Contra el salario mínimo: ¿Una solución o un problema?

En su momento, escribí una serie de artículos sobre Macroeconomía y debatía en el último si una renta básica era o no la respuesta. Con el objetivo de seguir debatiendo, hoy hablaré sobre el salario mínimo.

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El salario mínimo, lejos de ser una solución universal para mejorar las condiciones laborales, puede generar efectos negativos, especialmente en grupos vulnerables como los jóvenes y los trabajadores poco cualificados. A continuación, se exploran los mecanismos económicos que explican estos resultados, basados en evidencia y análisis académico..

El salario mínimo como barrera de entrada al mercado laboral

La relación entre el salario mínimo y la exclusión laboral de ciertos grupos tiene raíces en la dinámica entre productividad y costo laboral. Según el informe de la OIT (2024), los jóvenes enfrentan tasas de desempleo casi tres veces superiores a las de los adultos. Esto se debe a factores como:

  1. Productividad insuficiente: Los jóvenes, especialmente aquellos con menor nivel educativo, carecen de experiencia laboral o formación técnica que justifique un salario elevado. Cuando la ley establece un salario mínimo por encima de su productividad, las empresas no encuentran rentable contratarlos.
  2. Preferencia por trabajadores experimentados: En un contexto de salarios mínimos altos, los empleadores prefieren contratar trabajadores con experiencia que generen un valor inmediato mayor, dejando fuera a quienes recién ingresan al mercado laboral.
  3. Substitución tecnológica: En sectores donde los márgenes de beneficio son ajustados, como el comercio o la hostelería, las empresas responden al aumento de costos sustituyendo empleados por tecnologías (como cajas automáticas) para reducir gastos a largo plazo.

La OIT también señala que un 20% de los jóvenes en Europa se encuentran en la categoría NEET (ni empleo, educación ni formación), agravando su exclusión laboral y perpetuando desigualdades estructurales. Seguramente todos conocemos a alguien que entra dentro de esta categoría. Esto refleja cómo las políticas laborales rígidas pueden tener efectos adversos en grupos con desventajas iniciales.

El círculo vicioso del desempleo juvenil

Cuando los jóvenes no pueden acceder a empleos en el mercado formal debido a barreras como el salario mínimo, tienden a recurrir a empleos informales, donde las condiciones laborales son más precarias y los derechos están menos protegidos. El informe de la OIT (2024) detalla que, en varios países, entre el 40% y el 60% de los jóvenes en empleo de este tipo tienen ingresos por debajo de los umbrales de pobreza.

Esto genera un ciclo negativo: la falta de acceso a empleos formales limita su capacidad para acumular experiencia y habilidades, lo que perpetúa su baja productividad y los mantiene fuera del mercado formal. En lugar de resolver el problema de los bajos salarios, los salarios mínimos pueden agravar la situación al desplazar a estos trabajadores a la informalidad.

La verdadera solución: invertir en productividad

Para resolver los problemas que los salarios mínimos intentan abordar, es esencial centrarse en medidas que aumenten la productividad laboral. Estas incluyen:

  1. Formación técnica y profesional: Los programas de capacitación específicos para sectores en crecimiento pueden equipar a los jóvenes con habilidades que aumenten su valor en el mercado. Por ejemplo, países como Alemania, con sistemas de formación dual, tienen tasas de desempleo juvenil significativamente más bajas que otros países europeos.
  2. Incentivos para la contratación: Políticas que reduzcan los costos de contratar a trabajadores jóvenes, como subvenciones para formación o reducción de impuestos, pueden incentivar a las empresas a ofrecerles oportunidades sin imponer cargas insostenibles.
  3. Desregulación de barreras laborales: En lugar de salarios mínimos rígidos, un enfoque flexible puede permitir que los trabajadores jóvenes entren al mercado laboral a salarios iniciales más bajos, ganen experiencia y aumenten gradualmente sus ingresos.

Respondiendo al mito del "salario digno"

El concepto de "salario digno" parte de la premisa de que los trabajadores deben ganar lo suficiente para vivir adecuadamente. Sin embargo, cuando este salario se impone arbitrariamente, sin considerar la productividad, los costos recaen sobre los trabajadores que no pueden cumplir con este umbral, generando exclusión.

Por ejemplo, estudos del Instituto Fraser indican que un aumento del salario mínimo del 10% puede reducir el empleo juvenil en un 3% a 6%, dependiendo de la elasticidad laboral. Esto sugiere que los trabajadores menos productivos son los primeros en perder oportunidades laborales, lo que contradice los objetivos de las políticas de salario mínimo.

Ahora intentaré responder a vuestros posibles argumentos, ya que generalmente se suelen usar los mismos en este tipo de debate.

1. "El salario mínimo combate la desigualdad económica" El salario mínimo no elimina la desigualdad; simplemente desplaza el problema. Si bien algunos trabajadores que ya están empleados se benefician temporalmente de salarios más altos, aquellos con menor productividad o formación quedan excluidos del mercado. Los efectos negativos recaen desproporcionadamente sobre los grupos más vulnerables, como los jóvenes y los trabajadores sin experiencia, aumentando la desigualdad de oportunidades.

La desigualdad económica se reduce más eficazmente a través de políticas que incentiven el acceso al mercado laboral, como la desregulación para facilitar el empleo juvenil, y no mediante medidas que generen desempleo estructural. En países como Suiza, que no tienen un salario mínimo nacional, se observan tasas de desempleo más bajas y una mejor movilidad social (datos sacados de Eurostat y OECD).

2. "Un salario mínimo es moralmente justo" Definir la moralidad de un salario sin considerar las dinámicas de mercado genera consecuencias imprevistas. Obligar a pagar un salario por encima del valor productivo de un trabajador perjudica tanto al empleador como al empleado. Además, fomenta lo que llamamos economía informal, donde las condiciones laborales suelen ser más precarias.

Desde una perspectiva ética, la justicia consiste en permitir que las partes acuerden libremente las condiciones de su relación laboral. Cuando se imponen regulaciones externas, se restringen las opciones de quienes prefieren aceptar un salario inicial bajo como puerta de entrada al mercado laboral.

3. "El salario mínimo aumenta el poder adquisitivo y fomenta el consumo"Aunque un salario mínimo puede aumentar temporalmente el poder adquisitivo de algunos trabajadores, los efectos secundarios suelen anular este beneficio. El aumento de costos para las empresas puede trasladarse a los consumidores a través de precios más altos o provocar despidos y reducción de horas laborales.

La inflación derivada de salarios artificialmente altos puede erosionar los beneficios a largo plazo. Además, los trabajadores desempleados o desplazados no participan en el consumo, lo que reduce la demanda agregada. Un ejemplo claro es el efecto en el sector agrícola en Estados Unidos, donde salarios mínimos más altos llevaron a una mayor automatización y, en consecuencia, a una reducción significativa del empleo en las zonas rurales.

4. "Sin un salario mínimo, las empresas explotarían a los trabajadores"El mercado laboral se autorregula mediante la competencia (esto es otro debate sobre el intervencionismo y libre mercado pero no nos extenderemos más). En un entorno competitivo, las empresas deben ofrecer salarios competitivos para atraer y retener talento. La explotación sistemática no es sostenible a largo plazo, ya que los trabajadores tienen opciones.

Un estudio realizado por el Instituto Cato muestra que las tasas salariales suelen ser más altas en sectores competitivos, incluso en ausencia de regulaciones estrictas. Además, en mercados donde los trabajadores tienen libertad de asociación, los sindicatos pueden negociar salarios y condiciones laborales sin necesidad de intervención estatal.

En definitiva...

El salario mínimo, aunque bien intencionado, puede tener consecuencias negativas que agravan la exclusión de los grupos más vulnerables. En lugar de imponer medidas que ignoren las dinámicas del mercado, debemos priorizar políticas que impulsen la formación, aumenten la productividad y eliminen barreras al empleo. Solo así lograremos una economía inclusiva y sostenible que beneficie a todos.