Crónica de cuatro años de democracia paralizada para impedir que Podemos toque poder

Sí señores el titular del artículo puede parecer muy sensacionalista pero es la realidad de la democracia española, España lleva sumida en 4 años de parálisis, pseudo gobiernos sin mayorías con todo el Parlamento en contra, gobiernos minoritarios de 84 diputados e investiduras fallidas con el único objetivo de que un partido político votado por millones de personas no toque poder o sea llave de gobernabilidad. Cuatro años en la que los poderes fácticos han paralizado la democracia española con el único objetivo de que Podemos no pudiera jamás alcanzar el poder ni siquiera como partícipe de un gobierno como hemos visto en las últimas semanas.

Todo comenzó allá por el año 2014, un partido surgido del descontento del 15M se convertía según el CIS en primera fuerza política en intención de voto por parte de los españoles. Lo que inicialmente era un partido político minoritario surgido de un grupo de jóvenes que intentaba convertir en voz política ese descontento, se convirtió de la noche a la mañana en un serio problema para las élites desde las que ya surgían voces que pedían la creación de un "Podemos de derechas".

El pánico se había instaurado, el PSOE no conseguía levantar cabeza y su imagen dañada por la pésima gestión de la crisis de Zapatero no conseguía mejorar. El PP, que durante el 2011 había conseguido aglutinar el hartazgo de la gente ante la crisis en forma de votos consiguiendo una inapelable mayoría absoluta, se desmoronaba sumido en sus constantes casos de corrupción y por los efectos de una crisis de la que España no terminaba de salir. Un desconocido partido llamado Ciudadanos había conseguido hacer resistencia al movimiento independentista en Catalunya con un discurso político que recordaba al centrismo con el que Aznar consiguió derrotar al todopoderoso PSOE de Gonzalez. Era ese "Podemos de derechas" que reclamaba el Ibex 35, había llegado el momento de dar el salto a la política nacional.

Entre medias el líder de Podemos, Pablo Iglesias, gozaba de una popularidad inapelable, sus entrevistas en televisión suponían récords de audiencia para los programas que las emitían. Era un filón irrechazable por parte de las televisiones que no perdían oportunidad de llevarlo a sus programas. Este detalle no pasó por alto para el gobierno de la época que necesitaba hacer con urgencia todo lo posible para reducir la popularidad de Iglesias y, por consiguiente, de Podemos. Y sí había algo más jugoso para las televisiones que la Audiencia era el reparto de los canales de la TDT, algo que no pasó por alto la vicepresidenta del gobierno Soraya Saénz de Santamaria.

Era 2015 y se acercaban las próximas elecciones, Soraya comienza a gestar su estrategia y manda un mensaje claro a los dos grandes grupos de comunicación: "o reducís la presencia de Iglesias en televisión u os quedáis sin los nuevos canales de la TDT". El mensaje fue captado con rapidez por los directivos de las televisiones, en Marzo de 2015 Jesús Cintorra es despedido de las Mañanas de Cuatro, sale del programa y de la cadena con récords de audiencia gracias a un programa donde la presencia del líder de Podemos y de muchos de sus miembros es constante. La cadena de televisión La Sexta, otra de las grandes beneficiadas por el tirón mediático de Podemos y de su líder, realiza cambios similares en busca de reducir la influencia de Iglesias. Sus apariciones en dicha televisión se reducen drásticamente al tiempo que aparecen con frecuencia nuevos contertulios como Eduardo Inda con un marcado carácter antiPodemos.

La estrategia parece funcionar, Podemos ya no parece según las encuestas un partido capaz de ganar las elecciones pero sí de hacer frente a un PSOE que sigue en horas bajas. Iglesias lo sabe, el objetivo ya no es ganar las elecciones, el objetivo es dar el sorpasso al PSOE y obligar a éste a formar un gobierno de coalición donde Iglesias sea presidente. Ese movimiento no pasa desapercibido a los poderes fácticos que deciden dar el siguiente paso aún más radical: la construcción de pruebas falsas contra Podemos. Surge la policía patriótica comandada por el comisario Villarejo, un inspector de Policía que se hace famoso entre las élites financieras y políticas por trabajar en la sombra al servicio de los poderes fácticos y hacer todo aquello que la opinión pública jamás debe conocer.

La policía patriótica decide utilizar como arma contra Podemos la relación de sus líderes con el chavismo venezolano. Iglesias y Monedero, fundadores de Podemos, habían manifestado, antes de la fundación del partido, su admiración por Hugo Chávez y las políticas de izquierda que el malogrado líder venezolano había llevado a cabo en su país. Pero en Venezuela ya no estaba Chávez, su sucesor había sido incapaz de mantener esas políticas y, unido a la presión internacional, había convertido a Venezuela en centro de todas las miradas para mal de su régimen. Era el momento perfecto para vincular a Podemos con el chavismo y fabricar todas las pruebas posibles que hiciesen creer a la opinión pública que Podemos fue financiado por el régimen chavista.

La maquinaria mediática funcionó a las mil maravillas, en poco tiempo, Podemos perdió auge entre la opinión pública y su supuesta relación con el chavismo caló en la gente, eran las Elecciones de 2015 y Podemos había sido incapaz de dar el sorpasso al PSOE y por tanto las posibilidades de que Iglesias fuera presidente del gobierno se esfumaban. Los poderes fácticos habían conseguido su objetivo pero a cambio de convertir a España en un país ingobernable, el PP había ganado las elecciones pero con un resultado muy por debajo de su mayoría absoluta del 2011, el PSOE seguía de capa caída, había resistido el sorpasso de Podemos pero su resultado era el peor de toda la historia de la democracia. Ciudadanos, el "Podemos de derechas", había conseguido captar el voto de los votantes descontentos con la corrupción del PP, pero no lo suficiente ni para ser opción de gobierno ni para garantizar una mayoría absoluta con el Partido Popular.

Ante esta situación, que ya presagiaban las encuestas, se anticipó el siguiente movimiento de los poderes fácticos, Ciudadanos debería servir de partido muleta tanto a uno como a otro lado del bipartidismo, los de Rivera se declararon como partido socialdemócrata antes de las elecciones a fin de garantizar un futuro pacto con el PSOE y así evitar que éste se viese en la necesidad de pactar con Podemos. Pero el resultado de las elecciones había cuajado un puzzle difícil de encajar. A la derecha Ciudadanos y PP no sumaban, y a la izquierda el PSOE tampoco sumaba con los de naranja. Solo un posible pacto PSOE + Podemos más fuerzas nacionalistas sumaban más SÍES que NOES, suficiente para que haya presidente y gobierno en España.

Pero antes y después de las elecciones el reciente secretario general y candidato Pedro Sánchez había recibido una orden de la vieja guardia socialista, bajo el dictado de los poderes fácticos: no puedes gobernar con Podemos. Así, se le presentó, casi sin saberlo, un acuerdo prácticamente firmado con Ciudadanos con el único objetivo de adelantarse a los posibles movimientos de los de Iglesias y obligar a éstos a retratarse: o permites que gobierne Sánchez con Ciudadanos o elecciones. Los poderes fácticos seguían jugando con la democracia española a sabiendas que a cada mes que pasaba la maquinaria de la policía patriótica dañaba aún más la imagen de Podemos y harían restarle votos, el gobierno podía esperar, total Rajoy seguía gobernando a base de decretos…

Pablo Iglesias no tiene otra salida o deja gobernar al PSOE con Ciudadanos o Elecciones y, decide apostar por una carta que terminará por salirle mal: una coalición con Izquierda Unida. Si en las Elecciones de 2015 Podemos y IU hubieran ido juntos hubiesen sumado más votos que el PSOE y por tanto el sorpasso hubiese sido posible. Iglesias se lo plantea así y decide jugar al órdago de los poderes fácticos llevando a los españoles de nuevo a votar. 

Es 2016 y ni unos ni otros han conseguido lo que querían. La reciente coalición Unidos Podemos no ha conseguido el sorpasso, es más ha perdido votos con respecto a los resultados de 2015. La maquinaria de la policía patriótica sigue surtiendo efecto y ni siquiera la unión con IU ayuda a Podemos a frenarla, a eso se le une el hartazgo de la ciudadanía ante una repetición de elecciones que nadie desea lo que hace empeorar el resultado no solo de Podemos sino también de la nueva fuerza de la derecha, Ciudadanos: el bipartidismo ha conseguido, tras el surgimiento de los nuevos partidos, por primera vez, volver a ganar poder. 

Pero España sigue siendo ingobernable y la carta de la repetición de las elecciones no se puede usar, los poderes fácticos deciden jugar su siguiente carta arriesgada: sacrificar al PSOE y obligarle a abstenerse ante un gobierno del PP de Rajoy. Es una jugada arriesgada porque supone dañar aún más la imagen del PSOE lo que podría llevar, en consecuencia, a darle alas a Podemos. Así que deciden llevar a cabo una estrategia aún más compleja y genial: sacrificamos al PSOE pero no a su líder, un Pedro Sánchez que se había convertido en el abanderado del NO es NO a Rajoy, un hombre del sistema al que se le apartaba del partido pero se le aseguraba la posibilidad de volver si la jugada dañaba la imagen del mismo. Algo que como se pudo ver así ocurrió. 

En efecto, la abstención del PSOE hizo presidente a Rajoy e impidió que Podemos tocara poder, pero salvó a Sánchez del daño causado a su partido permitiendo que con una estrategia de marketing excepcional recuperara en pocos meses el poder del partido e impedir que Iglesias se perfilara como auténtico líder de la oposición. 

Pero la corrupción hizo tambalear al PP de Rajoy que, ante su clara minoría en el Parlamento se había convertido de facto en un gobierno zombie gobernando a base de decretos ley y con toda la cámara legislativa en su contra. En esa situación y ante el auge de Ciudadanos gracias a la situación catalana, Iglesias decide gestar un movimiento inesperado: forzar a Sánchez a llevar a cabo una moción de censura, al fin y al cabo, él no tendría que hacer nada los apoyos a su moción se los conseguiría todos el líder de Podemos. Sánchez aceptó a sabiendas de que con ese movimiento se convertiría en el líder de la oposición a la corrupción del PP, viendo que Rivera, cegado por las encuestas, seguía apoyando a Rajoy pensando que eso le llevaría a la presidencia.

La moción triunfó pero el gobierno era inestable, Sánchez necesitaba una batería de medidas para conseguir resurgir en las encuestas al PSOE y para eso se hizo valer del apoyo de Iglesias con unas medidas de marcado carácter social. La jugada funcionaba y mientras la derecha se enquistaba en una batalla por ganar el discurso más radical contra Catalunya, habida cuenta que eso era lo que había hecho subir a Ciudadanos, el PSOE se perfilaba como el único partido moderado y de izquierdas de nuestro país, las encuestas ya le ponían como primera fuerza. 

Los nacionalistas deciden oponerse a los presupuestos pactados por el PSOE y Podemos y fuerzan a unas elecciones. Es 2019, el PSOE consigue movilizar al electorado ante el miedo al resurgimiento de la ultraderecha y gana las elecciones, pero sigue sin mayoría. Los números sí dan al pacto creado por los poderes fácticos en el 2016 entre Ciudadanos y el PSOE, pero Albert Rivera lleva meses haciendo campaña contra Sánchez con un discurso muy escorado hacia la derecha intentando hacer su sorpasso personal al PP, no lo ha conseguido pero ha estado cerca y sigue creyendo que es la única forma de ser presidente algún día, se resiste a contradecirse con el electorado y apoyar a Sánchez. 

Los poderes fácticos comienzan a actuar contra el díscolo “Podemos de derechas” y lo que hasta ayer no era noticia o tenía escasa repercusión en los medios, los numerosos escándalos de primarias amañadas en Ciudadanos, las voces contrarias al líder, etc, etc… comienzan a ser noticia y ser portada de los Telediarios. El mensaje a Rivera es claro: o apoyas a Sánchez o te hundimos electoralmente como a Podemos, pero el líder de Ciudadanos hace oídos sordos y resiste el envite. 

Mientras tanto Sánchez se resiste a negociar con Podemos que pide un gobierno de coalición para darle su apoyo, sabe que los poderes fácticos están trabajando en la sombra con el objetivo de conseguir la abstención de Ciudadanos. Está tranquilo, le han asegurado que será presidente sin necesidad de negociar nada con Iglesias. Pero pasan las semanas y Rivera sigue agarrado al NO, ni las dimisiones que se suceden en el seno de su partido le hacen cambiar de opinión. 

Para tranquilizar a Sánchez surgen incluso voces dentro del PP que invitan a su partido a abstenerse, pero Casado tampoco dará su brazo a torcer y menos si Rivera no lo hace, sería un suicidio político para un PP atemorizado por el sorpasso de los de naranja. Se le acaba el tiempo a Sánchez, sabe que si no negocia con Podemos su electorado - gran parte del cual procede de lo perdido por los morados - no se lo va a perdonar. Decide empezar las negociaciones pero con una línea roja: ningún miembro de Podemos puede entrar en el gobierno. 

Podemos no pone vetos en las negociaciones pero insiste en su gobierno de coalición para decir sí. Se acerca la fecha de la investidura, Sánchez se pone nervioso, sabe que aunque las encuestas le acompañan otra investidura fallida puede dañar su imagen, decide mover ficha y soltar un órdago que espera que Podemos no acepte: el impedimento para formar gobierno es Iglesias y su deseo de entrar como vicepresidente o ministro. Es tradición en cualquier coalición de gobierno, sucede en casi todas las que hay en Europa, que los líderes de los partidos que coaligan entren en el gobierno con un puesto acorde a sus resultados electorales. Sánchez lo sabe y sabe que pedirle a Iglesias que dé un paso atrás es una humillación imposible de aceptar. Pero en España no hay cultura de coalición y la insistencia de Iglesias de entrar en el gobierno sería vista como una forma de querer coger sillones lo cual dañaría aún más su imagen ante la ciudadanía. 

Así que en un movimiento no calculado por el PSOE, Iglesias decide dar un paso atrás para facilitar el gobierno de coalición. La jugada es maestra, Sánchez había enseñado todas sus cartas en una entrevista de televisión fijando la presencia de Iglesias como único impedimento al gobierno de coalición, ya no quedaba otra que sentarse a negociar y aceptar la coalición. Quedan pocos días para la investidura y todo se hace contrarreloj. 

Los poderes fácticos saben que el PSOE está entre la espada y la pared, no consiguen hacer que Rivera ceda y la jugada de Iglesias le van a obligar a aceptar la coalición. Así que ponen una línea roja: Podemos no puede tocar Ministerios estratégicos como Hacienda, Trabajo o Vivienda, justo las que está reclamando Iglesias. Así que el PSOE decide crear carteras ficticias y sacar competencias de las carteras tradicionales para conseguir el sí de Podemos: la jugada es clara, si Podemos entra en el gobierno no tocará poder seguirá como una marioneta. 

Llega el debate de investidura y Sánchez se destapa con un discurso en el que implora la abstención de la bancada de la derecha, habida cuenta de que no le queda otra que negociar con Podemos, Iglesias capta rápidamente que, a pesar de que ha conseguido sentar al PSOE a negociar éste sigue con la hoja de ruta que le marcan los poderes fácticos. Y en un movimiento más llevado por la ira que por la inteligencia decide destapar las negociaciones con el PSOE en las que éste sólo le ofrece cargos decorativos o con competencias cedidas a las Comunidades Autónomas. Iglesias ha cometido un error y le ha dado el argumentario que el PSOE necesita para desmantelar toda opción de coalición: Podemos tacha de decorativos ministerios como Igualdad, Infancia o Sanidad. 

El PSOE ha recuperado de nuevo la iniciativa y para más inri Iglesias comete un nuevo error: decide rebajar su oferta en pleno Parlamento ante la opinión pública, Sánchez ignora su última propuesta a sabiendas de que el objetivo se ha conseguido: el PSOE ha ganado el discurso a Podemos que se presenta nuevamente como el impedimento a que en España haya gobierno. 

Cuatro años después todo sigue igual, España no tiene un gobierno claro y estable, ni lo fue el de Rajoy con la abstención forzada del PSOE, ni el de la moción de censura, ni lo es el del PSOE con suficiente mayoría para garantizar esa estabilidad que cualquier país europeo tendría sin problemas. Y el único motivo es que Podemos, ese partido díscolo del sistema, sigue optando a acariciar el poder y mientras eso siga así se repetirán Elecciones, se harán investiduras fallidas, se formarán gobiernos inestables… todo con tal de que los de Iglesias jamás lleguen a tocar poder y que la sombra de Podemos desaparezca para siempre. 

Es la realidad de una España que, cuatro años después, sigue con la reforma laboral aprobada por el PP en el 2012 que supuso el mayor recorte de derechos laborales y la mayor precarización de nuestra historia democrática, con presupuestos aprobados por la derecha hace ya dos años que han ido prorrogándose y que continúan con la senda de los recortes sociales impuestos por los poderes fácticos. Porque mientras todo siga así, ellos no necesitan gobierno, pueden seguir jugando a la ruleta rusa con nuestro país, esperando que por fín se dispare la bala que acabe con Podemos.