Cómo las teorías de las relaciones internacionales ayudan a entender qué ocurre en Europa del Este

El análisis de la guerra, así como de cualquier fenómeno internacional, requiere tener en cuenta sus complejidades.

La pobreza del debate en torno a la invasión rusa de Ucrania refleja, en parte, ciertos malentendidos conceptuales básicos: Estado vs. pueblo, poder vs. democracia, individuo vs. gobierno.

Quienes se ocupan de las relaciones internacionales (profesores, analistas, diplomáticos) deben tener claros estos conceptos. Para empezar, no existe una "teoría general" de las relaciones internacionales (RI). Hay varias vertientes que tratan de dar cuenta de las complejidades del mundo desde distintos elementos. Toda teoría es una simplificación de la realidad que nos ayuda a describir, explicar y predecir el mundo.

Realismo

La teoría de las RRII más conocida es el realismo. Es el favorito de los pesimistas, que miran "la vida como es" y que piensan el mundo desde el egoísmo humano. Los realistas ven básicamente un sistema internacional formado por Estados en permanente lucha por el poder y la influencia, ante un mundo en el que prevalece la ley del más fuerte.

Para sobrevivir, los Estados necesitan acumular poder. La búsqueda de su propia seguridad provoca inseguridad en los demás. La consecuencia es el conflicto y, si todo va bien, cierto equilibrio de poder.

No hay paz fuera del equilibrio.

Para los realistas, la principal marca del mundo de la posguerra fría es la consolidación de la hegemonía estadounidense. Ampliaron su presencia militar en todo el mundo, incluso a través de la OTAN (la alianza militar occidental), promovieron el cambio de régimen en países hostiles, y ningún país del mundo tuvo el poder o el interés de detenerlos.

Los realistas, por tanto, ven a Rusia como un país que ha decaído tras el final de la Guerra Fría y se siente inseguro en sus fronteras, gracias a la expansión (militar, económica, cultural) de EEUU. Putin, en esta interpretación, busca limitar la acción estadounidense en regiones sensibles para los intereses rusos, como el Cáucaso, Oriente Medio y Europa del Este. De ahí las acciones militares en Georgia (2008), Siria (2011) y Ucrania (2014). Y ahora de nuevo.

Pero Rusia querría garantizar su seguridad, no provocar una guerra nuclear o un genocidio. En el conflicto Rusia-Estados Unidos-Otán, el "juego final" de Putin es neutralizar a Ucrania. Desmilitarizarla y poner un gobierno aliado con Rusia. ¿Es injusto para los ucranianos y va en contra de sus aspiraciones nacionales y democráticas? Claro, pero es lo que garantiza la estabilidad de la región.

Liberalismo

Otra teoría muy conocida es el liberalismo. Los liberales suelen ser optimistas, ya que creen en el potencial del individuo y en el progreso humano. Les entusiasma el avance de la democracia, el derecho internacional y el libre comercio. Creen que la paz y la prosperidad vendrán de esta manera.

Hay varias corrientes liberales en las RRII, cada una con sus propias peculiaridades. En general, perciben el mundo más allá de los Estados: este sistema internacional está formado por múltiples redes interconectadas de gobiernos, empresas, ONG, grupos transnacionales, sociedades e individuos.

Para los liberales, el gran cambio (positivo) de la era posterior a la Guerra Fría fue la aceleración de la globalización y la expansión de la democracia.

Las dictaduras reticentes serían derrocadas por el capitalismo, mediante elecciones o por la fuerza. El "mundo libre" podría llevarnos a la paz perpetua en poco tiempo.

Desde 2008, al menos, los liberales están cada vez más preocupados por algunas tendencias globales. La democracia se ha estancado y se está debilitando en muchos países, incluso en Occidente; la globalización ha producido descontento político y económico; las autocracias, que se creían condenadas al fracaso, son más fuertes que nunca. El retorno de los nacionalismos y el debilitamiento de la cooperación multilateral y la integración regional (como el Brexit) dan la medida de la pesadilla actual para los liberales.

Putin, en este sentido, es otro tirano que quiere subvertir los pilares de la democracia liberal. Reprime a sus propios ciudadanos, se alía con otras dictaduras, como la china, y utiliza su maquinaria cibernética para amañar las elecciones en Occidente. Para evitar que los vientos de libertad (UE-Otán) lleguen a Ucrania, pisotea al país vecino y asfixia a su población.

Para los liberales, en este conflicto global entre democracias y autocracias, el objetivo de Putin es demostrar su fuerza frente a las democracias occidentales utilizando a Ucrania como laboratorio para el nacimiento de un autócrata prorruso, como ocurre en Bielorrusia y Asia central.

La mayor parte de la cobertura de los medios de comunicación (y de Twitter) mira el problema a través de lentes liberales. Por esta misma razón, la guerra se ha convertido en una cuestión de tiranía contra libertad, de Estado contra individuos. La tragedia sólo terminará cuando Putin, Xi Jinping y otros dictadores sean derrotados.

Constructivismo

Por último, otra teoría muy debatida es el constructivismo. No percibe el mundo a través del poder, como los realistas, ni a través del individuo, como los liberales, sino a través de las identidades. Los países y las sociedades construyen relatos e imágenes de sí mismos y de los demás, componiendo este complejo panorama de las relaciones internacionales.

Los constructivistas tienen en cuenta aspectos culturales, históricos y discursivos para entender, por ejemplo, por qué ciertos países son amigos y otros son rivales, incluso cuando elementos como el poder o la democracia sugerirían lo contrario.

Para los constructivistas, el mundo de la posguerra fría estuvo marcado por una transformación de las identidades. Antes, los países estaban unidos por afinidades ideológicas, capitalismo o comunismo. Luego, otras identidades empezaron a cobrar fuerza: la religión, la cultura y la historia se utilizaron para redibujar el mapa del mundo a partir de nuevas alineaciones.

¿Quién no ha oído hablar de la famosa tesis de Samuel Huntington sobre el choque de civilizaciones? Se trata de una aplicación, aunque controvertida y problemática, del argumento constructivista, en la medida en que sostiene que las nuevas pautas de interacción entre los países se derivan de las nuevas identidades.

En este mundo en el que los imperios parecen resurgir (junto al imperio americano, tenemos el chino, el ruso, el hindú, el otomano), cada uno de ellos quiere defender su espacio civilizatorio en un esfuerzo por transformar el mundo en un conjunto de civilizaciones dirigidas por imperios, en el que prevalezcan sus propios valores culturales y religiosos. El constructivismo, en esta clave, ilumina por qué nociones como Cristianismo vs. Islam, Occidente vs. Oriente han vuelto a estar a la orden del día.

Putin sería más que un dictador contra la democracia: su proyecto es reconstruir el imperio ruso sobre la base de la identidad eslava y el cristianismo ortodoxo, con él mismo como zar posmoderno. Para ello, necesita socavar los fundamentos del actual orden internacional, que se basa en valores liberales y cosmopolitas, en los que temas como la democracia y los derechos humanos son fundamentales.

La extraña cercanía entre Donald Trump, Jair Bolsonaro, Putin, Viktor Orbán y Narendra Modi, entre otros, se explica por ese antagonismo al orden actual -y el gusto por la civilización-.

Lo correcto y lo incorrecto

Hay tres puntos fundamentales de esta larga introducción sobre las teorías de las RRII:

En primer lugar, los diferentes conceptos conducen a diferentes percepciones de la realidad. La comprensión del mundo depende de la comprensión de los conceptos en juego.

En segundo lugar, no existe una teoría absoluta correcta o incorrecta. Cada uno informa de las motivaciones y la dinámica de las variables utilizadas. Cada uno elige qué teoría abrazar en función de sus afinidades éticas, ideológicas e intelectuales.

En tercer lugar, las decisiones políticas también se toman, a veces inconscientemente, basándose en estas simplificaciones teórico-filosóficas.

Mientras no haya un debate franco sobre cómo ven el mundo los principales actores implicados, cualquier solución será prácticamente imposible.