ahí porque es más barato. No siempre es cierto. Es el primer precio más barato que hemos encontrado online. Pero los resultados no son inocentes, están dirigidos al interés de unas cuantas empresas.
Cuando investigas descubres que si buscas el producto por el nombre de fabricante y su modelo, los resultados cambian. Aparecen los gigantes de la venta online, pero también otros, y entre ellos, si buscas, algunos que tienen idéntico precio. Te lleva un poco más de tiempo saber quién es cada empresa, si nacional o de otro país de la UE, o del mundo. Tienes que entrar en sus páginas e ir al quiénes somos. Personalmente desconfío cuando no lo incluyen. Cuando lo hacen, y dependiendo del texto, enseguida notas la redacción profesional del publicitario, o la emoción genuina del dueño del negocio.
Hoy me llegó una bomba de extracción de aguas sucias, que le compré a mi suegro, porque aunque le he puesto un ordenador conectado a internet, no se siente demasiado seguro. Me vino con las ofertas de los grandes, a consultarme, porque usar Google, claro, sí que sabe. Le expliqué que no tenían porque ser los más baratos, aunque solían serlo, pero algunos de ellos tratan muy mal a sus trabajadores, y como él lo fue, y yo lo soy, debíamos comprar a alguien que los trate bien. Eso no le importó mucho, siempre que su bomba llegara.
Elegimos un modelo por características de potencia de extracción, y un fabricante porque nos daba garantías. Yo busqué, como indicaba, en un par de buscadores. Entre los resultados había dos empresas gigantes de internet y dos que no me sonaban, pero que tenían los mismos precios que las otras. Investigué estas últimas, una era un gran grupo francés, incluso me parecía haberlos oído nombrar, quizá de alguna publicidad. La otra era una empresa familiar de San Juan, Alicante. Primera sorpresa económica, el precio de los gigantes no incluía envío, pero la de estos dos, sí. Rechacé la francesa, de igual precio, para apoyar un negocio nacional, yo vivo en España y me parece interesante apoyar a negocios del país, que pagan -confío- sus impuestos aquí. El trato estuvo muy bien, se notaba el negocio pequeño donde hay un humano detrás de los emails que se te envían, alguien preocupándose por ti. Me gustó también que el mensajero que vino a traérmelo era un hombre mayor, creo que dueño de un negocio o franquicia de reparto donde él hace el reparto cercano a su oficina. Porque arrima el hombro como los demás. Si no lo es, es en todo caso un trabajador mayor de 45 y eso me gusta, porque sé lo difícil que es trabajar después de esa edad si te quedas en paro.
El resultado conseguido era el que esperaba. No contribuir al monopolio de los gigantes de internet y apoyar el pequeño comercio. Sé que soy una gota en el océano del consumo, y que esta decisión no va a cambiar el mundo. Pero también sé que hoy he ejercido esa pequeña parcela de libertad que me han ido quitando los políticos y el voto cada cuatro años. A mi me gustaría elegirlos para que intentaran cambiar el mundo en mi favor, y en el de todos, pero no lo hacen. Comprar tampoco es un acto de rebeldía, pero elegir, siempre lo es.